Las víctimas más inocentes de la violencia de género: ocho niños asesinados por sus padres
Aramis, Daniel, Paula, Markel, Javier, Enmanuel, Sharita y Maia ha sido asesinados en 2017 por sus progenitores. Son los más vulnerables de la violencia machista: "Te voy a dar donde más te duele".
25 noviembre, 2017 02:23En lo que va de año, 8 menores de edad han sido asesinados por sus padres. El más joven tenía 18 meses. En todos los casos habían sido utilizados como arma para perpetuar la violencia de género, como "venganza". En la mayoría de casos, la madre fue asesinada a la vez que sus hijos.
Este viernes la violencia machista se ha cobrado la víctima número 50. Ha sido en Vinarós (Castellón). Justo la víspera del Día Internacional Contra la Violencia de Género, con manifestaciones por todo el país. EL ESPAÑOL recuerda, en esta fecha, los trágicos casos en los que el asesino ha utilizado al hijo contra su madre. Alguno de ellos llegó a decirle a la madre: "Te voy a dar donde más te duele". En todas esas ocasiones, el hombre le quitó la vida al menor.
Aramis, (18 meses) hija de Noemí
Fue una bebé prematura. Desde su nacimiento, 18 meses antes de aquella fatídica mañana del pasado 3 de febrero, Aramis Valdovinos arrastraba problemas cardíacos, auditivos y respiratorios. Por eso su corta vida era un constante viajar entre casa y el hospital. En el madrileño de La Paz, antes de volver a casa una vez los médicos le habían dado el alta, se escuchó una fuerte discusión entre sus padres, Vladimir Valdovinos y Noemí Dávila, que retumbó en las habitaciones aledañas de la UCI. Tras las voces, un grito: “Te voy a dar donde más te duele”.
Y siguió: “Me la has jugado, me la has jugado. Te vas a acordar”. Inmediatamente después abrió la ventana de la habitación 207 y se arrojó al vacío con la pequeña en brazos. Fue una caída de 12 metros hacia el interior de un patio con el suelo de piedra. Los sanitarios del Hospital de La Paz se esforzaron en salvar la vida de ambos, pero nada pudieron hacer: el bebé de 18 meses murió en el acto y el asesino machista falleció media hora después.
Daniel (8 años) y Paula (5), hijos de Ana María
Daniel de ocho años y Paula de cinco estaban a punto, a primera hora de la mañana del pasado 29 de marzo, de irse a su colegio de Campo de Criptana (Ciudad Real). Su madre Ana María, de 42 años, fue asesinada a manos de su marido Manuel Bustamante durante esos primeros momentos de la mañana.
Después, el asesino se cebó con los hijos, Daniel y Paula, de 8 y 5 años. Los mató asfixiándolos con las almohadas de sus camas. Antes había intentado acabar con sus vidas abriendo la llave del gas, pero no hizo efecto. Tras el triple asesinato el padre de familia se suicidó tirándose por el balcón.
Markel (11 años), hijo de Raquel
Markel Malik sólo tenía 11 años cuando su padre acabó con su vida. También con la de su madre Raquel, de 45 años, y natural de Guipúzcoa. Los tres residían en Alcobendas (Madrid). Los vecinos se levantaron el 2 de Mayo, precisamente día de la Comunidad de Madrid, escuchando una fuerte discusión que terminó con el apuñalamiento de la mujer y su hijo menor de edad.
Los efectivos de la Policía Nacional tuvieron que derribar la puerta del piso para encontrar los cuerpos ensangrentados de Raquel y su hijo: ambos tenían heridas de arma blanca y los sanitarios no pudieron más que certificar las muertes. Markel era el único hijo en común de la pareja y estaba muy unido a su madre, ya que siempre estaba junto a ella cuando el asesino machista por motivos de trabajo pasaba largas temporadas en Francia. No había denuncias por violencia de género ni órdenes de alejamiento.
Javier (11 años), hijo de Maica
Marcos Javier Mirás Montánez, 42 años de edad. Electricista de profesión. Separado de Maica Curto Novas, conserje en un colegio. Él se había propuesto convertir la vida de ella en un infierno. Por eso, atacó donde más dolía. "Te voy a dar donde más te duele", había llegado a decirle en alguna ocasión. Y fijó su objetivo sobre Javier, de 11 años, el hijo que ambos compartían.
Todo ocurrió en el barrio coruñés de Labañou, donde Marcos Javier tenía fijada su residencia. El hombre pasaba unos días con el pequeño Javier. Cuando tenía que devolverlo a la madre, reventó en su locura. De un golpe, mató al niño.
Durante días, el asesino estuvo desaparecido hasta que por fin fue localizado en su vivienda. Marcos Javier se desmoronó y reveló a los agentes dónde se encontraba el cuerpo del niño. Estaba entre unos helechos en medio de la foresta.
Maica tuvo que reconocer el cadáver del pequeño. En el largo historial de la pareja figuraban varias amenazas que Marcos Javier terminó por cumplir.
Emmanuel (8 meses), hijo de Sara
“Hagan lo que tengan que hacer. Se ha producido una desgracia”. Fue el propio Isidro Sánchez, de 44 años, quien advirtió a los guardias civiles apostados a la puerta de su casa -en la calle Adolfo Suárez de Arcos de la Frontera (Cádiz)- de que había cometido un crimen: había matado a su hijo Emmanuel, de 8 meses, asfixiándolo. A Sara Bernal -de 31 años, su pareja y madre del chico- también la había golpeado.
Todo ocurrió a primera hora de la mañana del 1 de junio de 2017. A las seis, los vecinos alertaron a la Policía Local de que se estaba registrando una fuerte bronca en la vivienda. Golpes, gritos y el llanto de Emmanuel. Isidro trató de ahogar esos llantos y, en estas, mató a su propio hijo.
Cuando llegaron los agentes de la Policía local acompañados de una pareja de la Guardia Civil, se encontraron el escenario en silencio. Al no haber denuncias previas por malos tratos, no pudieron acceder a la vivienda. Fue a las ocho de la mañana cuando Isidro, por su propio pie, salió casa y confesó el crimen.
Sara Bernal -madre de otra niña de 10 años fruto de una relación anterior- había sufrido el maltrato durante meses, pero nunca dio el paso de denunciar, tal y como contó EL ESPAÑOL. Sufría sordera y los agentes del Instituto Armado se la encontraron desolada dentro de la casa. Estaba embarazada de cuatro meses.
Sharita (15 de meses), hija de Feli
“Dulce Feli y tu precioso bebé, descansad en paz. No puedo parar de pensar en vosotras. Nadie merece esto. ¡Deseo tantas cosas ahora mismo! Desearía haberte preguntado más si realmente estabas bien, si necesitabas ayuda con cualquier cosa. Me siento tan triste por todo esto. […] El cielo tiene dos nuevos ángeles y cuando llegue el momento nos volveremos a ver”.
En una de las viviendas del número 74 de la barcelonesa calle Llull se podía ver un altar de flores y velas que recordaba aquel fatídico crimen del 1 de octubre. Entre los regalos había varias notas, como la anteriormente transcrita, que reflejaban el dolor de los amigos de Felicidad, de 25 años. Todo ocurrió a punta de pistola.
Feli y su pareja, ambos de origen alemán, habían discutido. No era la primera vez que ocurría, pero sí sería la última. La joven debió de advertir que, en aquella ocasión, su novio, de 33 años, estaba dispuesto a todo. Por eso salió corriendo a la calle.
Pero se vio atrapada en el portal. Había dos puertas y era necesario abrir ambas con llaves. No fue lo suficientemente rápida para huir. Su novio la alcanzó y disparó contra ella a bocajarro. Feli -así la llamaban sus amigas- quedó tendida sobre el suelo. No tardó en morir.
Después, en un gesto inexplicable -como todos los recogidos en este reportaje-, el hombre volvió a casa y disparó a su hija Felicidad, la bebé que había tenido con su novia hacía 15 meses. Finalmente, apostó por quitarse la vida. El disparo que efectuó contra sí mismo fue mortal de necesidad.
En total, tres víctimas mortales.
Maia, (dos años) hija de Victorina
“Quería dejarlo y acabar con ello. Él me decía que me iba a matar a mí. Pero no pensé que iba a matar a mi hija”. Victorina, de 24 años, relataba así a EL ESPAÑOL su angustia. Apenas habían pasado unos días desde que su marido, Laurenti Mihai, de 28, sacudiese su existencia con un crimen atroz: mató a la niña de ambos, a la pequeña Maia, de apenas dos primaveras.
Para Victorina, Maia era su única razón de vida. Hacía tres meses que le había dicho a su esposo, Laurenti, que quería divorciarse. La pareja, nacida en Rumanía y ambos dedicados a la recolección de frutas, sostenía su subsistencia en una economía frágil. Ella, sin recursos económicos, no encontró salida a ese hogar en Alzira (Alicante) que se convirtió en escenario del crimen.
Él lo hizo por venganza, asegura Victorina. Era el 12 de noviembre cuando la mujer salió de casa rumbo a la comisaría de Policía. Cuenta que iba a denunciarlo por amenazas. En esas, recibió una llamada de su marido: “He matado a nuestra hija”.
Victorina volvió corriendo a casa. Allí sólo se encontró el cuerpo de su hija, pelo rubio -casi blanco- y ojos claros. Laurenti la había degollado con un cuchillo y el cuerpo de la niña yacía en una habitación rodeado de un charco de sangre. A su lado, el arma homicida. La mujer nunca se había figurado que su marido pudiera hacer algo así, según advirtió a este periódico.
-¿Imaginaba que él pudiera llegar a tanto?
-No. Quería mucho a su hija. Él no era agresivo. Lo hizo para vengarse de mí porque quería el divorcio.
Laurenti saltó por la ventana de un segundo piso, pero un coche amortiguó su caída y apenas sufrió algunas heridas y lesiones. Aquel 12 de noviembre apagó la llama de Maia, que no llegó a cumplir tres años.