Cuenta un conocido y afamado abogado de Pamplona que hace años, en uno de los juicios tuvo que lidiar con la fiscal Elena Sarasate Olza. Y todavía se acuerda. Sabía a lo que se enfrentaba. Antes de la vista, este letrado se acercó a ella en los pasillos para darle ánimos, como dos púgiles que chocan los guantes antes de que suene la campana y se reanude el combate de boxeo. Era el primer día del juicio.
-Venga, dale duro, Elena.
-Sí, sí. Tú déjame tranquila: al final, yo haré lo que tenga que hacer.
La frase transmite un poco el perfil de la fiscal Sarasate dentro de los pasillos del Tribunal Superior de Justicia de Pamplona, la jungla particular en la que se mueve como pez en el agua. Dura y recta, implacable siempre en su cometido, Sarasate es, en palabra de otro importante abogado de la ciudad, “como una metralleta, sin piedad. Los que la conocemos sabemos cómo es: cuando va a por algo lo consigue”. Esta semana ha sido una de las protagonistas indiscutibles del juicio más mediático que vive Pamplona desde hace décadas: el del caso “La Manada”. En él se juzga la supuesta violación de una joven en la madrugada del 7 de julio del 2016.
El lunes era la primera jornada a puerta abierta. Ese día se realizaba la lectura de las conclusiones de la acusación. Los periodistas podían acceder a la sala y ver por primera vez a los acusados. El primer turno era el suyo. Llevaba consigo un importante taco de folios. Comenzó a las diez de la mañana. Sarasate, pelo corto y rubio, con toga negra reglamentaria y un poderoso torrente de voz, habló durante dos horas.
José Ángel Prenda y los otros cuatro la miraban en tensión. La mujer les puso delante una enorme montaña muy complicada de escalar: una retahíla ingente de argumentos. “La intimidación fue gravísima, e impidió resistencia o huida no le quedó más remedio que someterse. Mantuvo una actitud pasiva, de no resistirse, eso es lo que se ve. Una mujer de rodillas, con cinco hombres rodeándole, siempre en posición de inferioridad. En ningún momento tuvo una actitud activa, estaba con los ojos cerrados, no había ningún signo de que hubiera participación, ni una sonrisa, ni un gesto ni una palabra. Dejó que aquello pasara cuanto antes. La sitúan y la colocan como a ellos les interesa en cada momento”.
Fue la intervención del día. Y el gran descubrimiento de la semana. Al final de su exhortación mantuvo sobre la mesa la pena de 22 años y 10 meses de prisión que pide para los cinco sevillanos. No había periodista que no se preguntase de dónde venía aquella mujer que acababa de introducir, dialécticamente, a "La Manada" en el redil.
9,35 de nota para fiscal
Elena Sarasate tiene 53 años y uno de los apellidos con más solera e historia de Pamplona. Pablo Sarasate fue un famoso compositor y violinista navarro de la segunda mitad del siglo XIX. Hoy el músico da nombre a uno de los paseos nobles del centro de la ciudad. La fiscal es también parte de esa Pamplona de clase media alta.
Sarasate está soltera y vive en el municipio de Zizur Mayor, un pequeño municipio situado a las afueras de Pamplona. Se trata de una de las zonas más ricas de Pamplona y alrededores. En buena parte, se trata de una pequeña ciudad dormitorio, residencial, de clase media-alta. Lo que más se advierte por sus calles son dúplex, chalets, chalets adosados y urbanizaciones con piscina.
Sarasate cuida mucho su imagen. Va siempre impecablemente vestida dentro y fuera de las salas. Y luego, detrás de la seriedad y de la mano de hierro que exhibe en sus juicios, en su tiempo libre es, según quienes la conocen, una mujer divertida y abierta a la que le gusta, como a muchos otros pamploneses, bajar a las calles de “lo viejo”, a San Nicolás, la Estafeta, las terrazas de la Plaza del Castillo.
Su familia es conocida dentro de la sociedad navarra. No solo por ella. Florencio Sarasate, uno de los montañeros históricos de la comunidad, fue su abuelo. En la tierra foral existe una gran afición por esta actividad rural durante los fines de semana, y él fue uno de los pioneros en esta labor allá por los años 50 y 60.
Se trata de una de las fiscales más importantes de la ciudad. Lleva treinta años ejerciendo la profesión. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, el 16 de septiembre de 1989 sacó las oposiciones para convertirse en fiscal. Lo hizo con una nota de 9,35. Fue la número 65 de su promoción. Había estudiado la carrera años antes en la Universidad de Navarra. Fue en esos primeros años en los que forjó su pasión por el Derecho.
La confirmación definitiva le llegó un viernes, 30 de marzo de 1990. Ese día a Elena Sarasate se convirtió en fiscal. Al año siguiente, el 30 de marzo de 1990, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publica que es destinada al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Bande (Ourense). No duró mucho esa etapa. Pronto volvería a Pamplona, el lugar donde ha ejercido más años a lo largo de su carrera.
Casos de violencia de género
El caso “La Manada” se ha convertido en un ciclón informativo que suscita un enorme interés. Es el caso más mediático del año. Pero a Sarasate no le ha pillado desprevenida. No es la primera vez que se encarga de algún caso relacionado con algún tipo de agresión sexual. Aunque el caso de “La Manada” cuenta con unas características únicas, Elena ya tuvo bajo su tutela hace 15 años un crimen relacionado con la violencia machista. Fue y es conocido como el crimen de Azpilagaña.
Sarasate pidió en aquel entonces 23 años de prisión para José María Valencia, vecino de Pamplona y autor confeso del crimen. Ocurrió el 2 de septiembre del año 2000. Valencia salió por la mañana de su casa en el barrio pamplonés de Azpilagaña. Compró el pan, la prensa, sacó el coche del garaje y lo aparcó cerca de la casa, pero fuera. Volvió a la vivienda. Al abrir la puerta, su esposa y víctima, María Ángeles Sierra Azcárate, estaba hablando por teléfono. El asesino cogió unos guantes y volvió a salir de la casa. Entonces llamó a la puerta. María Ángeles abrió. Entonces, su marido se abalanzó sobre ella, la golpeó y luego la arrastró de los pelos hasta el baño. Allí la degolló con un cuchillo jamonero. La mujer murió desangrada.
Sarasate se encargó de este caso que conmocionó a la sociedad de Pamplona a principios de este siglo. Consiguió que condenaran al autor del crimen, quien había tratado de aparentar que no había asesinado a su mujer, sino que todo había ocurrido producto de un robo. El hombre lo recogió todo, se cambió de ropa, lavó todo y metió los cuchillos y las toallas en un contenedor de basura. Cuando volvió a casa tras ocultar el crimen, llamó a los vecinos, pidiéndoles que le acompañaran a la casa porque creía que algo grave acababa de ocurrir. La puerta estaba abierta.
Semanas después, el asesino confesó el crimen cuando la Policía localizó su ADN en la escena del crimen, en las uñas de la víctima. Sarasate fue inflexible en el caso y pidió 23 años de prisión para el autor del crimen. El juicio se celebró con jurado popular. Logró que se le condenara por unanimidad.
Su forma de trabajar
El lunes, en la sala 102 del Palacio de Justicia de Pamplona, Sarasate dio una lección magistral de su estilo a la hora de llevar este tipo de casos. Quienes la conocen saben de sus virtudes: “Es muy buena interrogadora. Eso es importante tenerlo en cuenta, porque buena parte de la prueba consiste en interrogar. Es muy incisiva, consigue siempre poner contra las cuerdas a los acusados, eso sí, nunca pierde las formas”, relata a EL ESPAÑOL un reputado abogado de Pamplona que prefiere no dar su nombre.
Hasta hace pocos meses, llevaba muchos años adscrita a la Fiscalía de Menores de Navarra. En el juicio del Prenda y La Manada está cambiando ese perfil que tenía, eso sí, con el mismo trabajo de siempre. “Para este seguro que le habrá dedicado noches enteras. Ella no es una gran oradora, pero se lo prepara todo muy bien”, detalla esa misma fuente.
Así, ante “La Manada”, Sarasate trató de explicar por qué en los 96 segundos del vídeo no existe sexo consentido, sino intimidación, sometimiento y violación. Señala constantemente la culpa de los acusados con razonamientos lógicos producto de las contradicciones de los cinco imputados. Si según ellos la chica dijo que podía “con los cinco”, ¿por qué en sus primeras declaraciones la víctima habla de 4 personas?. Si habían quedado los seis para mantener sexo (y sin preservativo), ¿por qué ella llama por teléfono a un amigo que conoció esa noche con la intención de citarse con él? ¿Por qué en los vídeos la chica sale con los ojos cerrados, no habla, no hace ningún gesto, apenas se mueve si luego “La Manada” dice que fue participativa? ¿Por qué la dejan semidesnuda, le roban el teléfono y tiran por el camino la tarjeta y la funda del móvil?
Son muchas preguntas que Sarasate sacó a relucir en su extensa intervención. Su voz atronó, según advirtieron quienes la escucharon, “como una locomotora. Es una máquina”. Una larga exhortación de dos horas que fue escuchada con atención por Prenda y su “Manada”. Los cinco estuvieron tensos, con el mentón y los pómulos apretados en esos primeros minutos. “Yo ya lo sabía. Es una de esas personas con las que resulta muy difícil sacar algo para tu cliente”, relata uno de los abogados que mejor la conocen”.
“Diría que es muy concienzuda. No deja cabos sueltos”, apunta otro juez navarro que la conoce bien. A muchos de ellos, al ser preguntados por alguna cualidad que destacarían de ella, les salen aspectos muy distintos de la forma de trabajar de Sarasate. “Creo que sobre todo destaca por la capacidad de sintetizar todo. Más que una buena oradora”. “Los informes que ella hace al final son muy brillantes”. “Si la tienes de contraria, peor”. “Trabaja doce horas al día. Se prepara los temas a conciencia”.
Elena prosiguió despachando a Prenda y los suyos: “Hubo superioridad física de los acusados. De ninguna manera ella esperaba lo que iba a suceder. Todas las conversaciones eran entre varones, ninguna palabra pertenece a la víctima. Ellos deciden lo que hacen, lo que tiene que hacer la víctima. Si son consentidas las relaciones, por qué roban el móvil, lo normal hubiera sido intercambiarse los números; pero se lo quitaron con la intención de dejarla en absoluta indefensión".
Eran las doce de la mañana del pasado lunes cuando los periodistas abandonaban la sala del juicio a todo correr para enviar a sus jefes lo más destacado del poderoso alegato de la fiscal. Todos lo comentaron, incluso sus compañeros en el juicio, la intervención que acababa de hacer en favor de la víctima de la presunta violación en San Fermín. “Es que Elena es muy buena. Es la mejor”.
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