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Marzo de 2012. Un camión, seis escoltas, helicópteros, informadores en cada peaje. En medio, una caja. Es la Operación Venus, el blindaje que protege a la Constitución de Cádiz en su primer viaje a la luz desde 1850, cuando fue guardada en una caja fuerte del Congreso de los Diputados. El bicentenario la libró de sus cadenas.
La Pepa y las versiones originales de sus seis hermanas -1837, 1845, 1869, 1876, 1931 y 1978- duermen el sueño de la Historia en algún lugar del palacio de la Carrera de San Jerónimo. "No podemos desvelar cuál por razones de seguridad", responde un portavoz del Archivo de la Cámara. Ni siquiera se muestran en sala a los investigadores acreditados. El ejercicio del romántico tiene un límite: la digitalización que ofrece la página web del Congreso. Se pueden ver tal y como son, pero nunca tocarlas.
El letargo de los papeles que algún día rigieron los destinos de España lo acuchillan exposiciones esporádicas, alguna visita solemne, una fecha insalvable por señaladísima... Pero ahí están, antes sobre la sábana, ahora -y desde hace cinco años- dentro de una caja a medida, que las protege del polvo y de las limpiezas periódicas. Con la excepción de La Pepa, su equipo de protección actual apunta que el resto "nunca" ha dejado el Congreso. Nunca. "La única que falta por encuadernar y guardar es la modificación de 2011", explican las fuentes consultadas del archivo.
Vía internet, un ejemplar de la Constitución de Cádiz -primera edición impresa- se vende a casi 40.000 euros. El precio engordaría considerablemente tratándose del manuscrito. Si se multiplica por seis -aunque el valor de las hermanas caería gradualmente con su juventud-, puede imaginarse la caja fuerte repleta de miles y miles de euros, aunque disfrazados de páginas y artículos.
La Pepa
Siendo la más antigua, posa como la más fresca. Presume de las salidas que no disfrutaron sus compañeras. La Carta de 1812 luce sobre un mantón verde oscuro, agavillada por un par de tiras rojigualdas. "Constitución política de la monarquía española", dice la portada. En la última página, las firmas manuscritas de los diputados que la sellaron. Después vendrían las versiones diminutas de contrabando, los devocionarios liberales que habría que esconder a ojos de los franceses.
Con ella se asentaron, sin mucha esperanza de vida, las primeras barreras al rey, la búsqueda de la independencia judicial, la libertad para escribir o la soberanía nacional. "La religión es y será perpetuamente la católica" y el Dios "supremo legislador de la sociedad" ilustraron los resquicios del absolutismo. La creación de la Diputación permanente para cuando llegan las vacaciones de los políticos y la inviolabilidad de los parlamentarios todavía sobreviven. El texto de Cádiz, respuesta política a la invasión napoleónica, a la gestión del monarca y de su ministro Godoy, fue sepultada por el propio Fernando VII en 1814.
La Carta de 1837: "Vivió y murió en un minuto"
La de 1837 descansa en sábana amarilla y caja de madera oscura. Dentro, otra cubierta. De piel y azul claro. Fue firmada por la regente María Cristina, la madre de Isabel II, y así consta en un cuadro del Museo Romántico. Uno de sus inquilinos, Mariano José de Larra, dijo de ella: "Vivió y murió en un minuto".
Se 'vendió' como la versión reformista de la Carta de Cádiz. En un equilibrio extraño, reforzaba el poder del rey a la vez que subrayaba las limitaciones de la monarquía. Fue autora de las denominaciones "Congreso" y "Senado", que sobreviven en 2017. Una sucesión vertiginosa de gobiernos opuestos dio con ella al traste. Conoció sucesora en 1845.
La marcha atrás de 1845
La marcha atrás de 1845 tiene tapas de piel roja y letra dorada. Los fotógrafos del Congreso la han captado sobre un fondo moteado y bermellón. Su carácter grisáceo contrasta con la viveza en la que se enmarca.
Su llegada transmitió una sensación de fragilidad. Parecía que un cambio de gobierno sustancial podía traer consigo una nueva Constitución. En lo que supuso un golpe al liberalismo, se derribó la soberanía nacional para devolverla a las Cortes y al rey y se concedió al monarca la potestad para nombrar al jefe del Ejecutivo.
La "gloriosa" de 1869
Fue auspiciada por la caída del régimen de Isabel II y el empujón que supuso La Revolución Gloriosa. Casi un tercio de sus artículos tiene que ver con el reconocimiento de distintos derechos.
Tuvo mala suerte. Amadeo de Saboya, la primera República, la vuelta de la monarquía... Una cascada de ingobernabilidad fulminó el texto que pretendía recuperar gran parte de lo perdido en 1845.
1876, el proyecto de Cánovas del Castillo
Los folios de 1876 parecen los más artesanos, textura cartón. También manuscritos. Isabel II en el exilio y rebasada la República, es tiempo de Alfonso XII, Cánovas del Castillo y el turnismo. Lo que, en líneas generales, se ha conocido como Régimen de la Restauración, por ser repuesta la monarquía borbónica.
Con esta Constitución, queda instaurada una "paz flexible" trufada de turnismo y caciques. Sobrevivió hasta 1923, cuando el dictador Miguel Primo de Rivera la dejó sin efecto.
1931, la llegada del color
La Constitución de la II República es nota fuera de pentagrama en esta caja fuerte. Por su diseño tricolor y la huida de las cajas de piel. Por dentro, gana en elegancia. Los rostros de sus protagonistas aparecen en forma de retrato.
Firmada por Julián Besteiro, puso tierra de por medio. El laicismo y el protagonismo de los "trabajadores" dejaba atrás los tics absolutistas contenidos por sus hermanas mayores. Supuso la vuelta a las cortes unicamerales, la amplitud de los derechos y también una vuelta a la inestabilidad, a la fragilidad de una España que, cinco años más tarde, quedó partida en dos.
Constitución de 1978, ¿se abrirá el melón?
Con el 6 de diciembre, llega la manida expresión "abrir el melón". Su reforma. El Congreso alberga el ejemplar original, su versión reformada en 1992, pero no la encuadernación del último cambio, el de 2011.
También se conserva la pluma dorada con la que el rey Juan Carlos firmó su puesta en marcha. El año que viene se cumplirán cuarenta años de su nacimiento. Ya es, de largo, la más longeva de todas.