Decía Gary Lineker que el fútbol es un deporte que juegan 11 contra 11 y al final siempre ganan los alemanes. Pues la política catalana es una cosa en la que participan muchos partidos y al final siempre ganan los convergentes. Porque da igual el nombre que traigan. CiU, PdCAT, Convergència, Junts per Catalunya… Porque no importa que queden segundos y no sean la fuerza mas votada. Porque tanto da que Ciudadanos haya obtenido más escaños y sea, virtualmente, el partido ganador. Al final, el control del cortijo lo vuelven a tener los convergentes. Aquello que montó Pujol, que ha mutado varias veces y que siempre resurge de sus cenizas. La derecha nacionalista catalana es como la banca: siempre gana.
“Da igual que no quedemos primeros. Aunque Ciudadanos tenga mas votos y escaños, hemos ganado nosotros. Es como si el Madrid nos gana 0-3 en el Camp Nou pero nosotros ganamos La Liga”. Así lo resumía un militante en el hall del Hotel Catalonia Eixample 1896. Fue el lugar elegido por Junts per Catalunya para seguir la noche electoral. Y desde el primer minuto se vio claro que, aunque Junts per Catalunya no iba a ser la fuerza más votada, el resultado iba a ser mucho mejor del augurado por las encuestas. Periodistas de todo el mundo seguían la velada con lazos amarillos anudados al cuello. Ese fue el color de los colgantes de las acreditaciones de prensa. Integrémoslos a todos en una misma causa, aunque no quieran.
La euforia se contuvo hasta el final. Hasta que el recuento estaba al 96%. Es algo muy catalán: ir ganando por cuatro goles y estar con el corazón en un puño pensando que te van a empatar. La prudencia excesiva. Algunos abrazos, alguna lagrimita suelta… pero prudencia hasta el final. El seny también es eso.
Terminó el recuento y, entonces sí, se desató la euforia. Los candidatos salieron al estrado a cantar Els Segadors, a gritar Independencia y Puigdemont president. Envalentonados todos. Turull empezó su discurso con un “Hola Soraya. El gobierno de Puigdemont ha derrotado al de Rajoy”, que provocó la risotada generalizada. Él y Josep Rull, los dos que estuvieron presos en Estremera, fueron los dos que se mostraron más eufóricos en sus intervenciones. Y una consigna general: “El 155 ha muerto. Las urnas lo han enterrado”.
Como si de Eurovisión se tratase, después de los discursos llegó la conexión internacional. Puigdemont , desde su huida en Bruselas, acabó de venirse arriba, exigiéndole a todo el mundo que tomase nota: “El estado español, el IBEX35 y Europa”. Todos tenemos que tomar nota. Los convergentes de toda la vida vuelven a sentirse los amos del cortijo.
En su primera intervención, Puigdemont se deshizo de un plumazo de la CUP. Ya no le hace falta su apoyo. Subrayó que Junts per Catalunya ya tiene libertad de movimientos, porque “si sumamos nuestros escaños y los de ERC, es decir, los de los partidos independentistas, tenemos más que Ciudadanos, PSC, PP y los comunes juntos. Más escaños y más votos”. Dijo sumando Junts per Catalunya y Esquerra. Directamente descartó a la CUP, esa especie de piedra en el zapato con la que estaban obligados a hacer el viaje hacia la independencia. La suya fue una unión interesada.
¿Y con Esquerra? Con Esquerra han estado a la greña desde el 1 de octubre. Se pelearon y se separaron. Pero ayer ya contaban con ellos. El objetivo es la independencia, tanto da que ambos partidos tengan ideas diametralmente opuestas en materia, por ejemplo, de políticas sociales o económicas. Lo mismo da que el desencuentro entre ambas formaciones haya sido tan grande que hayan optado por separarse para comparecer a estas elecciones e ir cada uno por su lado. Ahora sí, vuelven a entenderse. Lo han decidido los convergentes, que mandan en Cataluña desde que Pujol los fundó.
Pero… ¿ahora qué? Porque, pasada la euforia de la noche electoral, la borrachera de haber quedado segundos pero haber logrado la victoria del bloque independentista, llegará la resaca de realidad, que será intentar que se convoque un referéndum pactado. Y en Madrid no están por la labor. El PP, desahuciado en Cataluña, no tiene visos de querer cambiar su posicionamiento. No van a sentarse para pactar un referéndum. No van a sentarse para modificar la constitución. Son los grandes derrotados de todo este proceso. No sólo porque en Cataluña han quedado como una fuerza más residual que nunca. No sólo porque hasta el PACMA les pisa los talones (los animalistas se quedaron a 133.000 votos de los populares). Los populares son los grandes derrotados porque Ciudadanos ha pegado un golpe encima de la mesa. La formación naranja sube como la espuma y se presenta como la próxima amenaza que se les viene encima en España.
Por tanto, y a pesar de la euforia, el Partido Popular no querrá sentarse a negociar y en Cataluña vuelven a mandar los convergentes. La vida sigue igual. Pero eso sí, más complicada que nunca.