Son días de niños en el escenario, de villancicos antes de las vacaciones y de obras de teatro con nieve y espumillón en el libreto. Muchos padres quieren fotografiar a sus hijos en acción, pero no están solos sobre las tablas. La imagen muestra decenas de menores y su publicación, da igual en redes sociales o en un periódico, requiere el permiso de todos y cada uno de los progenitores.
¿Qué pasa si cuelgo en Facebook la foto de mi hijo? ¿Y si la subo a Instagram? ¿Me pueden denunciar? ¿A cuánto asciende la multa? ¿Qué papel juegan los colegios en todo esto?
Para hallar una respuesta conviene cruzar todas las leyes que protegen al menor. Sobra decir que, como cualquier adulto, tienen derecho a la intimidad personal, familiar y a la propia imagen. Conviene conocer el terreno que uno pisa, teniendo en cuenta la tendencia al "oversharing", fenómeno así bautizado en Estados Unidos, según el cual tendemos a compartir nuestra vida desaforadamente.
Cuando son los padres quienes 'suben' la foto
Cuando el niño tiene menos de catorce años, la distribución de cualquiera de sus imágenes requiere la autorización de sus dos progenitores. El padre y la madre deben estar de acuerdo, independientemente de divorcios o custodias. En caso de que difirieran, será el juez quien intervenga.
Si el menor tiene más de catorce años, ya estará habilitado para otorgar su propio consentimiento, aunque en determinadas circunstancias también será necesario el de sus padres o tutores. Un perfil cerrado en redes sociales -sólo consultable por los amigos del usuario- no se podrá alegar como excusa.
El consentimiento no siempre es suficiente. Si, a tenor de la ley, la imagen difundida va en contra de los intereses del menor y se considera una intromisión ilegítima, la Fiscalía podría ordenar su retirada sin importar la autorización otorgada por los padres. Tampoco valdría la del niño, a pesar de que hubiera cumplido los catorce.
Según explica la abogada de Legálitas Marián Rojo, la Justicia evaluará si la fotografía aporta datos personales del menor: si revela el colegio al que acude, los parques donde merienda, los lugares en los que está más desprotegido...
Las peleas entre padres
¿Y si un padre se queja a otro porque ha colgado la foto de la actuación de los villancicos? "Lo más frecuente suele ser la vía amistosa, la mera petición de retirada. Si opta por la vía judicial, el magistrado ordenaría quitar la imagen de las redes y dictaría una indemnización en función de los daños infligidos a la víctima". Otra posibilidad, explica Rojo, es acudir directamente a Facebook o Instagram y pedir a la empresa la retirada de la imagen por vulnerar el derecho a la intimidad del menor.
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) también podría mediar, pero la sanción no pasaría por indemnizar a la víctima, sino por una multa, cuyo importe -entre los 300 y los 600.000 euros en función del daño ocasionado- sería ingresado por el erario público.
Cuando es el colegio quien difunde la imagen
Como explica Rojo, aquel que difunde la imagen es quien debe probar haber recibido el consentimiento de los padres del menor. Dados los dimes y diretes generados por este asunto, la AEPD ha confeccionado una guía al respecto.
Cuando el centro escolar graba o fotografía con un objetivo estrictamente académico y el uso no rebasa esta esfera, no será necesario recabar la firma de los padres o tutores.
En el momento en el que se contempla cierta difusión, aunque sea la web o revista escolar, se requeriría la autorización de los progenitores. Imaginemos que se celebra un festival y que dos familias no quieren que aparezcan sus niños en las redes sociales. ¿Se prohibiría el espectáculo? La AEPD no obliga a ello, pero sí que exige al centro informar de que el uso del material tendrá que ser exclusivamente doméstico.
¿Qué dice el niño de todo esto?
Mercedes Bermejo, directora de Psicólogos Pozuelo y experta en materia infantil, lamenta una falta de empatía generalizada con el niño. "¿Por qué les hacemos algo que no haríamos a un adulto? Si sale llorando o con mocos en la obra de teatro, ¿por qué enseñamos el vídeo sin preguntarle? Se trata de una agresión a su intimidad en toda regla. En una medida u otra, que se incrementa con la edad, son conscientes de lo que ocurre".
Bermejo, en su consulta, pide la autorización firmada a los padres, por supuesto, pero también al niño: "Aunque tenga tres años, le pido un garabato. Es una forma de hacerles partícipes. Se dan cuenta de que hay una cámara, de que les graban y se van sensibilizando", concluye.