“Le pegó una patada a la niña en la cafetería en la que trabajaba antes ella, delante de todo el mundo. De su último trabajo lo echaron cuando se enteraron de las denuncias. Lo que queremos en la familia es que eso no se quede tan solo. Lo único que no quiere la familia es que quede como un accidente de dos jóvenes de madrugada. Porque no lo es”. José es el tío de Andrea Carballo. Habla en nombre de la familia de la joven que tenía 20 años cuando fue asesinada el pasado sábado. Ha transcurrido cinco días desde que Víctor Llorens Jordà, su expareja, la asesinase tras secuestrarla y estampar el coche con ella dentro contra una gasolinera de Benicàssim.
El último mes, según cuenta el tío de la joven a EL ESPAÑOL, resultó un calvario al que Andrea se vio sometida después de cortar su relación con él. Andrea llevaba al menos un año viviendo con Víctor. Al dejarle se marchó de allí. “Este último mes ha sido una locura: maltrato, amenazas... Por eso le dejó y se volvió a la casa de su madre”. José está destrozado, como el resto de miembros de la familia.
No ha sido hasta ahora cuando han sabido que ‘El Peonza’, como le conocían en Vila-real, llevaba años maltratándola. Justo después de cortar el acoso se volvió todavía más intenso. Insoportable. En ese último mes, el joven de 28 años la siguió a la puerta de casa, trató de atropellarla con el coche que luego utilizaría como arma asesina. Llegó a pinchar las ruedas del vehículo de Inma, la madre de la joven.
Sabía de todos sus movimientos. De nada sirvió la orden de alejamiento de 200 metros que la joven obtuvo cuando le denunció. Hasta tres denuncias interpusieron la joven y su familia contra él. Según ha podido saber EL ESPAÑOL a través de la familia de la víctima, Víctor ya había maltratado a una pareja anterior. Tenía antecedentes por ello.
Coches tuneados, gimnasios y alcohol
Víctor es vecino de toda la vida de Vila-real. Sus padres regentaban allí una conocida y asentada pastelería. A la familia de Andrea no siempre le daba buena impresión. “Como no debemos meternos en la vida de nadie, pues callas, pero no me daba buena espina. Siempre muy callado, sin mirar a la cara… No daba buena espina”.
Víctor estudió en el colegio de los Carmelitas. Años después, ya mayor de edad, era un joven que pasaban los días entre las noches en las discotecas de Burriana y otras como La Posada de Castellón. El resto del tiempo, dedicaba su vida a los partidos del Real Madrid a tunear su coche (El Volkswagen de color rojo que luego sirvió de arma contra Andrea) y a dar largos paseos con su perro.
Eso era un poco lo que marcaba su vida. Para él, las noches y el gimnasio lo eran todo. Hace tres años, en 2014, antes de empezar su relación con Andrea, colgaba una de las muchas fotografías que durante años ha subido a las redes sociales sobre sí mismo. En la mayoría de esas instantáneas aparece él mirándose al espejo, con el torso desnudo y posando para el flash. Esa fotografía en cuestión la colgó con un mensaje adosado: “Dedicado a los personajes que me envidian: intentar ligar no es lo mismo que ligar sin intentarlo”.
El 11 de diciembre, dos semanas antes de asesinarla, Víctor deja un mensaje en su Facebook. La joven lleva ya semanas acosada y perseguida. Tenía miedo de su ex. Se trata de una fotografía de dos manos entrelazadas. Son la suya y la de Andrea.
“Rompiste los esquemas y siempre marcaste la diferencia,no mentías,solo disfrutábamos y seguimos haciéndolo como el primer día cuando dos se entiende no hace falta jurar, simplemente te dije que jamás tendrías algo malo de mí y a día de hoy más de 2 años y no te as quejado simplemente ver tu día a día limpia por fuera y limpia por dentro que pocas quedan decirte que esta semana tenemos un baile pendiente mi corazón”.
Víctor no frenó
En noviembre Andrea decidió dejar la relación después de más de dos años de malos tratos. Comenzaba ahí el peor calvario posible. Al marcharse de su casa, Víctor comenzó a hacerle, si cabe, la vida todavía más complicada. Tras el intento de atropello llegó la denuncia y la orden de alejamiento de 200 metros y de comunicación con ella por cualquier vía.
Llegó también la protección oficial. La joven no tenía una escolta específicamente hablando, sino un teléfono de ayuda. Se trataba del móvil de una Policía Local de Vila-real con la que contactar cada vez que lo necesitara. La tarde anterior al crimen se vieron y tomaron un café. La joven le dijo que Víctor no dejaba de seguirle a todas partes. La policía le dijo que no se preocupase, que al día siguiente lo detendrían por quebrantar la orden de alejamiento. Por eso, esa noche Andrea le dijo a su madre: "Estate tranquila que mañana le van a coger".
Efectivamente, Víctor no solo la rondaba con su coche. La amenazó en diversas ocasiones por la calle. La familia de la joven ha contado a este periódico cómo las compañeras de trabajo escuchaban, de boca de la joven víctima, los problemas que tenía en la casa de Víctor, los golpes, los palos y el “miedo”. Andrea trabajaba desde hacía tiempo en un almacén de cítricos y allí se desahogaba como buenamente podía. Su familia no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
“Sabía que la recogía una compañera en la esquina y aprovechó”. Víctor conocía perfectamente la rutina de su exnovia y la persiguió hasta dar con ella. Cuentan los familiares de la joven, a través del testimonio de los vecinos que presenciaron el secuestro, que se escucharon gritos de la joven en la calle. Víctor la arrastró hasta el coche. Condujo hasta una gasolinera situada en la N-340. Allí había dos surtidores. Víctor no frenó. La Guardia Civil ha podido constatar, según ha tenido conocimiento este periódico, que no hay marcas de frenada en el asfalto. Fue directo a la muerte. Solo quería llevarse a Andrea por delante. Tristemente lo consiguió.