Cuando el crimen machista acaba con toda la familia
Ana María Rosado y sus dos hijos fallecieron el 28 de marzo, en Campo de Criptana (Ciudad Real), a manos de su marido y padre, que después se quitó la vida, en el caso paradigmático de violencia de género que dejó 2017.
29 diciembre, 2017 20:22Cuando los agentes de la Guardia Civil se presentaron la calle Convento de Campo de Criptana (Ciudad Real) se encontraron con un escenario rayano con lo infernal. Manuel Bustamante, de 48 años, convirtió su domicilio en un escenario cuatro veces mortal. Primero mató con sus propias manos a su mujer, Ana María Rosado, de 42; después, con una almohada, asfixió a los dos hijos del matrimonio. Daniel y Paula sólo tenían 5 y 8 años. Con tres muertos sobre sus hombros, el asesino optó por quitarse la vida. Encendió la llave del gas, pero no debió de ser suficiente para sus propósitos y finalmente se precipitó por el balcón. Los equipos sanitarios no pudieron hacer más que certificar su muerte.
El suceso conmocionó a esta localidad manchega de 14.000 habitantes. El relato de los acontecimientos arrancó en la noche del 28 de marzo, cuando Manuel mató a Ana María y a los pequeños Daniel y Paula; a estos últimos se los llevó al salón de la vivienda. Al día siguiente, los vecinos alertaron a las autoridades de que un hombre se había suicidado desde el balcón de su casa. Los agentes se encontraron con el horror.
Es inevitable que los amigos de la familia consumiesen su angustia entre un rosario de dudas: ¿Por qué? ¿Qué pudo llevar a Manuel, funcionario en el Ayuntamiento de Campo de Criptana, a matar a su esposa, a sus hijos y a sí mismo? ¿Qué podría haberse hecho para evitar una tragedia de tal magnitud? ¿Se podría haber salvado la vida de Ana María, de Daniel y de Paula de algún modo?
Blanca Esther, Toñi, Virginia...
Preguntas de difícil respuesta. Sencillamente, todos los mecanismos funcionaron estrepitosamente mal para no detectar una desgracia de esta envergadura.
Como también falló todo con Matilde de Castro, la primera mujer asesinada en manos de su novio en España en 2017. Lo mismo podríamos decir de Blanca Esther, de Toñi, de María de los Ángeles, de Virginia… así hasta medio centenar de mujeres muertas este año en condiciones similares, siempre con el relato de la violencia machista como hilo conductor.
Hemos elegido el caso de Campo de Criptana como arranque de esta historia porque acumula muchos de los condicionantes relacionados con la violencia machista: una mujer sin red de apoyo, unos hijos que sufren la ira criminal del hombre en su máxima expresión, un asesino que se suicida tras perpetrar el crimen.
La vida de las víctimas
Ana María Rosado figura entre las personas relevantes que han perdido la vida en 2017 en esta recopilación de EL ESPAÑOL. Y lo hace en representación de todas las mujeres asesinadas en circunstancias similares. Su historia figura en el episodio vigésimo segundo de la serie La vida de las víctimas de este periódico, en la que se pone rostro a todas estas historias.
Los diferentes expertos consultados por este periódico ponen el foco en los agujeros negros del sistema.
Marisa Soleto, directora de Fundación Mujeres: “Algo falla estrepitosamente cuando nos encontramos con estas cifras. Este es un tipo de violencia que se reproduce y mantiene por el caldo de cultivo de la desigualdad entre hombres y mujeres”.
Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad durante la legislatura de Zapatero: “No ayuda el hecho de que constantemente haya hombres que banalizan este asunto y generan confusión diciendo que también hay denuncias falsas”.
Silvia Montes, psicóloga especialista en violencia machista: “Si las mujeres no tienen una red de apoyo, es casi imposible salir de una espiral de violencia. […] si ella solo depende de él, a ella le resultará muy difícil no solo acabar con esa relación, sino incluso darse cuenta de que él ejerce violencia”.
Con todos esos parámetros, en 2017 se cierra una relación de asesinatos de índole machista que han marcado el transcurso del año. Con estas cifras como elemento base de trabajo, el reto debe de ser siempre el 'rango cero': ni una sola víctima.