Cuando Rosario Rodríguez Fraga se despertó el día 23 de agosto de 2016, la mañana siguiente a que desapareciese Diana Quer, su marido dormía plácidamente en la cama. José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, descansaba en el dormitorio conyugal. Rosario, de sueño ligero, había notado cómo su esposo había pasado unas horas fueras de casa en mitad de la noche. Pero era algo sin importancia. Ella, enamorada hasta la médula y sometida a la figura de El Chicle, siguió adelante. Incluso decidió encubrirle. Sin más. Hasta que le dijo al juez, 495 días más tarde, que ya no lo tenía tan claro.
Rosario (30) conoció a José Enrique (41) en los primeros compases del siglo XXI. Corrían los años 2000 y ambos coincidieron una noche en una de las cientos de fiestas que hay en verano por la zona. Habían crecido muy cerca el uno del otro. Las casas de sus padres apenas las separan unos quince minutos en coche. Ella pertenece a una familia de Catoira, una localidad encajada al fondo de la Ría de Arousa, al borde de la desembocadura del río Ulla. Él es natural de la parroquia de Asados, en el municipio de Rianxo.
Poco después, en 2003, el flechazo terminó en boda. Rosario apenas sumaba 16 años. El Chicle, 27. La relación se tuvo que sellar al poco de conocerse. Ella era apenas una adolescente. Él, un hombre ya adulto que le sacaba una edad considerable. ¿El por qué de unas nupcias tan tempranas? “Se casó tan joven porque se quedó embarazada”, confirman a EL ESPAÑOL fuentes de la familia.
A los Rodríguez Fraga se les conoce bien en su Catoira natal. El municipio es una villa de tradición marinera y lo habitual es que sus gentes busquen el sustento en el agua, ya sea en barco, mariscando o cuando la materia prima ya está en tierra. La familia de Rosario no es excepción: su padre, Eugenio, se ganaba el pan así antes de emigrar a Suiza, como otros tantos. Los hijos -Eugenio, Elena, Rosario y su hermana gemela Vanesa- también miraron al mar para ganarse la vida; en su caso, en empresas conserveras de la zona. De hecho, Rosario llegó a estar en nómina de una firma local de congelados en la que también trabajaba El Chicle.
Su primer hogar, la casa de Rianxo cercana a la nave
Cuando Rosario y El Chicle se casaron, se trasladaron a la casa de los padres de él, a la vivienda de Rianxo en la que se crió. Al hogar que se encontraba a escasos minutos a pie de la nave donde ocultó el cadáver de Diana Quer. A la zona que su marido se conocía como la palma de su mano. Pero, a los pocos años, la pareja adquirió un techo propio, esta vez en la parroquia de Taragoña.
Es esta nueva vivienda, en cuyo garaje Rosario guardaba su coche Alfa Romeo gris, de la que El Chicle se fue a las diez de la noche el 22 de agosto de 2016 diciéndole que iba a robar gasoil. No volvió hasta pasadas las tres de la mañana.
Rosario provenía de un ambiente enrarecido. Su padre, según afirma a este periódico fuentes de su entorno, cabeza de familia de clase media-baja, sostuvo durante buena parte de su vida comportamientos de carácter machista. Trataba a las mujeres como seres inferiores. Incluidas sus propias hijas, que lo asumían como algo normal. Aunque, que se sepa, la familia de Rosario no tiene, como la de su marido, ninguna relación con clanes de droga locales o de otros turbios negocios que todavía hoy subsisten en la región.
En este contexto parece más sencillo comprender cómo Rosario Rodríguez Fraga se prenda de José Enrique Abuín Gey. “Él es extremadamente celoso. No la dejaba estar a solas con nadie sin que él estuviera presente. Ni siquiera de sus propias hermanas”, confirman a este diario desde la familia de El Chicle.
Ha sido ahora, con su detención y puesta en manos de las autoridades judiciales, cuando se ha revelado la cara oculta de El Chicle, esa que todos en su entorno tenían tristemente asumida. “Debido al entorno, Rosario se queda enganchada de José Enrique. Era muy dependiente de él, lo tenía idealizado. Por eso incluso dejaba pasar episodios puntuales de maltrato”, indican fuentes conocedoras de la investigación que pesa sobre El Chicle.
Su hija vive con los abuelos maternos
El matrimonio -peligrosamente normal en apariencia, pero que dejaba los monstruos para la intimidad- tiene una hija de algo más de diez años, Carolina. Pero la cría no vive con ellos en la casa de Taragoña. La niña reside con los padres de Rosario en Catoira. “Es porque los dos padres trabajaban antes. Entonces, la matricularon en Catoira, donde vive con los abuelos”, explican desde su círculo a este periódico.
Rosario es callada, tímida. No demuestra demasiada personalidad de cara a la galería y parece estar anulada bajo la figura de su marido. La mujer del autor confeso ha resultado fundamental para la resolución policial del caso. Pero no fue la única que le encubrió con respecto a lo ocurrido en A Pobra el 22 de agosto de 2016.
“Es muy duro, nos duele mucho porque no esperas algo así. Hubo un cuñado de él que le encubrió. Se trata del cuñado de su mujer, el marido de una de sus hermanas. Esa hermana también le encubrió [ambos viven en el mismo domicilio que la pareja]. Enrique tiene que pagar por lo que hizo”, señalaba su hermana a EL ESPAÑOL. Porque ambas familias apenas tienen trato entre sí. La de El Chicle vivía en Rianxo y la de Rosario en Catoira, municipios vecinos. Sin embargo, tan solo coincidían en los cumpleaños de la hija y en reuniones familiares muy puntuales.
Esa misma familia, los Rodríguez Fraga, repudió y no apoyó a la hermana gemela de Rosario cuando denunció, en 2005, que Enrique la había violado. Rosario le protegió a él, sus padres no le creyeron ni tampoco la respaldaron. La joven acabó retirando la denuncia. Incluso apoyando a su hermana tras el torrente informativo que ha situado a su familia en un epígrafe de la crónica negra de España.
No abandonará a su marido
Aún así, Rosario no piensa abandonar a su marido. En cuanto el juez suspendió la incomunicación que pesaba sobre El Chicle, corrió a mostrarle su apoyo incondicional. Su matrimonio seguirá adelante. No le dejará solo. Porque le da igual que haya confesado ser el autor de la muerte de Diana Quer. Que la mantuviera engañada durante los 16 meses que estuvo desaparecida la joven madrileña. Que la implicara en el caso pidiéndole que le proporcionara una coartada. Que ella tratara de disuadir a la Guardia Civil en sus sospechas. Nada le importa.
Hace más de un año, Rosario declaró ante la Guardia Civil por el caso, preguntada por los agentes acerca de qué hizo su marido aquella noche. Ella contestó que esa madrugada, 22 de agosto de 2016, había estado con él. En aquel entonces, eso bastó.
Pero fue ella quien volvió a asegurar ante el juez que Abuín no se encontraba con ella la noche del crimen de Diana. Afirmó que estuvo fuera de casa durante aproximadamente cinco horas. El Chicle se fue a las diez de la noche diciéndole que iba a robar gasoil y no volvió hasta pasadas las tres de la mañana. Pero no notó en él “nada raro”. El juez la ha dejado libre. Los padres de Diana Quer no están de acuerdo con esta medida y creen que ha sido precipitada. Por eso la han recurrido.
El 'running', pasión compartida
La pasión compartida de Rosario con su marido José Enrique era el running. La familia -su hija Carolina también- se entrenaba a conciencia y participaban en toda clase de competiciones. Los tres formaban parte del mismo equipo, el del Club de Atletismo +9 de Moraña, a algo más de media hora en coche de la residencia del matrimonio. Además, disfrutaban yendo a practicar deporte al aire libre. En mitad de la naturaleza.
Rosario Rodríguez Fraga continuará, motu propio, de la mano de El Chicle. A la sombra de su marido. Casi veinte años después, el deslumbramiento continúa. A pesar de las atrocidades. A pesar de los engaños. A pesar de los golpes. No sabe qué será de ellos en los próximos años porque su vida ya está marcada para siempre. Ella, plegada ante sus designios. Los próximos se los comunicará, probablemente, en un vis a vis.