La planta, una vez cortada, no mantiene sus propiedades psicotrópicas más de dos o tres días, así que los consumidores tienen que darse prisa y tomarla fresca. Agarran los tallos y los mastican, como si de hojas de coca se tratase. La primera sensación es de 'risa tonta'. Luego, más tonta todavía. Locuacidad tal vez. Brotes de euforia incluso. Hasta que llega el 'bajón' y el consumidor queda un estado de estupor y luego totalmente narcotizado. Si la dosis es muy alta, el consumidor cae en una especie de estado de semicoma.
Cocaína africana, hojas del paraíso, hojas de la muerte o té abisinio... En realidad se llama khat. Esta planta (Catha Edulis), consumida de forma masiva en África, es una potente droga adictiva cuyo abuso puede derivar en delirium tremens, está pasando por España cada vez con más frecuencia. Llevamos dos alijos en menos de un mes. La Guardia Civil acaba de incautar una maleta con 30 kilos en el aeropuerto de Hondarribia procedente de Kenia. El pasado 18 de diciembre de diciembre, la Policía Nacional hizo lo propio con un cargamento de 70 kilos en en Aeropuerto de Barcelona. En aquella ocasión, las plantas venían de Etiopía.
Como espárragos trigueros en mal estado
"Son como espárragos trigueros en mal estado". Una empresa de mensajería de Madrid recibió un cargamento que definió así en su llamada a la policía. Un ciudadano somalí y una holandesa habían intentado enviar un cargamento de khat mediante sus servicios. La empresa no se fió y llamó a los Alazanes (unidad de motos de la Policía Nacional), que procedieron a inspeccionar el material. Allí, envueltos en hojas de plátanos, encontraron 50 kilos de khat.
Tiene dos principios activos similares: la catina y la catinona. Esta segunda sustancia tiene un efecto similar al de la cocaína y está emparentada directamente con las anfetaminas. De hecho, cada vez está más cotizada en Estados Unidos. Allí utiliza para elaborar metacatinona, una sustancia similar (pero más barata) a la metanfetamina, que es una droga que tiene un altísimo número de adictos en América.
El khat es ilegal en casi toda Europa. No así en el Cuerno de África, donde su consumo no sólo es lícito; es que está ampliamente aceptado y socializado desde tiempos inmemoriales. Por ejemplo, ocho de cada diez somalís son adictos al khat. Las mujeres, en cambio, tienen prohibido consumirla. Al menos en público. Ellas pueden cuidar la cosecha y venderla en el mercado, pero no participar de las ceremonias sociales donde los hombres la mastican.
Mueve más dinero que el presupuesto de Somalia
Al tener un grado de aceptación tan alto, su producción es masiva. El khat es uno de los pilares fundamentales de la economía de Somalia. Cada año genera más de 50 millones de beneficio a los productores de Somalia, una cifra bastante superior al presupuesto total del gobierno de Mogadiscio. Esto provoca que el khat sea uno de los elementos claves en las guerras de este país. La producción de esta planta se centra principalmente en Somalilandia, una especie de país independiente de facto en el norte de Somalia, pero no reconocido por la comunidad internacional. En esa zona, un 55% de la población es adicta y pueden llegar a gastar hasta un cuarto de su sueldo en esta droga, según Global Research.
Pero el problema del khat no se centra de forma exclusiva en Somalia. Se estima que 25 millones de personas la consumen en África Oriental, Yemen y Arabia. Hay países, como Djibouti, que tiene un censo de un millón de habitantes y al menos la mitad son adictos. A pesar del grave problema de desnutricióninfantil de esta excolonia francesa, su población gasta 220 millones de euros al año en esta droga. En Yemen, el 90% de la población masculina está enganchada al khat.
La droga de los parados
Kenia, Etiopía, Eritrea o Tanzania son otros de los países donde el khat está muy presente en el día a día de la sociedad. Se consume de forma casi ritual, masticada e infusionada. Tiene un componente social muy arraigado en la sociedad de estos países. aunque su factor adictivo, lo fácil que resulta conseguirla (al ser barata y no requerir un proceso de elaboración) y el alto grado de desempleo en estos países africanos, hace que sea una sustancia que consumen especialmente los parados. Eso, por una parte, retroalimenta su situación de inactividad. Por el otro provoca en a población enfermedades derivadas de su consumo, como cáncer de esófago o esquizofrenia.
Su paso por España no tiene como objetivo el narcotráfico a gran escala. No sería viable. Un kilo de khat a duras penas puede alcanzar los 600 euros. Se trata mas de una cuestión de demanda de los emigrante africanos en nuestro continente, que no pueden obtenerla aquí. Además, es una planta cuyas propiedades se evaporan en tres o cuatro días, que es el tiempo máximo que puede estar en tránsito. Para su mejor conservación se envuelve en hojas de banano. Eso provoca una paradoja: en los países productores están más cotizadas las hojas que envuelven y protegen el khat que la misma sustancia.
Su consumo es casi inédito en España, dado que la población africana con más presencia en nuestro país procede de Senegal, un país en el otro extremo del constinente y donde no se consume esta planta. Sin embargo, en lugares como Reino Unido, donde la población de etíopes y somalís es mucho mayor, su consumo es habitual. Un manojo de khat cuesta unas 3 libras esterlinas. España, una vez más es el lugar de paso de este tipo de drogas.