Pepe Barahona Fernando Ruso

Maika se echa más peso sobre los hombros. A la carga del trabajo, de la familia, del día a día, esta mujer de El Puerto de Santa María (Cádiz) sumó hace diez años el compromiso de ser costalera. Fue de las primeras en entrar en un mundo hasta entonces reservado a los hombres. Un lastre más. Solo el tiempo normalizó una posición que muchos ahora quieren revertir. Hace apenas unos días, recibió la noticia que su hermandad prohibía las cuadrillas mixtas, decisión que vetaba el acceso de las mujeres a las trabajaderas. La sentencia cayó a plomo sobre sus hombros. No se hundió. Como cuando carga bajo el Cristo Yacente, Maika tira de casta para rebelarse contra el machismo y reclamar su sitio en la Semana Santa. Así le echen el peso que le echen.

Empezó siendo niña. Maika Anelo Sánchez, de 38 años, procede de una familia de tradición cofrade. De chica se vestía de Virgen, cualquier toalla valía para hacer de manto, ponía marchas de Semana Santa en el radiocasete y andaba conforme lo hacen los pasos. Aprendió de su padre, también costalero. A él le debe “el veneno” de la trabajadera —como se conoce en el argot al entramado de travesaños en los que sitúan la cerviz quienes portan los pasos—. Pasó su juventud siendo sujeto pasivo, viendo con fervor a quienes se fajaban para acometer las procesiones bajo los pasos. Anhelando ser uno de ellos. Sin tan siquiera verbalizar algo que a todas luces era imposible. No existía: las mujeres costaleras.

Un reconocimiento que Maika recibió de sus hermanos 'borriqueros al cumplir 10 años bajo las trabajaderas. E.E.

Hasta que todo cambió. Un año, ahora hace una década, la ingenuidad de otra compañera hizo que se le abrieran las puertas de ese mundo. Su amiga Macarena llegó de Canarias, donde sí se permitían las cuadrillas mixtas, y sin pudor preguntó al capataz si podía cargar. “Y dijo que sí”, relata Maika sin ocultar todavía la sorpresa. “Él necesitaba costaleros y ella se estaba ofreciendo, ¿cómo iba a decir que no?”, razona la portuense. Un año después sería ella la que llamase a la puerta. Y también entró. Era la segunda costalera en la historia de El Puerto de Santa María. Tras ella llegarían otras más. Ahora son casi una docena.

En estos diez años, Maika no ha faltado a su cita con el Viernes Santo, donde comparte vivencias con el resto de costaleros del Cristo Yacente. Más tarde entraría también en las cuadrillas de la hermandad de la Borriquita y del Dolor y Sacrificio.

EL SUEÑO DE MAIKA

"Recuerdo que un amigo —sigue Maika— durante un ensayo le contó al capataz de la Borriquita que mi sueño era ser costalera de ese paso. Él respondió que, si ese era mi sueño, ya estaba cumplido. Delante mía arrió los pasos y preguntó al resto de la cuadrilla que si alguno tenía algún problema. Nadie dijo nada. Y entré. Fui la primera mujer de esa hermandad”.

—¿Cómo ha sido su relación con el resto de compañeros durante esta década?

—Buenísima. Los que estaban a favor nos integraron, salíamos con sus mujeres, quedábamos; los que estaban en contra nos ignoraban, era como si no estuviésemos. Pero, a pesar de esa indiferencia, no nos trataban mal. Ahora, gran parte de unos y otros nos escupen. Después de diez años [explica con ironía] todos se han dado cuenta de que no le gustaba las cuadrillas mixtas.

—¿Hay machismo debajo de un paso?

—Nunca vi diferencia entre hombres y mujeres. Me sentí muy integrada. Era uno más. Nos vestíamos juntos. Sin ninguna mirada furtiva. Nada. Por eso la decisión de dejarnos fuera es tan chocante.

Maica le debe al costal su matrimonio. Conocía al hoy su marido de antes, pero el amor se fraguó entre trabajaderas. Ambos eran costaleros. Ahora tienen una hija.

Después de diez años como costalera, tras recibir un reconocimiento justo hace unos meses por ser una de las primeras mujeres de una cuadrilla en El Puerto de Santa María, Maika se enfrenta a su primera Semana Santa sin serlo, al menos en dos de las tres hermandades con las que hace estación de penitencia. Algo extraño que todavía no ha terminado de encajar.

LAS RAZONES DEL VETO

Las hermandades de la Borriquita y de La Soledad llevan meses desojando una margarita a propósito de la decisión de vetar las trabajaderas a las mujeres. En la primera, el cambio de capataz ha generado que se prohíban las cuadrillas mixtas; en la segunda, fue una decisión de su propio marido la que motivó su expulsión.

“Mi hija tiene catorce años y lleva años queriendo ser costalera del paso de ‘las escaleritas’ —un misterio alegórico con una cruz que portan los menores de la corporación—; pero la hermandad solo permite costaleras en el paso del cristo, y porque mi marido es el capataz. Viendo la insistencia de mi hija, mi marido preguntó si podían incorporar a mujeres a ese paso, y la respuesta fue que no. Por coherencia, mi marido dejó el cargo de capataz. No podía ser partícipe de un sistema que discrimina a las mujeres. Y la junta de gobierno aprovechó para prohibir también a las mujeres ser costaleras en el paso del cristo”.

Una decisión que choca en una hermandad en la que la hermana mayor es una mujer.

—¿Duele más cuando la que quien dice que no es una mujer?

—Sí, porque antes de todo hay que defender el género. Y fuimos las mujeres las que apoyamos a una mujer para que fuese hermana mayor. Y duele mucho. Porque era mi amiga.

Maika junto a un compañero costalero ante el paso de la Borriquita. E.E.

Atónita por la decisión, Maika colgó una reflexión en Facebook sobre el significado de la palabra hermandad. Terminaba así: “Ojalá algún día tengáis el placer de ser padre o madre de una hija costalera”.

—¿Lo hace por su hija?

—Antes incluso que por mí. Lo que yo estoy sufriendo no lo quiero para ella. Porque ella lleva el veneno del costal. Le encanta. Solo por ella… No sé si volveré yo, o volverá mi hija. Pero las mujeres tienen que volver a la Semana Santa.

Su reflexión en Facebook ha desatado todo tipo de comentarios, a favor y en contra, en las redes sociales y en la vida pública de su ciudad. Solo una de las compañeras costaleras se unió a la causa de Maika. Del resto nada se supo. “Es más —señala la portuense—, me culpan a mí de la decisión de echarnos”. La que sí se significó, su amiga Andrea, ya ha rehusado a disputarle el pulso a la hermandad. Está sobrepasada. Los medios, sus vecinos, su familia. Ya ha dicho basta.

“MI PROPIA FAMILIA ESTÁ EN CONTRA MÍA”

Maika está sola, recibiendo mensajes y solicitudes de amistad por cientos en Facebook. Echando sobre su cerviz el peso de la crítica, solo mitigado por algunos comentarios de apoyo. “Me paran por la calle para darme fuerzas, me dicen que siga”, explica. “Otros dicen que estoy desprestigiando la Semana Santa de El Puerto de Santa María, hay gente de mi propia familia que están en mi contra”.

—¿Y considera que está desprestigiándola?

—No, para nada. No sé qué esperaban ellos. Acaso que me quedara cruzada de brazos. Ellos la están manchando. Nosotros entendemos que una Semana Santa igualitaria, en la que caben hombres y mujeres en igualdad, es una Semana Santa más grande.

En las últimas horas, la concejala de Igualdad, Matilde Roselló, le ha expresado su intención de intermediar con el Consejo de Hermandades y con las corporaciones implicadas, también con el Obispado de Cádiz. La bola se hace más grande.

Reconocimiento en el pasado año de la Hermandad del Santo entierro ante los diez años de Maika como costalera de dicha Hermandad. E.E.

—¿Qué respuesta esperas de la Iglesia?

—Pues no sé, me consta que nuestras hermandades están iniciando trámites para echarnos como hermanas, pero si el Obispado es inteligente nos dará la razón. El propio Papa lo dice, canónicamente estamos dentro de la Iglesia, mujeres y hombres.

—¿Se plantea llegar al Vaticano?

—Sí, pero es difícil. Lo vemos lejano. Ojalá recibiésemos respuesta.

—¿Se encomienda a Dios?

—Llevo yendo cuatro días seguidos a la capilla del Cristo Yacente. Cada vez que paso, entro y le riño. Le digo que llevo muchos años luchando por él y qué menos que ahora él nos ayude un poquito. Y creo que sí, que nos ayudará. Esto va a cambiar, pero porque tiene que cambiar.

Pero Maika sigue contando los días que faltan para el Domingo de Ramos sin que nada cambie. Ya sabe que, si no carga, no irá a ver la cofradía. No podría soportarlo. Aunque espera que todo dé un giro en los próximos días. “Si cambian de opinión las hermandades —adelanta—, nosotros haríamos de tripas corazón y volveríamos a retomar nuestra relación con normalidad. Aunque nos pesara la incomodidad. De unos y otros”.

—¿La Semana Santa es machista?

—La mujer ha avanzado mucho en todos los ámbitos de las hermandades. Hay mujeres de hermanas, de nazarenas, mayordomas, de acólitas… incluso de hermanas mayores, pero al llegar a la trabajadera se ha frenado en seco. Y no lo entiendo. Sí, muchísimo. Muchísimo. Es machista.

Maika Anelo se plantea llevar su caso al Vaticano Fernando Ruso