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“Es que no veas cómo vienes”. “Un día de estos te voy a drogar”. “La próxima vez vigila tu vaso”. Son algunas de las frases que tuvo que escuchar de boca de varios compañeros la soldado que denunció haber sido violada en un cuartel del Ejército del Aire en diciembre de 2017.
“Me han sobado todos (...) Qué voy a hacer si son mis jefes”. “Me he sentido como un cacho de carne”. Estas son las explicaciones que ella dio ante la Policía cuando contó los hechos. Ahora, EL ESPAÑOL ha accedido en exclusiva a las declaraciones en sede policial de 13 de sus compañeros.
La denuncia
A las 14.02 horas del 12 de diciembre de 2017, una militar de la Policía del Ejército del Aire denunció haber sido violada durante la madrugada del 10 al 11 de dicho mes en el cuartel de Bobadilla (Antequera, Málaga).
La mujer, de baja psicológica desde entonces, tiene 35 años. Ha contratado al abogado Javier Rincón, director del bufete Rinber Abogados.
Ese día, la denunciante se personó en comisaría y contó que los recuerdos de aquella noche eran vagos porque alguien, no sabe quién o quiénes, la había drogado. Lo sabía porque había dado positivo en barbitúricos en un test de droga que le ofreció un compañero a la mañana siguiente.
La denunciante explicó ante la Policía Nacional que pasó la tarde del 10 de diciembre bebiendo cervezas y copas en un local de Bobadilla. Fue en el pub Gabanna, donde estuvieron durante horas celebrando la festividad de la Virgen de Loreto, patrona del Ejército del Aire.
Ya de noche, tras ir al baño y dejar su botellín en la barra, notó que la cerveza tenía un sabor amargo, aunque no sospechó nada y continuó bebiendo de forma moderada, como lo había hecho hasta el momento.
A la una de la madrugada del 11 de diciembre, un compañero que la vio aturdida la acompañó hasta el cuartel y la ayudó a ponerse el pijama. La dejó durmiendo en una habitación que suelen ocupar los cocineros cuando se quedan a dormir en el recinto. Aquella noche estaba vacía. La llave estaba puesta en el pomo.
Durante los días siguientes, según iba recordando más detalles de lo sucedido, la mujer amplió en dos ocasiones su denuncia. Contó que se había notado doloridos sus genitales, el labio superior de la boca y el costado izquierdo a la altura del pecho.
Dijo que aquel día no bebió mucho, que nunca se había sentido así tras una noche de borrachera y que recordaba dentro de su habitación al menos a dos hombres entre luces y sombras: uno de tez morena y otro junto a ella, muy cerca de su rostro. No pudo concretar más.
La mujer aportó a los investigadores toda la ropa que vistió aquella noche y también la que llevaba puesta al despertarse a la mañana siguiente: un vestido, un saco de dormir, el pijama, su sujetador, las bragas, unas medias… Precisamente, la Brigada Provincial de la Policía Científica de Málaga ha confirmado la existencia de semen en las medias de la víctima que denunció haber sufrido una agresión sexual.
“Se han evidenciado dos máculas, una primera de 34 milímetros de longitud localizada en la pernera derecha de los pantis color ‘beige’, cuya morfología es longitudinal al eje de la pierna, y una segunda localizada en la pernera derecha de los pantis mentados, de 9 milímetros de diámetro, cuyos análisis preliminares obtienen un resultado positivo en material biológico (semen), tanto con el estudio con haces forenses como con la prueba del kit de PSA”. Así lo dice el estudio policial, al que ha tenido acceso este periódico.
Hasta el momento, la Policía Nacional ha llamado a declarar a 13 personas, todas militares destacados en el citado cuartel malagueño. Este periódico ha tenido acceso a a sus declaraciones, así como al testimonio de la víctima. Está previsto que este próximo jueves comparezcan dos compañeros más.
Nueve de esas 13 personas, todos varones, aceptaron también someterse a una prueba de ADN, cuyos resultados se cotejarán con los de los restos de semen hallados en la prenda de la denunciante. A continuación exponemos los pasajes más importantes de algunas de esas declaraciones.
La víctima
Nacida en Málaga en julio de 1982. Domicilio: acuartelamiento de Bobadilla (Antequera, Málaga). En el pub Gabanna se sintió acosada por dos compañeros, el sargento primero R. y el cabo mayor V. R., dijo la víctima, mostró un “especial interés” por ella y su vida, “acercándose más de lo debido”: le acarició la pierna.
En ese mismo momento, ella notó otra mano que le tocaba el muslo por la parte trasera. Reaccionó dando un manotazo. Al poco, otros dos, no recuerda quiénes, se acercaron y le dijeron al oído: “Es que no veas como vienes”. Cree que en esos momentos ya debía de estar drogada porque no recuerda sus rostros. “Me sentí muy incómoda, con ganas de llorar por su comportamiento, tocándome y diciéndome groserías”.
Durante la noche, la mujer salió a la puerta del local a fumar. Le contó lo ocurrido a un compañero. “Me han sobado todos (...) Qué voy a hacer si son mis jefes”. “Me he sentido como un cacho de carne”.
Era de noche. La mujer ya había visitado el baño y vuelto a la barra junto a más compañeros, donde tuvo la sensación de amargor al ingerir de nuevo la cerveza de su botellín. Poco a poco, dijo, fue perdiendo distancia con la realidad. A la una de la madrugada, un compañero (y amigo) la acompañó hasta el cuartel y le cambió el vestido que llevaba por un pijama. Ella le pidió que le dejara puestas las medias. Él, después, se marchó a su habitación.
“En medio de la noche, mientras dormía, me desperté con ganas de ir baño, sintiéndome desubicada y desorientada (...) No recuerdo cómo volví a la habitación (...) A la mañana siguiente, a las 10, abrí los ojos y me encontré acostada preguntándome qué había sucedido. Se acercaron mis compañeros la soldado N. y el cabo V. -quien la acostó-. Hablando sobre la noche anterior llegamos a la conclusión de que pudieron drogarme porque estaba bien y de golpe no podía sostenerme en pie ni yo recordaba nada”.
“Alrededor de las 17 horas me encontré con S. por el pasillo del pabellón y me hizo referencia a mi mal aspecto, insinuando que me pasé con las copas. Yo le respondí que estaba equivocado, pues no bebí tanto, y además di positivo en un test de drogas. Él le quitó importancia y me dijo que la próxima vez vigilara el vaso. Ahí me vinieron a la cabeza las repetidas bromas durante las guardias diciéndome que algún día me tendrían que drogar para aprovecharse de mí”.
El cabo que le acompaña al cuartel
Cabo militar de la sección de Policía del Ejército del Aire. 16 años destinado en el acuartelamiento de Bobadilla. Nacido en julio de 1978 en Jerez de la Frontera (Cádiz). En el pub Gabanna se encontró con su amiga, a la postre la denunciante. A las 21 horas la vio preocupada e irritada porque dos compañeras se habían marchado sin decirle nada y le dejaron sin llave de la habitación. La vio normal, casi siempre en la barra junto a un sargento, al sargento primero R. y al cabo mayor V.
En un momento en el que el declarante salió del pub, su compañera, a la que vio rara, le dijo: “Me han sobado todos, me han tocado todos”. Su compañero le preguntó que por qué se había dejado. Ella respondió: “Y qué voy a hacer, si son mis jefes”. También contó que, al verla salir del baño tras diez minutos, tenía “la cara un poco rara”.
A la una de la mañana, cuando acompañó a la denunciante al cuartel, ella “hablaba con sentido pero muy despacio, no coordinaba los movimientos”. Él temía “que pudiese caer al suelo”. Luego, la acostó en la habitación que normalmente ocupaban los cocineros y se marchó a dormir a su cuarto. A la mañana siguiente, ante el mal estado de su amiga, le ofreció un test de drogas que estaba caducado. Dio positivo en barbitúricos.
La soldado N.
Nacida en junio de 1983 en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Soldado de la Policía del Ejército del Aire. Destinada en Bobadilla desde hace 11 años. Es amiga de la víctima. Cuenta que se marchó en coche del Gabanna sobre las 9 de la noche. Iba acompañada de otra compañera.
Más tarde, recibió una llamada de la denunciante preguntándole dónde estaba ya que antes habían hablado de dormir juntas. A la mañana siguiente la visitó en la habitación en la que la víctima había dormido. Nada más verla, le dijo: “Tía, ayer no bebí tanto como otras veces y estoy super rara. Tengo una resaca muy rara”.
Ya en el desayuno, mientras hablaban de lo que podría haber ocurrido la noche anterior, la soldado N. le planteó la posibilidad de que le hubieran drogado. Por la tarde, la víctima de la violación le contó la conversación que había tenido con S. Le dijo que le pareció raro que S., al que definió como cotilla, no le preguntara nada más. También le contó que en varias ocasiones, siempre “en tono de broma”, le había dicho: “Un día de estos te voy a drogar”.
La soldado N. también explicó ante la Policía que su compañera, durante aquella madrugada, escuchó a dos hombres “aullando como gatos en celo, uno aullaba y otro contestaba (...) mientras rasgaba una puerta”. Además, dijo en comisaría que la mujer que denunció haber sufrido una violación se sintió “rodeada e incómoda” puesto que le tocaron sin su consentimiento.
El cabo S.
El cabo S. nació en Álora (Málaga) en junio de 1977. Tiene domicilio en Pizarra, una localidad también de la provincia malacitana. Destinado en el acuartelamiento de Bobadilla desde 2011.
En comisaría contó que aquella noche, la del 10 al 11 de diciembre de 2017, le presentó a la denunciante al hermano de la limpiadora del cuartel. Dijo que ella habló con todo el mundo y que en ningún momento se percató de que compañeros del cuartel la manosearan sin su consentimiento, y que él tampoco lo hizo. “No vi nada de eso, estaba normal, bebiendo cerveza”.
Ante los policías que le interrogaban, el cabo S. reconoció que le dijo a la denunciante “la próxima vez vigila el vaso”, pero que lo hizo en tono jocoso porque el hecho de que la hubiesen drogado le parecía “surrealista”.
El cabo mayor V. y el sargento primero R.
La Policía también ha tomado declaración al cabo mayor V. y al sargento primero R. V. nació en enero de 1974 en Vitoria (Álava). Lleva cuatro años en el acuartelamiento de Bobadilla, donde reside, aunque sólo tres meses con el cargo de cabo mayor. R., nacido en febrero de 1983, lleva dos años destinado en dicho recinto militar.
Ambos negaron haber hecho tocamientos a la denunciante. También dijeron que no la rodearon en ningún momento y que tampoco vieron a sus compañeros hacerlo. R. explicó que, en un instante de la noche, la mujer que ha puesto la denuncia por violación le dijo: “Joe, tío, he bebido y no he comido nada”. Los dos compañeros aseguraron que se marcharon del Gabanna antes que la mujer.