Ekai tenía 16 años. Hacía tiempo que este joven transexual luchaba por afianzar su transición de mujer a hombre. Ana y Exalar, sus padres, lo encontraron muerto en su casa de Ondarroa, un pueblecito de Vizcaya. Quedaban truncadas sus ilusiones de artista, su proyecto de vida posible gracias a esos objetivos a punto que nunca llegaron. Su suicidio es, por encima de casi todo, "una derrota de la sociedad".
Chupa de cuero y cabello rubio, dio un paso al frente de la mano de su padre en noviembre del año pasado. Sentado sobre un banco metálico, color arcoíris, instó a los políticos a flexibilizar la Administración para limar el sufrimiento del colectivo LGTBI: "El tema de explicárselo a todo el mundo.. Hay que pasar ratos muy malos". Se refería al cambio de nombre en el DNI, los impedimentos médicos...
Fueron esos ratos, "un cúmulo de cosas", los que le llevaron a decir basta. El tratamiento hormonal que no terminaba de llegar iba minando la autoestima de este chico con "vocación creativa", que ya había decidido cursar a partir de septiembre el bachiller artístico.
Ana y Exalar, volcados con su hijo
"El camino es muy largo, vas cumpliendo etapas, pero solicitas y solicitas y no te lo dan... Te baja la regla, por ejemplo. Es muy duro", relata una voluntaria de la asociación Chrysallis, que acompañó a Ekai en los buenos y malos momentos.
Su suicidio ha conmocionado el pueblo de Ondarroa, de apenas 9.000 habitantes en la provincia de Vizcaya, donde sus padres, Ana y Exalar, eran conocidos por la dedicación y la pasión mostrada por su hijo: "Iban a todo tipo de reuniones y actividades formativas, siempre estuvieron encima de Ekai". El municipio vizcaíno ya ha convocado una concentración en homenaje.
"Derrota social"
Chrysallis insiste en calificar la tragedia de "derrota social". "Debemos trabajar para despatologizar la transexualidad. No puede ser que para recibir el tratamiento haya que estar justificando ante un psiquiatra que estás tarado". La transición médica que esperaba Ekai, atendido en el Hospital de Cruces de Barakaldo, implicaba una terapia hormonal con el objetivo de "crear características masculinas como una voz más grave, el crecimiento del vello facial y de los músculos, la redistribución de la grasa corporal desde la cadera y los senos hacia otras partes, interrumpir el periodo menstrual..." -así lo describe el portal Planned Parenthood-.
Según Chrysallis, la concesión de estos tratamientos "es muy estricta y está condicionada por infinidad de dictámenes médicos y psiquátricos". Cuando llega, suele hacerlo a los 16, la edad que tenía Ekai, "pero para él ya es tarde".
"Nosotros no teníamos la sensación de que estuviera al límite, pero Ekai era muy artista, un chico muy introvertido, reservado... La adolescencia también es una edad muy complicada, son cosas difíciles de detectar", cuenta una portavoz de Chrysallis a EL ESPAÑOL.
"No hay un motivo concreto"
"Me lo decía su amá... no hay un motivo concreto. Ekai no sufría bullying en el colegio, son un cúmulo de cosas. Al final no ha podido...", se le rompe la voz. En los próximos días, iba a tener lugar una especie de convención manga que iba a reunir a varios chavales miembros de Chrysallis: "A Ekai le hacía mucha ilusión". Ahora, explica esta portavoz, muchos de ellos "están doblemente tocados". "Algo así hace que se te venga el mundo encima, ves cómo los demás caen...".
Otra de las batallas socialmente perdidas fue la de esa "formación" que el Gobierno vasco "prometió" dar a docentes, empleados y compañeros del colegio de Ekai, "que tampoco llegó".
Hace diez días, con casos como el de Ekai en la mochila, esta asociación acudió al parlamento vasco para denunciar la "patologización" de la transexualidad en España. "Hay comunidades que van sacando sus propias leyes y nosotros buscamos conseguirlo también".
El caso de Alan
No es la primera vez que se da un caso así. El 24 de diciembre de 2015, Alan se suicidaba en Rubí, Barcelona. De 17 años, era de los primeros menores en España que había conseguido cambiar su nombre en la documentación oficial.
“Quiero contar la historia de mi hijo para que a nadie le vuelva a pasar algo parecido, que sirva para que no se repita. Mi hijo no se ha suicidado porque sí, ha sido víctima de un crimen social. Una cadena de gente se ha reído de él a lo largo de su vida. Es la lacra del acoso que persigue al diferente. Y mi hijo lo era", contó la madre de Alan a la prensa.
A pesar de casos como estos, llegaron los autobuses de Hazte Oír, una asociación ultracatólica que paseó vehículos naranjas con los siguientes letreros: "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo. Que no te engañen".
Ekai, Alan y los autobuses de Hazte Oír, que claman abiertamente contra la transexualidad, dibujan el largo camino por recorrer en lo que se refiere a la aceptación del colectivo LGTBI.