Inocencio, el ertzaina bonachón de Ermua, conocido de Miguel Ángel Blanco y muerto en una pelea de ultras
Inocencio Alonso García, el ertzaina fallecido este jueves en Bilbao, tenía 51 años y dos hijos. Llevaba 30 años en la Policía autonómica vasca pero como agente de proximidad. No tenía que estar en el lugar de los hechos.
23 febrero, 2018 02:05Era un buen tipo. Un buen policía que no tenía por qué estar en una pelea entre ultras, porque ese no era su cometido. Inocencio Alonso García era un policía de proximidad que llevaba 30 años en el cuerpo, pero fue requerido, de forma excepcional, para formar parte del operativo policial que tenía que controlar el encuentro entre el Athletic de Bilbao y el Spartak de Moscú. Un partido de alto riesgo para el que se requerían todos los efectivos posibles. Y uno de ellos fue Inocencio, que perdió la vida en la batalla.
Una parada cardiorrespiratoria. Es la causa oficial de la muerte de Inocencio Alonso García, el ertzaina de 51 años fallecido durante las reyertas en el entorno de San Mamés. Un gallego que residía en Ermua y que llevaba más de media vida al servicio de la policía autonómica vasca. Una buena persona, muy querido en su pueblo, policía desde la época en la que mataron a Miguel Ángel Blanco. Un tipo tranquilo que no estaba acostumbrado a lidiar con este tipo de peleas.
Eran algo más de las ocho de la tarde cuando empezó el 'baile'. Es la palabra coloquial que utilizan los ultras para definir una pelea entre aficiones rivales: un baile. Venían avisando durante toda la semana: “Cuidado con lo que viene a Bilbao, que es cosa seria”, advertían los aficionados del Athletic. Y es que los radicales del Spartak de Moscú son conocidos por ser una de las aficiones más peligrosas de Europa. Son individuos de formación paramilitar que provocan estragos allá por donde pasan.
A pesar de que en Bilbao estaban preparados, no pudieron evitar las hostilidades. Empezaron en torno a las ocho de la tarde. Peleas, cargas policiales, fuegos artificiales a modo de armas arrojadizas... El operativo policial estaba conformado por 500 ertzainas, 100 policías municipales y 200 agentes de seguridad privada contratados por el club de futbol. Tal vez una cifra insuficiente para controlar a más de 3.000 ultras rusos, todos preparados para una gran batalla campal. Entre los agentes que tenían que controlar a los hooligans se encontraba Inocencio, que de repente, y en mitad del fragor de la batalla, se empezó a encontrar indispuesto.
Hay quien dice que fue un golpe, hay quien dice que fue una bengala, hay quien dice que fue simplemente una indisposición. La cuestión, hasta que la autopsia determine las causas reales de la muerte, es que Inocencio se empezó a encontrar mal. El policía fue llevado por sus compañeros a la ambulancia y desde allí al hospital de Basurto, con una parada cardiorrespiratoria. Los facultativos no pudieron hacer nada por salvar su vida.
Inocencio tenía 51 años, estaba casado y tenía dos hijos. Nació en Galicia, pero residía en Ermua desde hace más de 30 años. Formaba parte de la policía autonómica vasca desde sus primeras promociones. De hecho, en 1998, cuando mataron a su vecino Miguel Ángel Blanco, él ya formaba parte del cuerpo. El concejal asesinado por ETA era conocido suyo y compartían raíces gallegas. “La parte represiva de la Ertzaintza no iba con él”, declaran fuentes de su entorno. Era uno de esos policías de proximidad dialogantes, de los que rehuía la sanción y la represión. Amante del deporte, salía con su bici todos los fines de semana.
A pesar de que estaba físicamente fuerte, la preparación que requieren las fuerzas de choque de un cuerpo policial es superior a la de los policías de proximidad. Es lo que reclaman algunos de los allegados de Inocencio. “Yo recuerdo la formación antidisturbios mucho más estricta en cuanto a binomios. Y me da que la Ertzaintza ya no está acostumbrada a este tipo de enfrentamientos y tiene dejada la formación en casos extremos”, puntualiza un bilbaíno experto en cuestiones de seguridad y próximo a la policía autonómica vasca.
Sea como fuere, la llegada de los ultras moscovitas a Bilbao provocó que se estableciese un dispositivo policial superior al habitual en cualquier partido de San Mamés. Y al reclutar a todos los agentes disponibles, le tocó a Inocencio, que no estaba acostumbrado a batallar en estas lides.
A Inocencio lo trasladaron al Hospital de Basurto, donde falleció de un infarto. En el entorno de San Mamés, por su parte, la pelea siguió. Mientras los Herri Norte lanzaban cohetes y fuegos artificales a sus enemigos, los ultras del Spartak la emprendían a golpes con todo lo que encontraban a su paso. No contentos con eso, acabaron robando un furgón policial. El balance de la noche es la derrota del Athletic por 1-2, su clasificación para la siguiente fase de la Europa League, cinco ultras rusos detenidos, numerosos daños materiales en el centro de Bilbao y la muerte de Inocencio, un policía bonachón que no tenía por qué estar allí.