“Conmigo empezó cuando yo tenía cuatro años”, dice Claudia, que ahora tiene 20. “Hasta los 16 no paró”. Su cuñado, Miguel Ángel, le tocaba los genitales, el trasero, los pechos, se masturbaba delante de ella. Claudia fuma compulsivamente. Está nerviosa.
“Conmigo fue incluso antes. Yo era casi un bebé, tengo ese recuerdo, creo que incluso era más pequeña que mi hermana”. Virginia tiene 26 años. Es hermana de Claudia. También fuma, pero algo menos que ella.
Se nota que la nicotina del pitillo atempera a estas dos jóvenes de Córdoba. Resulta evidente que no les es fácil contar que, aquel chico cariñoso y zalamero que su hermana mayor metió en su casa cuando ellas aún eran crías, abusó de ambas durante la mayor parte de sus vidas.
Claudia denunció hace cuatro años, tras sufrir diversos ataques de ansiedad que le hacían perder el conocimiento. Desde entonces está en tratamiento psicológico.
Virginia se marchó de casa cuando cumplió los 18. Quería huir, alejarse del barrio, donde su cuñado había creado una gigantesca mentira en torno a ella: le dijo a sus suegros y a numerosos vecinos que Virginia se había prostituido en la portada de la feria de la ciudad o que la había visto practicando felaciones a hombres a cambio de dinero debajo del puente romano de Córdoba.
“Era su forma de protegerse -afirma Virginia-. Si yo decía algo de lo que me había hecho, todo el mundo iba a pensar que sería mentira, que lo hacía para vengarme”, explica este pasado martes en la salita de su casa.
Ahora, por primera vez y en exclusiva para EL ESPAÑOL, las dos jóvenes narran su dolor, después de que la Audiencia Provincial de Córdoba condenara en noviembre de 2017 a Miguel Ángel S. A. a dos años de cárcel.
Claudia y Virginia lo denunciaron también por violación. La Fiscalía pidió para Miguel Ángel 18 años de reclusión. Pero las partes llegaron a un acuerdo porque el cuñado de las jóvenes cambió su versión dada ante la Policía. En sede judicial reconoció que había abusado de ellas. Así, la condena se rebajó a dos años de prisión y el acusado, que no tenía antecedentes penales previos, evitó entrar entre rejas.
A su vez, Virginia y Claudia, quienes sabían que les sería complicado demostrar una agresión sexual debido al paso de los años, podían confirmar ante el resto que no mentían. Que los abusos sí fueron ciertos. “Era lo que más nos importaba. Si íbamos a juicio, hubiera sido muy difícil, por no decir casi imposible, demostrar unas violaciones que habían ocurrido tantos años atrás”, explica la menor de las dos hermanas.
Los nombres usados para este reportaje son falsos, salvo el del abusador. EL ESPAÑOL tampoco aporta algunos datos concretos sobre las víctimas con el fin de evitar que se conozcan su identidades.
Claudia: “Siempre he pensado que me rompió”
“Cómo iba yo a demostrar aquello, si no recordaba bien nada de lo sucedido”, cuenta Claudia. Se refiere a un episodio que vivió cuando tenía seis o siete años. No sabe -no puede- concretar con certeza.
Claudia se había quedado a dormir en casa de su cuñado y de su hermana mayor, que le lleva más de 20 años y que siempre ha defendido la inocencia de su marido. Por la mañana, al despertarse, se dio cuenta de que tenía “las bragas ensangrentadas”. También sentía un extraño dolor en sus genitales. Sólo recordaba que la noche anterior alguien se acercó a su cama. No sabía quién era. “Siempre he pensado que ese día me rompió”, dice la joven.
Claudia denunció a los 16 años. Fue en mayo de 2014. Unas semanas antes se había quedado a dormir con el que por aquel entonces era su novio. En mitad de la noche, la chica empezó a llorar desconsoladamente mientras dormía. Su pareja la tranquilizó.
A la mañana siguiente, el novio de Claudia le pidió que le contara qué le pasaba. La chica se sinceró y le dijo que su cuñado había abusado de ella desde los cuatro años. Su chico le respondió: o se lo cuentas a tus padres o soy yo quien se presenta en comisaría.
El 16 de mayo de 2014, Claudia le explicó a su madre que su cuñado Miguel Ángel había abusado de ella durante los últimos 12 años. Su madre se lo contó a su padre. Ambos rompieron a llorar.
A la mañana siguiente, Claudia sufrió un ataque de ansiedad que la dejó inconsciente. No era la primera vez. Había varios precedentes, los cuales la madre siempre achacaba al estrés por los estudios.
Cuando los servicios sanitarios que acudieron hasta su casa la reanimaron, le dijeron a los padres de Claudia que debían denunciar. Aunque no sabían nada de los abusos sexuales sufridos por la niña, sí sabían que algo le estaba pasando. Ese mismo día, los padres de la adolescente interpusieron la denuncia.
El abusador es un familiar en el 50% de los casos
En 2016, en España se registraron 4.056 denuncias por abusos sexuales, un 15,8% más que el año anterior, según un estudio de Save The Chlidren titulado Ojos que no quieren ver. Un 70% de los casos no llegaron ni siquiera a juicio.
El estudio, en el que la ONG analizó también más de 200 sentencias judiciales, reveló que en la mitad de los casos el abusador era un familiar y que en un 30% se trataba de una persona del entorno de la víctima.
El último caso de abusos sexuales en el seno familiar que saltó a los medios de comunicación fue el de la cuñada de José Enrique Abuín El Chicle, presunto asesino de Diana Quer. La joven fue violada cuando tenía 17 años, pero desistió del proceso judicial por la presión de la familia, que no creyó su versión.
“Los tíos te van a comer las tetas”
Según explicaron Claudia y Virginia ante el juez, su cuñado Miguel Ángel siempre solía actuar de la misma forma. Era común que aprovechara los ratos que tenía a solas con ellas, sobre todo cuando las dos se quedaban a dormir en su casa, donde él convivía con la hermana mayor de ambas.
Cuando Claudia denunció los hechos, Virginia estaba estudiando en un país latinoamericano. Al retornar a España, ella también presentó una denuncia contra su cuñado.
Ante los policías, la joven explicó que durante su niñez y su adolescencia Miguel Ángel le había manoseado los pechos, el trasero, los genitales. “Me tocaba, se masturbaba delante de mí…”, explica la chica.
Virginia también contó que eran comunes los comentarios morbosos hacia ella. “Cuando te crezcan las tetas, los tíos te las van a comer todas”, cuenta la chica que le decía su cuñado.
La joven cordobesa narró otro episodio. En este caso, de agresión sexual, no de abuso. Virginia explicó a los agentes que, cuando ella tenía 15 años, Miguel Ángel la llamó para que se fuera a ver una película a su casa ya que su hermana mayor había salido con las amigas.
Virginia, con más miedo que convicción, aceptó y fue. En el domicilio de su cuñado, éste le ofreció un cigarro impregnado de cocaína. Poco después, se abrió la cremallera del pantalón, se abalanzó sobre ella y le pidió que le practicara una felación.
La chica se negó. Según el testimonio de la joven, su cuñado reaccionó con brusquedad, le quitó los pantalones y la penetró sin llegar a eyacular en su vagina.
“En mi familia -cuenta Virginia- yo era la loca. Solía reaccionar en mi casa con gritos y de forma agresiva por cualquier cosa, pero sólo yo sabía por qué. Mi madre llegó a creerse lo que mi cuñado decía de mí. Creyó que me prostituía. Yo no podía contar nada de aquello. ¿Quién me iba a creer en ese momento? Sólo me vi con fuerzas de contarlo cuando supe que mi hermana había pasado por lo mismo que yo”.
Una de las consecuencias que Virginia tuvo en su vida por aquella experiencia fue caer en las drogas. Necesitó ingresar en un centro terapéutico para desintoxicarse.
La madre: “Es un embaucador, un actor estupendo”
Cristina es la madre de Claudia y de Virginia. Tiene un negocio propio en Córdoba. Para sacarlo adelante trabaja de sol a sol. A las cuatro de la tarde del pasado martes hace un hueco de unos minutos para atender al reportero. Su marido prefiere quedarse al margen del encuentro con EL ESPAÑOL. “Nunca ha llevado nada bien todo esto”, dice su esposa. “Ya ni siquiera es el mismo”.
Cristina no es capaz de hablar sin derramar lágrimas. Se culpa por no haberse percatado de nada durante tantos años de abusos a sus hijas. Al contrario, la mujer asegura que, para ella, su yerno siempre fue un hombre “intachable” de cara a los demás.
“Luego, cuando mis hijas me contaron lo que les hacía, até cabos y me di cuenta de que durante más de 20 años ese hombre ha sido un embaucador, un actor estupendo. Es capaz de hacerle creer a cualquiera lo que él quiere. Lo que no entiendo es que mi hija mayor -con la que ni ella, ni su marido ni sus hijas mantienen ya relación- siga viviendo bajo el mismo techo”. Miguel Ángel y su esposa tiene dos hijas en común. Ella siempre ha mantenido la confianza en su marido.
4.000 euros y una orden de alejamiento
Miguel Ángel S. A. nació en 1976. El pasado enero cumplió 42 años. La Audiencia Provincial de Córdoba lo ha condenado a dos años de prisión y al pago de 4.000 euros a cada una de sus dos cuñadas.
El tribunal lo castigó por cometer dos delitos continuados de abusos sexuales a menores de edad con los atenuantes de reparación del daño y de confesión tardía. Además, tiene prohibido acercarse a Claudia y a Virginia a menos de 500 metros, aunque ambas ya le han denunciado en una ocasión por saltarse la orden de alejamiento.
El condenado trabaja como engastador. Si Claudia y Virginia han decidido contar su historia por primera vez se debe, en parte, a que su cuñado ha estado entrenando hasta hace unos meses a niños del Séneca, un equipo de fútbol local de Córdoba. “No queremos que pueda hacerle a ningún otro niño lo que nosotras sufrimos en nuestras carnes”, dice Virginia, la mayor de las dos hermanas.
Claudia y Virginia repasan un álbum familiar en el que ellas aparecen de niñas. En unas fotos están solas. En otras, juntas. Las jóvenes conversan entre sí mientras clavan su mirada en aquellas instantáneas descoloridas y agrietadas por el paso del tiempo.
“El problema de todo esto fue llegar a pensar que aquello era normal”, dice Virginia. “Es cierto -interrumpe Claudia-. Él nos hacía pensar que aquello sucedía en todas las casas. Nos decía que éramos su familia y que lo que nos hacía era corriente”.
Pese a que Miguel Ángel reconoció los hechos, como no ha debido entrar en prisión él ha contado a sus conocidos y a sus familiares que ganó el juicio y que ha quedado absuelto. También va diciendo que, en realidad, él sólo admitió su culpabilidad para acabar con el caso y pasar página.
A las pocas horas de conocer la sentencia condenatoria, Miguel Ángel envió varios mensajes de audio por Whatsapp a un tío de Claudia y Virginia. El condenado decía así: "Yo no he hecho nada. Locas, unas putas locas". "Tu hermana ha pactado porque sabe que no tiene posibilidad de ganar. Ella sabe que es una puta mentira. Sabe que yo no soy capaz de violar ni de abusar de nadie y menos que de la familia, y que quiero y que he cuidado como una gran persona que soy". Palabra de un abusador confeso.