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Si la Habana es Cádiz con más negritos, como decía la canción de Carlos Cano, Algeciras se asemeja a la Medellín de Pablo Escobar pero con menos muertos. Los narcos tienen la culpa. El último episodio de la escalada de violencia que en los últimos años viven poblaciones gaditanas como La Línea de la Concepción o la propia Algeciras tuvo lugar la noche de este pasado miércoles. Cuatro traficantes de hachís la emprendieron a tiros contra la Policía y se atrincheraron en el chalet en el que guardaban varias toneladas de chocolate. Sólo se entregaron por la labor de un negociador.
En torno a las 10 de la noche de este miércoles, dos zetas de la Policía Nacional que patrullaban por San Bernabé, un barrio a las afueras de Algeciras, divisaron dos todoterrenos entrando por un camino de tierra a una chalet próximo a la prisión de Botafuegos.
Los cuatro agentes sospecharon que sus ocupantes acababan de alijar en una playa cercana y que usaban la residencia como guardería para almacenar la droga durante unas horas hasta su posterior distribución en cantidades inferiores.
Tres marroquíes y un español
En el interior del chalet había cuatro hombres. Tres eran de origen marroquí. El cuarto, español. Cuando los agentes se aproximaron a la vivienda, los narcotraficantes la emprendieron a tiros contra los policías, que respondieron de igual manera a la agresión. Uno de los coches recibió el impacto de varias balas.
Durante el fuego cruzado, uno de los agentes pidió ayuda de sus compañeros. Hasta la guardería se desplazaron dos furgones de la Unidad de Intervención Policial (UIP), a la que el Ministerior del Interior ha mandado recientemente a La Línea de la Concepción para tratar de apaciguar el ambiente de violencia que vive la ciudad fronteriza con Gibraltar.
Ante la negativa de los narcos a abandonar su atrincheramiento, un miembro de la UIP asumió las labores de negociador. Les explicó que la vivienda estaba cercada por policías, que ellos eran inferiores en número y que no tenían escapatoria. Sobre las 12 de la noche, dos horas después, los cuatro traficantes se entregaron.
Tras su detención, la Policía Nacional se incautó de dos escopetas, dos pistolas, dos chalecos antibalas y 2,5 toneladas de hachís.
"Esto parece Colombia o México"
Durante los últimos cinco años, y en especial los últimos dos, las bandas de narcos que operan en el Estrecho de Gibraltar han roto ese código ético que antaño mantenían con los agentes del orden. Antes apenas se usaba la violencia contra la Policía o la Guardia Civil cuando los traficantes caían en un operativo. Eran casos aislados.
Sin embargo, ese pacto de caballeros se ha roto por el lado de los narcos. Ahora son continuas las agresiones a los agentes con palos y piedras por vecinos de barriadas como La Atunara (La Línea), las embestidas contras sus vehículos cuando tratan de frenar a los todoterrenos que alijan en las playas, las persecuciones o, como en este último caso, los enfrentamientos a tiros. En junio de 2017 murió un policía local de La Línea mientras perseguía a los ocupantes de una moto cargada de tabaco de contrabando procedente de Gibraltar.
"Esto hace tiempo que es insostenible. La Línea o Algeciras se asemejan ya más a México o Colombia que a cualquier tranquila ciudad europea. La violencia y la agresividad que emplean ahora los narcos era desconocida hasta el momento", afirma Antonio Olivencia, del Sindicato Unificado de Policía (SUP).
Olivencia se queja del trato que dan las autoridades políticas al Campo de Gibraltar cuando tratan de "hechos aislados y puntuales" las agresiones y la situación de violencia continuada que viven los agentes y los vecinos de poblaciones como La Línea o Algeciras. "Hay que actuar de forma radical, sin medias tintas. El ambiente es irrespirable. Sólo se pondrán medidas cuando se produzcan muertes, como pudo ocurrir anoche".
En la actualidad, las bandas de traficantes de hachís se sienten tan fuertes que son capaces de sacar a un narco detenido de un hospital mientras intentan curar las heridas provocadas por una caída durante una persecución. Aquello sucedió a principios del pasado febrero. Hoy, ese traficante de hachís, Samuel Crespo, sigue prófugo de la Justicia. Trabaja para la mayor organización que opera en el Estrecho, Los Castañas, liderada por los hermanos Antonio y Francisco Tejón.
Más de 6000 kilos de hachís bajo una ducha
Precisamente, este miércoles la Policía Nacional encontró 6.000 kilos de hachís dentro de un zulo situado debajo de una ducha. A él sólo se podía acceder mediante un sistema hidráulico con un mando de accionamiento.
El zulo estaba dentro de un garaje. Los agentes dieron con él tras perseguir a un hombre que levantó sus sospechas. El individuo logró huir. En el interior del aparcamiento había varios jóvenes más, quienes eludieron la presencia policial saliendo por un tejado. Sólo uno de ellos resultó detenido.