Cuando se escriben estas líneas, casi 85 policías nacionales están a punto de llegar al círculo polar ártico. Allí se van a colocar sobre la banquisa, el hielo marino, en silencio y con una vela cada uno. En homenaje a Leila Pérez, agente de Policía nacional fallecida en el alud de los Alpes junto a otros dos españoles. Gonzalo Chicharro, inspector jefe del cuerpo y amigo, ha enviado hasta allí este mensaje, que será leído de viva voz: "En el techo del mundo, donde todo viste de blanco, el viento siempre sopla del norte y los caminos se dirigen hacia el sur. Podemos sentir tu soplo y tu cariño. El cuerpo muere, pero el alma permanece".
Fue el sábado por la tarde, última jornada de travesía antes de regresar a España. Leila, Marcos, Eduardo y Sara seguían a Román Bascuñana, su guía, por la ruta del Oberland, en los Alpes suizos. Las vistas que arrojaba la montaña y sus glaciares son de las más cotizadas de Europa. El viento soplaba con fuerza. Un alud sepultó a los esquiadores bajo la nieve. El grupo de rescate encontró a Eduardo y Sara. Sus compañeros murieron.
Todos los accidentados acumulaban experiencia en deporte de alta montaña. Román, como uno de los guías más reputados, recién mudado a Chamonix, desde donde organizaba expediciones en las cimas alpinas que ilustran esas fotografías de ensueño, pólvora en sus redes sociales. Leila, en clave más amateur, pero con un buen puñado de excursiones de cierto riesgo en su mochila, igual que Marcos.
Agente de Policía adscrita a enfermería
Leila Pérez Jorge era agente de Policía nacional, adscrita al servicio de enfermería en Madrid. De apenas cuarenta años y origen brasileño, compaginaba su trabajo con viajes como el que emprendió a los Alpes. Curaba las heridas de sus compañeros de patrulla, pero también las de aquellos que viajaban a su lado en vacaciones.
"Huracanada, alegre, enérgica". Así la recuerda Gonzalo Chicharro, compañero de mil y un viajes. El año que viene iban a atravesar juntos la zona norte del mar Báltico: "Donde se congela, por encima del hielo". Vocal de la asociación de antiguos alumnos de la escuela del cuerpo en Ávila, Chicharro suele inventar y comandar viajes de este tipo. A muchos de los cuales se apuntaba Leila.
Fibrosa, de pelo largo y castaño, enganchaba con su fuerza en el día a día: "¡Respiraba como un volcán!". Deportista casi a tiempo completo, "era muy montañera, experta en escalada y con muchas aptitudes para la gimnasia". Sin hijos, "soltera de oro", recuerda nostálgico Chicharro, que también fue su profesor en la academia abulense. Juntos fueron a Birmania, Indochina, los Pirineos... Y aquel viaje que ya nunca podrá ser: "Si no me equivoco, Leila se habría convertido en la primera mujer española en cruzar el Báltico. Lo teníamos todo preparado...".
En febrero del año que viene, Leila iba a participar en otro de los planes gestados en ese grupo de Whatsapp llamado "Chicharro Conecction". "Consistía en recorrer a caballo los cien kilómetros del lago Inari, en Finlandia, con el objetivo de recaudar dinero para niños enfermos de cáncer. Ella iba a formar parte del grupo junto a otros cinco agentes", apunta Gonzalo.
La última vez que se vieron fue hace un mes. Miraron hacia delante, con la vista puesta en los viajes mencionados. También hacia atrás, hacia los álbumes que ya guardaban las fotografías del desembarco en Birmania. "Leila tenía una fuerza... Era muy especial, va a ser imposible olvidarla. Ay, cuánto nos va a costar esto", relata este inspector jefe de Policía prendido del recuerdo.
¿Por qué siguieron adelante?
Un par de días antes del accidente, Leila compartió vía whatsapp algunas fotos de la travesía con sus amigos, entre ellos Gonzalo. "Qué desgracia, ha sido una fatalidad", concluye.
El sábado por la tarde, los carteles advertían de un riesgo de avalancha de cuatro sobre cinco. Según los expertos, este dato se obtiene haciendo una prueba sólo en una de las laderas de la montaña. En cualquier caso, la travesía del Oberland siempre entraña un gran riesgo en sí misma, más allá de la climatología. "Si no salían, podían quedarse sin hueco en el refugio", contó uno de sus amigos a ABC. Las autoridades suizas han iniciado una investigación acerca de lo sucedido. El testimonio de los dos supervivientes, ya estables, será clave para despejar las principales incógnitas.
Cuando Gonzalo Chicharro recuerda a Leila, recurre con frecuencia a la palabra "espíritu". Delante y detrás coloca adjetivos como "fuerte", "vibrante", "especial"... "Vivía por y para la montaña".
A Iñaki Ochoa de Olza (Pamplona, 1967), montañero con más de 200 expediciones al Himalaya en la mochila, fallecido en 2008 durante un ascenso al Annapurna, solían preguntarle: ¿por qué haces eso? O lo que es lo mismo, ¿por qué Román, Leila, Eduardo, Sara y Marcos decidieron seguir adelante a pesar de las malas condiciones? Él solía responder: "Dicen los psiquiatras que nosotros, los alpinistas, y más concretamente los himalayistas, sufrimos un síndrome que tiene nombre científico, 'el complejo de Peter Pan'. Nuestro irremediable mal nos hace regresar a los mismos sitios, buscando esa eterna juventud a través de aventuras extremas, inútiles a ojos de los demás. Los que supuestamente padecemos semejante desfase siempre estamos haciendo cosas propias de lunáticos, como pilotar aviones o escalar montañas. Según ellos, nos caracteriza ser soñadores y huidizos de eso que ellos llaman realidad. ¿Qué quieren que les diga? Yo soy feliz aquí, en mi tierra de Nunca Jamás". Gonzalo Chicharro dice sobre Leila: "Parece mucho más joven de lo que es".