Se llamaba Patricia Zurita Pérez y tenía 40 años. Era, sobre todo, una mujer feliz. Sobretodo, últimamente. Esta mujer, de 40 años y residente en Blanes (Girona), acababa de ser ascendida en la cocina del establecimiento en el que trabajaba. Ella, amante de los fogones -según cuentan sus familiares a EL ESPAÑOL-, era la nueva responsable del bar del cámping Blaumar. Hasta que su marido, Rolando Bolívar Acosta, con el que había iniciado el proceso de divorcio, la mató a cuchilladas en presencia de sus niños. Era la madrugada de este lunes.
Cocinar era su gran pasión, sólo igualable al amor que sentía por sus dos hijos, un niño y una niña, de 10 y 17 años, respectivamente. Ellos, protagonistas involuntarios en el suceso, trataron de defender a su madre ante los ataques de su padre, cuchillo en mano. Intentaron pararle. Incluso el pequeño había sufrido cortes en las manos cuando pretendía frenarle. Pero no lo consiguieron.
“Era una mujer que daba todo por sus hijos. Trabajaba para ellos, su vida eran ellos”. Las palabras brotan a borbotones entre la familia de Patricia, Paty para sus seres queridos. Ellos se encuentran al otro lado del charco, en Bolivia. Patricia y Rolando también habían nacido y crecido allí. Ella se crio en Santa Cruz de la Sierra. La ciudad donde enraizan los Zurita es una de las grandes urbes de Latinoamérica y el municipio boliviano más poblada, con casi dos millones de habitantes. Patricia, según detallaba ella misma en su perfil en redes sociales, había estudiado en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, con sede en su misma ciudad.
Emigró en busca de un futuro mejor
Cuando se casó con Rolando, el matrimonio emigró a España en busca de una oportunidad, de un futuro mejor. “Se fueron de aquí para tener mejor vida allá”, cuenta su prima a este periódico. Desembarcaron primero en Albacete. No era terreno desconocido para la pareja: parte de sus conocidos habían realizado la misma ruta. En La Mancha encontraron cierta estabilidad. Incluso, contaban con un menor a su cargo -un anterior hijo de Rolando-, se decidieron a comprar una casa. En Albacete también nacieron sus pequeños.
A Patricia la definen quienes la conocían como “tranquila, dedicada, trabajadora. No se metía con nadie”. Lo cierto es que decidieron dejar la Meseta atrás para mudarse a Girona. Concretamente, a Blanes. No fue una decisión arbitraria: las hermanas de Patricia ya habían conseguido prosperar en este pueblo de la Costa Brava. El traslado fue hace cinco años, según confirman fuentes municipales.
Fue hace tres cursos cuando Patricia recaló en el cámping Blaumar. El establecimiento está en Malgrat de Mar, un municipio al otro lado del río Tordera y a apenas 10 minutos en coche desde el domicilio familiar, en el barrio blandense de Els Pins. Primero entró de cocinera. Y, hace pocas semanas, el dueño le ofreció “hacerse cargo del bar”, como relata él mismo a este periódico. “Ser la responsable, llevarlo todo, en definitiva”. Patricia aceptó.
Pluriempleada
"Estaba contenta", explica Sandra, una compatriota boliviana a quien Patricia conoció cuando acababa de desembarcar en Blanes, a El Periódico de Cataluña. Con ese ascenso, sin embargo, la mujer no dejó de buscar otros trabajos. Porque hasta que empieza la campaña de verano, el cámping sólo abre viernes, sábado y domingo. Así que Patricia rellenaba las semanas limpiando casas en Pineda, en Blanes y en Lloret de Mar.
“Es muy doloroso todo esto. Es muy difícil. No nos lo podemos creer. Quiero pensar que es mentira”, se sincera su familia. Desde este lunes viven una pesadilla de la que quieren despertar como sea. “Estamos destrozados y es más difícil al no estar allí”.
Sobre Rolando no constaban denuncias previas por violencia de género, pero decidió asesinar a su todavía mujer en la madrugada del lunes, sobre las 5.30 de la mañana. La autopsia ha revelado que Patricia recibió una veintena de puñaladas, algunas de ellas con fuerza y tan profundas que el agresor le llegó a hundir completamente la hoja del cuchillo. Después, se autolesionó acuchillándose él mismo en el abdomen. Fueron los propios hijos de la pareja los que dieron aviso a los Mossos d’Esquadra. La Policía autonómica comprobó que la víctima estaba gravemente herida y procedió a su traslado a un centro sanitario, aunque Patricia murió antes de llegar al hospital. Rolando ha sobrevivido. Fuentes del caso han indicado que los forenses consideran que, aunque la hubieran podido intervenir inmediatamente en un quirófano, no habrían podido hacer nada para salvarle la vida.
Predisposición a la violencia de género
Para la psicóloga experta en violencia de género Timanfaya Hernández, “seguramente el proceso de divorcio sea uno de los precipitantes de la agresión. Cuando hay una decisión de separación, ya sea por los hijos o por situaciones económicas, hace que el agresor se ponga más violento, más suspicaz, más irritable y a la defensiva”. Una predisposición a la violencia de género.
Que la víctima no acudiera a denunciar ninguna agresión anteriormente no es óbice de nada. “Es extraño que, aunque no haya habido una denuncia previa, no se hayan dado episodios de violencia anteriores”.
El perfil de Rolando responde, según la especialista, a “un hombre celoso de una manera importante, con un perfil machista, violento, muy impulsivo. No tiene por qué ser antisocial, pero sí habría que ver si habría pasado algo esa misma noche. Porque posee un perfil posesivo, celotípico, impulsivo en sus actos”.
Cualquier tipo de relación en la que se den “situaciones de control, cualquier situación obsesiva, de celos, pequeñas agresiones” es susceptible de acabar en violencia de género. Por eso, Hernández aconseja: “Cualquier situación en la que haya control, celos, conducta obsesiva son indicadores de que no es una relación sana, sino que hay una problemática y que, lejos de disiparse, aumentará. La violencia en general se da en escalada”.
Patricia es la octava mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26; Pilar Cabrerizo López, de 57; María Adela Fortes Molina, de 44 años; Paz Fernández Borrego, de 43, Dolores Vargas Silva, de 41, y María del Carmen Ortega Segura, de 48 años.
La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.
Noticias relacionadas
- Las dos pasiones de la bondadosa Carmen hasta que su reincidente maltratador la mató
- Lola, casada de niña, atropellada a los 41 por el marido “celoso enfermizo” a quien siempre temió
- Paz, la asturiana que cantaba como Amy, asesinada por quien decía ser su proxeneta
- Adela buscó el amor por internet y encontró un maltratador reincidente que la mató a puñaladas
- Pilar, el ama de casa de Guadix asesinada a martillazos por Antonio, su segundo marido
- Laura, la madre soltera asesinada en Barajas: "La cogió por las piernas y la lanzó por la ventana"
- Jénnifer, asesinada por su pareja hasta hace unas semanas, primera víctima del machismo en 2018