No son ni las nueve de la mañana y en la plaza Taksim de Estambul ya se escucha hablar español. En el corazón de la ciudad turca brotan cada vez más visitantes occidentales. Siempre en grupo, siempre de visita. No están cortados con el mismo patrón, pero sí que cuentan con un símbolo común: una cinta de correr sujeta a su cabeza.
Son los últimos turistas capilares: hombres, de cualquier edad, venidos en su mayoría de España, que acuden al país otomano para dejar sus calvas atrás. La pasión española por el pelo turco.
El porqué es bastante sencillo: el triunfo del boca a boca y, sobre todo, el bajo precio. Ya no sólo en comparación con las cifras que alcanzan los mismos procedimientos en las clínicas nacionales, sino el paquete completo que incluye vuelos, hoteles de 4 estrellas, desplazamientos y media pensión al otro lado del continente. Todo en uno.
"Un amigo se envalentonó y fui con él"
“Yo estaba contento siendo calvo, pero mi jefe me comentó que tenía intención de hacérselo y a explicarme el tema. Comencé a pensármelo: eran 2.300 euros todo incluido, aunque el vuelo lo tenía que buscar yo”, cuenta Andrés. Él, malagueño de 51 años, había perdido el pelo de la cabeza a los 45. “Entonces un amigo se envalentonó, y me fui con él”.
La historia suele ser compartida. Hombres, en su mayoría de entorno a los 45 años, que, casi sin pensar, se plantan en un avión para volver con una gran mata de pelo. O casi: porque el proceso, desde la operación de injerto hasta que se considera el resultado definitivo, puede durar hasta un año.
A Pablo (seudónimo), un donostiarra de 44 años, le picó el gusanillo a través de Youtube. “Nunca se me había ocurrido ni nada. En mayo del pasado año ni me lo había planteado, ni de coña. Pero un día veo un reportaje en la tele de un vídeo de un canal de Youtube llamado ‘Los consejos de Michael’ en el que él graba su operación: primero una en España y otra en Turquía. Y decido informarme”. A los tres meses estaba montado en el avión.
Inversión del Gobierno turco
El apoyo del gobierno turco, especialmente de Emin Çakmak, presidente del Consejo Turco de Turismo Sanitario, juega un papel muy importante en el boom del turismo sanitario en Turquía, con una inversión de más de 30.000 millones de dólares en nuevos hospitales y tecnologías en los últimos 10 años. También como imán turístico y adalid de modernidad ante las medidas del presidente del país, Recep Tayyip Erdogan.
“Es una churrería de poner pelo a calvos”, ríe Pablo. No le falta razón: las clínicas tienen montado un negocio activo las 24 horas del día, en el que un paciente puede ser citado para su operación, sin problemas, a las tres de la mañana. Con quirófanos coordinados por un mismo doctor, los equipos van implantando un pelo detrás de otro. La duración de las operaciones depende del número de unidades foliculares que se vaya a injertar el paciente. Se utiliza anestesia local y suele haber descansos en mitad de la cirugía.
En el caso de Andrés, él necesitó 5.000 unidades, según el diagnóstico que le realizó su doctor turco vía unas fotos en WhatsApp. Este malagueño se decantó por una clínica que había visto en reportajes de prensa escrita y en el telediario. En total, estuvo tres días. “Pero al segundo ya había terminado, estuve por placer”, rememora. De su experiencia, lo que más recuerda era la relación calidad-precio: “En cuanto vi la clínica vi que aquello era tecnología punta”.
Pablo, que acudió a un cirujano distinto, también mantiene la misma imagen. “La clínica era una pasada, flipante, con unos medios espectaculares”, mantiene. El doctor que le trató, al igual que el de Andrés, no opera. “Él sólo supervisa, te hace el dibujo del diseño y te dice los grafts (unidad folicular que puede estar compuesta por 1 a 4 pelos) que vas a necesitar”. El resto corre a cargo de cada uno de los ocho equipos a los que dirige y que son los que, en última instancia, llevan a cabo la operación.
Pero, ¿cómo funciona el viaje? “Llamas al comercial de la clínica que sea y te piden una serie de fotos con distintos ángulos -frontal, lateral, coronilla-. Las envías y en un mes, mes y algo, ellos te dicen si eres apto o no para el trasplante y una estimación de grafts”, explica Pablo.
Después, sólo queda cuadrar fechas (a gusto del cliente) y coger el vuelo. Al aterrizar en Estambul, el donostiarra bromea: “Está todo lleno de calvos, pelochos por todos lados”. “Hay muy buen ambiente, todo el mundo va a cenar junto, se crean grupos de WhatsApp para ver cómo va la recuperación. Hay mucha pedagogía y retroalimentación entre pelochos”. Son fácil de distinguir: si siguen calvos, aún no se han operado; si llevan la cinta, ya han pasado por quirófano.
Los primeros días tras la operación sí se sienten molestias. No puedes dormir boca arriba, ni sudar, ni que se moje ni la zona donante de pelo ni la zona receptora. Al mes, se puede hacer “vida prácticamente normal”. Comienza la fase de shock lost, o de desierto, en el que pierdes tu pelo y el injertado. Después, a partir del segundo o tercer mes, comienza a crecer el pelo nuevo. Es en el quinto mes, aproximadamente, cuando se comienzan a apreciar los resultados. El culmen será al año. “Es un proceso largo y coñazo, para mí fue un poco calvario”, indica Pablo.
"Es inaudito y tienen muchos riesgos"
El doctor Sergio Vañó, director de la unidad de alopecia del Hospital Ramón y Cajal y miembro de la Academia Española de Dermatología, no está tan de acuerdo. “En Turquía hay doctores de primer nivel, clínicas muy buenas. Pero justo esas no son las que valen 2.000 euros. Son más baratas, sí, porque lo que en España vale 9.000, en Turquía vale 7.000. El riesgo real está en esas clínicas lowcost, que los pacientes son operados en medios que no son los adecuados, por profesionales que no tienen los mismos estándares. Es inaudito el tema del precio y tienen muchos riesgos”, afirma.
Lo cierto es que las agencias turcas que se publicitan en España tienen una horquilla de precios de entre los 2.000 y 3.500, normalmente. En nuestro país, cuesta “cuatro o cinco veces más”, según el doctor Vañó.
Pero no se trata sólo de ir a ponerse pelo a Estambul. Es, en parte, una experiencia. “Yo tenía experiencia de gente que lo había hecho en España y en Turquía, y me parecia todo más sencillo, mucho más fácil hacerlo allí. Es que te lo ponen a huevo. Encima, allí es barato”, relata Pablo. Era una combinación irresistible para el donostiarra a la que no pudo decir que no. “Unamos el hecho de que me gusta Estambul, que una operación de 4.000 graft (unidad folicular que puede estar compuesta por 1 a 4 pelos) aquí en España te puede costar 12.000 euros y que son sin estas facilidades. Además, si vas a las clínicas buenas españolas lo mismo no te dan cita hasta dentro de año y medio y será cuando ellos te dicen, además de mucho más caro. En Estambul lo elegí todo yo”.
El doctor Vañó, sin embargo, llama a la prudencia. "Yo creo que es un poco ruleta rusa. Algo que aquí cuesta cinco o cuatro veces más, llama la atención. Aquí, estas operaciones, al considerarse estéticas, llevan el IVA incluido. Allí, el Estado subvenciona el viaje".
Lo que resulta innegable es el boom. "Ahora ir a Estambul a injertarse pelo es la moda, parecida a la de las mamoplastias en Sudamérica hace un tiempo, que se les ponían prótesis de siliconas. Vamos a ver las consecuencias en los próximos años", advierte el especialista. Porque al final, "casi sale más barato ir a Turquía ir de turismo capilar que de turismo normal".