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Entre las calles del sur de España hay sol, mucho sol. También, en una zona con risas, alegría y compadreo, hay paro, mucho paro. Pero sobre todo, de un tiempo a esta parte, en la Bahía de Cádiz y en la Costa del Sol hay narcos, muchos narcos. Y cada vez se pasean con mayor impunidad.
La situación hace tiempo que se fue de las manos de las autoridades. La competencia por la introducción de la droga es cada vez más fiera y desatada. Los jóvenes locales -y los que no lo son tanto- lo normalizan. La escalada de la violencia es brutal. La zona, deprimida y con las ciudades más humildes del país, es un caldo de cultivo para el trapicheo. Este es el cóctel de circunstancias que ha conseguido que esta zona de Andalucía, con autopista marítima oficiosa con Marruecos -a 18 millas de distancia-, se imponga como territorio narcotráfico. Sin que desde el Gobierno se le preste apenas atención.
El fallecimiento de Manuel, un pequeño de 9 años, en la tarde de este lunes arrollado por una lancha cuando se encontraba junto a su padre en el barco familiar sólo ha sido el último episodio de la conquista brutal de Andalucía por parte de los clanes de la droga. Ya no se trata de pequeños camellos y narcotraficantes a pequeña escala. EL ESPAÑOL recopila los otros nueve sucesos que han dibujado la exponencial silueta que retrata cómo es la situación del narcotráfico en el sur de la Península.
1. La cooperativa narco
La forma de trabajar de los narcos en La Línea y su entorno (el Campo de Gibraltar, una comarca de 268.000 habitantes) ha cambiado en los últimos tiempos. Antaño, los traficantes no titubeaban a la hora de lanzar por la borda centenares de kilos de hachís cuando les perseguía una lancha de Aduanas o el helicóptero de la Policía Nacional. Hoy defienden con violencia su mercancía, cada vez mayor y más rentable.
Se saben fuertes. Y rápidos. Muy rápidos. Sus gomas, lanchas semirrígidas con las que cruzan el Estrecho en menos de una hora, disponen de tres, cuatro y hasta cinco motores de 350 caballos. Los clanes de la droga ahora colaboran para abaratar costes. Y se guardan respeto mutuo. “Los narcos que operan aquí usan la misma estructura piramidal de los cárteles mexicanos y colombianos”, contaba un alto cargo de la Guardia Civil que lucha contra el tráfico de drogas en la zona a este periódico.
2. Armas de fuego
Los miembros de los clanes están envalentonados. La competencia cada vez es mayor. La vigilancia, también. No por miedo a las autoridades, sino por temor a que otros grupos les roben. No son las típicas asociaciones de otros narcotraficantes, sino cualquier otro clan que sale a robar mercancía. Suelen ser, según cuentan fuentes de la lucha antidroga, de procedencia marroquí o de Europa del Este.
La consecuencia: del último año y medio para adelante cada vez se ven más armas de fuego en las calles. La inseguridad es palpable, tanto para los ciudadanos como para los narcos.
3. Embestidas
Una característica del nuevo modus operandi de los clanes de la droga es síntoma de el aumento de la violencia. Ahora, cada vez que alijan, se protegen con dos todoterrenos: el primero abre paso a la comitiva y embiste a la Guardia Civil o a la Policía en caso de ser necesario para dejar espacio al segundo vehículo en el que llevan la mercancía.
4. Mayor decomiso de cocaína de Europa
El pasado 25 de abril se aprehendió el mayor alijo de cocaína en un contenedor en Europa. Fue el mayor decomiso de la historia del narcotráfico en España en todos los medios de transporte: 8.740 kilos de coca requisados en el puerto de Algeciras (Cádiz) en un contenedor de plátanos procedente de Colombia, concretamente en el buque 'Lucie Schulte'.
Al ser la impunidad mayor y la competencia descarnada, los intentos de colar droga son a lo grande.
5. Los narcos y el pueblo contra las autoridades, tiros mediante
La guerra contra el narcotráfico tiene su mayor enemigo en los ciudadanos. Este domingo, nueve guardias civiles tuvieron que abrirse paso a tiros al aire tras ser agredidos en Algeciras por 40 narcos. Iban armados con palos, botellas rotas e incluso un bate de béisbol. Los agentes, dos sargentos y siete guardias civiles, actualmente en comisión de servicio contra el narcotráfico en la Comandancia de Algeciras, vestían de paisano y se encontraban fuera de servicio.
Pero esos disparos al cielo son más habituales de lo que parece. También en Algeciras, a principios del mes de abril, cuatro traficantes de hachís la emprendieron a tiros contra la Policía y se atrincheraron en el chalé en el que guardaban varias toneladas de chocolate. Sólo se entregaron por la labor de un negociador.
No son casos aislados. El pasado 26 de marzo, unos 200 vecinos en La Línea se lanzaron en avalancha contra los tres policías que perseguían a un narco. El traficante había sido sorprendido cuando transportaba 510 kilos de hachís en un todoterreno. Al verse acorralados, los agentes lanzaron 11 disparos al aire para intimidar a la masa. Finalmente incautaron la droga, pero se escapó el delincuente: consiguió huir al refugiarse en una vivienda.
Durante los últimos cinco años, y en especial los últimos dos, las bandas de narcos que operan en el Estrecho de Gibraltar han roto ese código ético que antaño mantenían con los agentes del orden. Antes apenas se usaba la violencia contra la Policía o la Guardia Civil cuando los traficantes caían en un operativo. Eran casos aislados.
Sin embargo, ese pacto de caballeros se ha roto por el lado de los narcos. Ahora son continuas las agresiones a los agentes con palos y piedras por vecinos de barriadas como La Atunara (La Línea), las embestidas contras sus vehículos cuando tratan de frenar a los todoterrenos que alijan en las playas, las persecuciones o, como en este último caso, los enfrentamientos a tiros.
6. El drama humano
Al final del día, la tragedia no está en las playas, sino en los cementerios. No son pocas las vidas que el narcotráfico se ha llevado por delante en la Bahía de Cádiz y en la Costa del Sol.
No son sólo narcos -a mayor o menor escala, desde Tere, la “reina” de Algeciras al traficante Bernardo-. Tampoco son sólo agentes de los cuerpos de seguridad, como Víctor, un policía local de La Línea atropellado mientras intentaba detener a dos traficantes de tabaco. También hablamos de niños como Manuel, fallecido este lunes, o Lucía, que fue enterrada en sosa caústica con sólo seis años, han sido víctimas del conflicto.
Es lo que ahora llaman “síndrome del Sur”. A los agentes les agreden, embisten sus coches, les tirotean... Un "sinvivir" al que se enfrentan las fuerzas del orden en "el lugar más violento y conflictivo de España". Dicen que ya ni siquiera pueden tender sus uniformes en sitios visibles. Como en los años más duros de la banda terrorista ETA. Pero ahora sucede en Cádiz.
7. Escena de película en el hospital
Este mes de febrero tuvo lugar un suceso mucho más digno de una teleserie que de la vida real. Samuel Crespo Domínguez, un narcotraficante conocido y reconocido, conducía su scooter por las calles de El Zabal, el barrio en el que otros maleantes como él se sienten seguros. Allí tienen chivatos que avisan cuando ven rostros sospechosos, chalés en los que almacenan la droga que traen de Marruecos y casas conectadas unas con otras mediante puertas por las que escapar en caso de necesidad.
Tras darle el alto la Policía, emprendió una huida en moto que acabó en accidente. Sobre él pesaban tres órdenes de busca y captura. Después de trasladarlo al hospital, 20 encapuchados se presentaron allí con todoterrenos y furgones para liberarlo. Y lo consiguieron.
Los conocidos de Samuel Crespo se abrieron paso a empujones y a gritos entre los profesionales médicos y los enfermos. Los dos policías que custodiaban al narco intentaron retenerlo, pero "no pudieron hacerlo ya que una actuación más violenta (por ejemplo, con disparos) podría haber desencadenado una tragedia", explicaron en su momento fuentes sindicales a este periódico.
8. Ajuste de cuentas en la comunión
El último ajuste de cuentas entre narcos tuvo lugar este mismo fin de semana. Fue en San Pedro de Alcántara, un núcleo poblacional perteneciente a Marbella (Málaga). Un traficante, 36 años, nacionalidad española, alias Maradona, salía de la iglesia donde acababa de recibir la primera comunión su hijo. Faltaban pocos minutos para las dos de la tarde.
Cuando Maradona se dirigía a coger su coche, un sicario le descerrajó varios tiros que le impactaron en el pecho y la cabeza. El autor de la agresión se dio a la fuga y cundió el pánico.
Maradona estaba ya en la mira de sus enemigos. Los primeros avisos fueron las represalias en sus negocios, según ha podido saber este diario. En el pasado mes de marzo quemaron un gimnasio de su propiedad. En abril, le calcinaron un chiringuito en Estepona que poseía junto a un socio.
9. Amenazas a funcionarios… de aquí al cártel
“Ahora mismo ya funcionan como cooperativa -explicaba un alto cargo de la Guardia Civil que lucha contra el tráfico de drogas en la zona a este periódico-. Les falta un solo paso para convertirse en un cártel: introducirse en las instituciones. Y lo peor es que ya hay signos de que están empeñados en conseguirlo [el año pasado se detuvo a un policía que se había presentado a las elecciones para la Alcaldía de un pueblo vecino y que, presuntamente, trabajaba para Los Castañas, el mayor clan]”.
En La Línea, los operarios de los tractores del ayuntamiento están amenazados de muerte: si colaboras a la hora de retirar una lancha, te pegamos un tiro en la cabeza. O imagine que un día cualquiera, debajo de una ducha con tuberías y desagüe, hay escondidos 6.000 kilos de resina de cannabis a los que sólo se puede acceder con un mando a distancia que acciona el mecanismo que eleva el suelo de dicha ducha hasta un metro de altura. No es una película, es la Bahía de Cádiz.