El narcotraficante se pone en contacto mediante llamada de whatsapp. Sabe que de este modo las autoridades policiales no podrán escuchar la conversación que mantiene con el periodista. El delincuente ha estado dos noches en alta mar a bordo de una lancha. Él y sus compinches sólo han podido alijar en una ocasión.
El interlocutor dice que está cansado. El tono de voz da a entender que también está disgustado. Acostumbrado a descargar hachís varias veces en una misma noche, explica que La Línea de la Concepción (Cádiz) y su entorno están “capados” desde hace unas semanas. Y señala directamente a la mano dura del Gobierno.
“Si nos joden aquí, volveremos con más fuerzas al río Guadalquivir, a Barbate o a las playas de Conil, Vejer… Nunca las hemos abandonado, pero en La Línea todo el mundo era feliz: nosotros trabajábamos, ellos nos tenían ubicados y no había apenas sobresaltos. Lo que sí está claro es que con el negocio no van a acabar, eso que no lo duden. Si cada vez nos cuesta más alijar en La Línea, tendremos que movernos”.
La amenaza del narco suena realista. Este traficante de hachís, un cargo intermedio en una poderosa banda, dice que la presión policial que sufren los clanes de la droga en el Campo de Gibraltar es “insostenible”. “No pueden aguantar este ritmo durante mucho tiempo más. Aquí no puede haber grupos de Guardia Civil y de Policía Nacional venidos de fuera de forma indefinida”.
Este traficante dice que la muerte de Manuel, el niño de nueve años fallecido la semana pasada al impactar una lancha pilotada por un narco contra el barco de recreo en el que navegaba con su padre, “ha sido un golpe duro para el sector”. Este hombre, que no ha cumplido los 40 años, lleva una década traficando. Tiene experiencia. Sabe de lo que habla. “A nadie le interesa que pasen cosas así. Nos da mala imagen. Aunque nos somos santos, tampoco demonios”.
Cuando se le pregunta por su opinión sobre la guerra contra el narco declarada por el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, el traficante suelta una carcajada. “Cuando nos cogen varias toneladas, perdemos dinero. Pero hay mucho más. Y no cuentan con otra cosa: mientras haya consumidores, habrá tráfico por el Estrecho. Si EEUU es incapaz de contener el flujo de coca desde Latinoamérica, imagínate aquí los brigadillas… Zoido es un ingenuo”.
Relevo de la tripulación a plena luz del día
09.30 de la mañana, lunes, Puente Mayorga (San Roque, Cádiz). La mañana ha salido nublada. Hace un rato que los niños han entrado al colegio. De las casas sale aroma a café. Una lancha con cuatro narcotraficantes se acerca vacía a la costa. Allí les esperan otros cuatro hombres. Llevan cascos negros y pasamontañas.
Los narcos que van a bordo probablemente llevan un par de días tratando de alijar. Están cansados y han pedido a sus jefes que les releven. Cuando aquellos cuatro compinches suben a bordo, los sustituidos vuelven a sus casas a descansar. Lo hacen sin prisas, sin esconderse. Un vecino los graba desde la terraza de su casa.
El Campo de Gibraltar sufre una sensación de impunidad y una escalada de violencia desde que las distintas bandas que trafican con hachís decidieron enfrentarse al control policial. En el último año se han intensificado las embestidas contra los coches patrulla y los tiroteos entre organizaciones que se roban entre sí.
Además, según contó EL ESPAÑOL hace unas semanas, seis grandes clanes han comenzado a cooperar entre sí para abaratar costes. También, explica un alto cargo de la Guardia Civil, los cárteles colombianos y mexicanos están intensificando su presencia en la zona ya que han abierto una nueva línea de tráfico de cocaína a través del puerto de Algeciras. “Esto es un coladero desde hace tiempo, pero ahora sabemos que mucho más”, dice la fuente.
El Ministerio de Interior está desarrollando un plan contra el narco. El departamento de Zoido quiere renovar las cámaras del Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE), dotar de embarcaciones más potentes a Vigilancia Aduanera de lancha y regular mediante decreto la prohibición de la venta de lanchas de gran potencia como las que adquieren las bandas de narcos. “Nos las ingeniaremos para que no nos pillen”, dice el narco. Antes de colgar, advierte: “Si quieren guerra, guerra tendrán”.