Manresa (Barcelona), otoño de 1990. En la estación de autobuses está sentado David Martínez, terrorista de Terra Lliure. Espera a un hombre que debe llevar un ejemplar del Diario de Barcelona en la mano. Esa es la señal de que es la persona con la que tiene que entrevistarse. Ese hombre aparece. David Martínez se levanta, va al kiosco y compra un Diario de Barcelona. Es la otra parte de la señal. Ambos establecen contacto visual. Se acercan, se saludan…
Sin saberlo, David Martínez acaba de meter a un topo en Terra Lliure. A la persona que reventó la organización desde dentro. Se llama Josep Maria ‘Txema’ Aloy, engañó a los terroristas, y dinamitó la banda armada desde dentro justo antes de los juegos olímpicos. Por aquél servicio cobró 5 millones de pesetas. Luego se marchó a Brasil. Allí se le ha perdido la pista y nunca más se ha sabido de él. Aloy es una especie de personaje mítico, una leyenda que vive oculta y de la que sólo se conserva una fotografía.
Mucho se ha hablado y escrito de Mikel Lejarza “El Lobo”, el legendario topo que se infiltró en ETA. Lo que poca gente sabe es que él también tiene un papel determinante en la infiltración de un topo dentro de Terra Lliure. Y es que fue el propio “Lobo” Lejarza la persona que captó a Txema Aloy en un circuito de carreras y lo entrenó. Lo hizo a petición del gobierno español, que tenía miedo de que Terra Lliure cometiese un atentado en los Juegos Olímpicos del 92.
Misión: atentar en los Juegos Olímpicos
Empezaba la década de los 90. El terrorismo era una de las principales preocupaciones de una España que dejaba atrás la transición. Las Olimpiadas de Barcelona se convertían en un estupendo escaparate para demostrarle al mundo que nos habíamos transformado. Ahora éramos un país moderno, abierto y sin problemas. Que todo estaba bajo control, especialmente en Barcelona.
Nada más lejos de la realidad. El independentismo catalán ya había manifestado en más de una ocasión su rechazo a unos juegos olímpicos que, entendían, no les representaban a ellos sino a España. En 1989 se inauguró el Estadio Olímpico de Barcelona. En la ceremonia de estreno, a cargo del Rey Juan Carlos, un grupo de independentistas la lió. Allí saltaron las alarmas. A pesar de que Terra Lliure había dado muestras más que sobradas de ser una organización terrorista débil, con poca preparación y un peor bagaje criminal, los Juegos eran un escaparate perfecto para darse a conocer mundialmente mediante un atentado. Y el gobierno español no se lo podía permitir.
La misteriosa reunión a cinco en Baden-Baden
Nunca se demostró, pero en el imaginario popular catalán siempre se ha hablado de una misteriosa reunión en la cumbre para evitarlo. Un encuentro político de máxima envergadura que se habría celebrado en Baden-Baden (Alemania) y que tendría como protagonistas a un repoker de figuras: Felipe González (presidente del Gobierno), Jordi Pujol (presidente de la Generalitat), Pasqual Maragall (alcalde de Barcelona), Narcís Serra (ministro de Defensa) y José Luis Corcuera (ministro del Interior). Ellos habrían sido los que habrían sentado las bases para desmantelar, fuese como fuese, a Terra Lliure antes de junio del 92.
La mejor manera de dinamitar a cualquier banda es hacerlo desde dentro, y el estado español ya tenía experiencia en topos. Si había infiltrado a Mikel Lejarza “El Lobo” en ETA, meter a alguien en Terra Lliure no se antojaba complicado. Y encargaron al propio Lejarza que fuese él quien eligiese al topo. Que lo seleccionase y lo adiestrase para que, en cuestión de dos años, se ganase la confianza de los terroristas catalanes y se cargase la organización desde el interior.
Necesitaban a un hombre de raíces catalanas. Que conociese bien el idioma y la idiosincrasia catalanista. Que pasase sin problema por independentista. Un tipo preparado físicamente, con agallas y con habilidades casi paramilitares.
Captado en un circuito de carreras
El ‘Lobo” Lejarza movió hilos y fue a parar a Castellbell i el Vilar, un pequeño pueblo catalán en el que hay un circuito de carreras. Aquel circuito era propiedad del excomandante del CESID Fernando San Agustín y allí se impartían, entre otras cosas, cursos de conducción evasiva. El lugar se llamaba Can Padró Security & Safety Training. En aquel circuito encontró el Lobo Lejarza al perfil perfecto.
Lejarza se fijó en uno de los profesores. Un tipo de 35 años llamado Josep Maria Aloy. Nacido en Manresa, una de las ciudades fuertes del independentismo, y en el seno de una familia catalanista. El catalán era su lengua vehicular. Aloy era alto y de complexión fuerte, pero con cultura y unos modales exquisitos. Había estudiado en los Estados Unidos. Había trabajado en una sucursal del Banco Popular, por lo que estaba muy acostumbrado a tratar con la gente. Era un intrépido conductor que, además de dar clases de conducción evasiva, había estado a punto de participar en la carrera de aventura Camel Trophy en 1989. También sabía pilotar helicópteros y se desempeñaba como jefe de seguridad. Un auténtico multiusos.
Txema Aloy fue convencido por el Lobo y viajó a Madrid, cuentan que para entrevistarse con el propio Baltasar Garzón. El magistrado era por aquel entonces el titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Madrid, y la persona que, al parecer, le garantizó inmunidad para que pudiese infiltrarse en la banda terrorista catalana. También en Madrid se le ofrecieron los 5 millones de pesetas con los que le acabaron de convencer. Lejarza fue el encargado de entrenarlo. Tras un proceso de adiestramiento, el Lobo dio el sí: Aloy ya estaba listo para entrar a la acción.
El topo está listo
En aquellos años, Aloy residía en Barcelona capital, pero volvió a su Manresa natal para infiltrarse en Terra Lliure. Allí sólo tuvo que mover cuatro hilos en los bajos fondos para que le diesen las señas de David Martínez Sala, el terrorista con el que quedó en la estación de autobuses de Manresa.
Para Aloy no fue difícil infiltrarse. La banda armada catalana era un absoluto desastre. Su bagaje criminal en sus 16 años de historia fue de cinco muertos: cuatro de ellos miembros de la misma banda (que en su mayoría murieron manipulando bombas defectuosas) y una anciana que no tenía nada que ver ni era objetivo terrorista, pero que murió accidentalmente porque que le explotó una bomba al lado de su casa mientras se echaba una siesta.
Terra Lliure no tenía la preparación ni el apoyo que ETA. Poca gente quería jugársela entrando. Los terroristas catalanes necesitaban efectivos. Así como meterse en ETA requería una dificultad extrema, para meterse en Terra Lliure apenas había que pedirlo y ya estabas dentro.
Primeras sospechas: escucha a Julio Iglesias
Por eso, cuando el terrorista David Martínez conoció a Aloy, enseguida lo introdujo en la banda, pero enseguida despertó sus reticencias. La primera entrevista entre Martínez y Aloy fue en la estación de autobuses de Manresa. Allí quedaron para verse tres días después en una ermita que hay en un campo de la ciudad. Allí empezó Martínez a sospechar. “Algo no encajaba. No daba el perfil. La edad que tenía, que fuese investigador privado y pilotase helicópteros. La insistencia que ponía en conocer gente, en hacer cosas, en proponer acciones violentas…” explica Martínez en el programa Tarasca. Pero el detalle definitivo con el que Martínez desconfió del recién llegado fue que, al acabar esa segunda entrevista, ambos se montaron en el coche de Aloy, que en el radiocassette llevaba puesta una cinta de Julio Iglesias. Una banda sonora que no pegaba en absoluto en un terrorista independentista catalán.
A la tercer cita, David Martínez ya no se presentó. Sospechaba. No lo veía claro. Pero Aloy no se dio por vencido. Consiguió localizarlo. Martínez recuerda que “yo nunca le había dicho mi nombre real, creo que le dije que me llamaba Francesc o algo así. Pero esa tercera vez me encontró y ya se sabía mi nombre real, mi apellido y hasta donde trabajaba”.
A pesar de las sospechas, Aloy entró fuerte en Terra Lliure, porque era valiente. Participaba, arriesgaba, sugería acciones violentas. Proponía inclusos métodos para recaudar dinero con el que financiar la lucha armada. En el entorno de una banda terrorista débil y sin iniciativa, un perfil tan fuerte acaba siendo importante. Y el 4 de marzo de 1992, Aloy convenció a sus compañeros. Fue porque participó en un atentado que Terra Lliure perpetró en la estación de Renfe de Sant Sadurní d’Anoia. Colocaron una bomba compuesta por cuatro kilos de cloratita, dos temporizadores y dos bombonas de butano. “Misteriosamente”, la bomba nunca llegó a explotar. Pero como aquello tampoco era inédito en Terra Lliure (banda caracterizada por las sucesivas chapuzas a la hora de colocar explosivos), nadie sospechó de Aloy. Además, al haber participado activamente en el atentado, las reticencias de sus compañeros desparecieron.
El Día D: 9 de junio de 1992
Pero el reloj corría. Los Juegos Olímpicos de Barcelona se inauguraban el 25 de julio de 1992. Algo menos de un mes antes se consumó la traición de Aloy. El 29 de junio se había programado un triple atentado con bombas en diversas sucursales bancarias de Barcelona y Girona. Las tres fueron desactivadas, presumiblemente con la información que pasó el topo. Esa misma noche, el terrorista David Martínez había quedado con Txema Aloy esa noche, para hablar de nuevos atentados. Pero en lugar de a Aloy, a quien se encontró fue a la policía.
“Fue una detención de película. Yo iba con mi coche y de repente se me cruzaron dos coches en contra dirección. Me abordaron, me lanzaron al suelo, me golpearon…” recuerda Martínez, que denunció unas torturas por las que posteriormente fue condenado el estado español. Luego le llevaron a la comisaría de Barcelona, donde le comunicaron que estaba detenido, tanto él como otros siete compañeros. Durante el interrogatorio nadie le preguntó por Txema Aloy. Entre los detenidos tampoco estaba Txema Aloy. Ahí se dio cuenta Martínez de quién les había delatado.
Los Juegos Olímpicos de Barcelona se desarrollaron sin incidentes. Nunca se pudo demostrar que un topo fue el responsable. Aloy, por su parte, desapareció del mapa. A recomendación de Lejarza se marchó de Manresa. David Martínez pasó tres años en la cárcel. En 1995 fue indultado junto al resto de la banda. En 1996, paseando por Manresa, se encontró de frente con Txema Aloy. Se encaró con él. Le dijo que sabía quién era, lo que había hecho y hasta el dinero que había cobrado por ello. Aloy se lo negó todo de forma rotunda. No se volvieron a ver.
"Ya no queda casi nadie de los de antes..."
Ahora todo ha cambiado. El circuito de Castellbell i el Vilar donde captaron al topo ya no pertenece al excomandante del CESID, el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI); la propiedad fue traspasada en 2009. Baltasar Garzón está inhabilitado como juez. Ninguno de los políticos cinco que estuvo en la reunión de Baden-Baden ejerce ya como tal. Mikel Lejarza sigue escondido a pesar del fin de ETA. David Martínez sigue el Procés desde una segunda línea. ¿Y Aloy?
Cuentan que Aloy cobró sus 5 millones de pesetas y se quitó del medio. Se largó de Manresa, y luego del país. La pista se le pierde en Brasil, en 2002, donde trabajaba de jefe de seguridad y realizaba labor de asesoría en esa área para la empresa terrasense de juegos CIRSA. Ahora debe tener 63 años, al borde de la jubilación. Y probablemente esté tranquilo y siga escuchando canciones de Julio Iglesias en su coche.