Cinco escalones separan el suelo llano del palacio presidencial de la Moncloa. Marmóreos, blancos, inmaculados. A lo lejos puede parecer una distancia asumible para cargar cajas de mudanzas, pero de cerca, bajo la lupa de una moción de censura histórica, trasladar los enseres que adornaron la vida y gobierno de Mariano Rajoy y familia pesan. Pesan mucho. Más si se trata del colchón que atestiguó los desvelos del expresidente del Gobierno.
Su salida exprés, gestada en menos de una semana, todavía resuena en los huecos de España. Rajoy se muda, pero si hay algo claro en Moncloa es el protocolo a seguir para acomodar a los siguientes moradores. No es una decisión tomada en caliente: los primeros cambios de la era post Mariano y su mujer, Elvira Fernández, Viri, son los mismos desde la época de Calvo-Sotelo, según ha podido saber EL ESPAÑOL. Y el primer paso es cambiar de colchón. Su destino: una ONG.
Junto con las sábanas y las toallas, el colchón conforma la santísima trinidad de los nuevos presidentes españoles. Son los tres artículos que el personal de Moncloa renueva en primer lugar, según las órdenes dictadas por Pilar Ibáñez-Martín, esposa de Calvo-Sotelo. El colchón saliente se dona a una ONG y rápidamente es sustituido. Pero no es una bicoca. El nuevo jefe del Gobierno no decide sobre qué tipo de cama descansará. Cosas de la casa.
"Nadie quiere dormir en la cama de su adversario"
“Nadie quiere dormir en la cama en la que ha dormido tu adversario político”, ríe en conversación con este periódico la exempleada de Moncloa y escritora Mª Ángeles López de Celis. “Lo del colchón es habitual, pero hay estructuras que no se pueden cambiar, como el cuarto de baño. Toca aguantarse: no se va a construir a gusto de cada jefe del Gobierno”.
La vivienda privada del Palacio de la Moncloa es un terreno desconocido para los españoles. Las pocas imágenes que se conocen del recinto suelen reducirse a los actos oficiales, que suelen tener lugar en el Edificio del Consejo de Ministros. A poco más de cien metros, sin embargo, se erige el inmueble que trata de separar la vida laboral de la familiar del presidente, como si lo personal no fuera político.
Tras la fachada, la residencia oficial del jefe del Ejecutivo. Los sucesivos inquilinos se han amoldado entre estas paredes a la anómala vida en palacio, que estuvo destinado a albergar los escasos visitantes ilustres que visitaron España durante la dictadura. De ahí, a figura central de la democracia española como residencia oficial. La primera planta todavía juega con esa dicotomía: alberga un gran hall, el despacho de andar por casa del presidente, algunas salas de reuniones y el conocido Salón de Columnas.
200 metros cuadrados de vivienda
Pero la vivienda real está en la segunda planta. “Tiene algo más de 200 metros cuadrados, no es grande”, mapea López de Celis. “Es un palacio pequeño, incómodo, antiguo. Con estructuras bastante ruinosas, incluso. Se han hecho algunas reformas, se ha intentado modernizar la instalación eléctrica. También que el despacho del presidente dejara de oler a las comidas de las cocinas de abajo, por ejemplo. No es una estructura que se pueda considerar un hogar”.
La distribución es clara: ocho habitaciones, nueve baños y tres vestidores. La familia ideal que acoger en el palacio sería no superior a 5 miembros. En la época de la presidencia de Leopoldo Calvo-Sotelo, por ejemplo, hubo que habilitar las buhardillas del edificio, puesto que el exjefe del Gobierno y su mujer eran padres de 8 niños.
No existen zonas francas, áreas libres del estrés gubernamental. El propio acceso a la planta ‘familiar’ es la escalera principal. No hay segundas entradas. “La vivienda no está separada de todo lo demás. No tiene una intimidad como la casa de uno”.
Trasladar "el sillón de la tele"
Los detalles personalizados se reducen al mínimo: se puede decorar al gusto de sus habitantes -como hicieron Ana Botella o Sonsoles Espinosa-, pero el mobiliario es el que hay. “Muebles, realmente, no se trasladan desde las viviendas particulares de los políticos a Moncloa. Sólo algunos muy puntuales, enseres que formen parte de su vida diaria. El sillón donde ver la tele, por ejemplo”, detalla López de Celis. Otro toque de la personalidad presidencial puede darse, precisamente, en el colchón. Si lo desea, el jefe del Ejecutivo, puede traerse la cama de casa. “No sería ni el primero ni el segundo en hacerlo”.
Antiguos trabajadores del edificio relatan a este periódico que la habitación del presidente es austera, con una única cama. Tiene una pequeña antesala o hall y dos vestidores. También cuenta con una suerte de office, de minicocina para poder tomar alguna bebida o infusión de noche sin necesidad de molestar al personal de cocina. Se puede acceder a dos baños.
Pedro Sánchez y Begoña Gómez, los nuevos inquilinos, no han dormido aún en el palacio. La rapidez con la que se ha sucedido el relevo político no ha permitido el traslado del mobiliario a tiempo. “Tengo la sensación de que deben quedar cosas por recoger aún, que, probablemente, estarán custodiadas en otras salas de Moncloa”, opina la extrabajadora.
La mudanza se suele preparar 6 semanas antes
Quizás no sea espacio para niños, pero las hijas del matrimonio socialista no serán las primeras en corretear por el recinto y crecer en el hogar más vigilado de España. Entre semana, el Palacio de la Moncloa bulle con el ir y venir de funcionarios, trabajadores, miembros del gabinete del presidente y seguridad. Pero sábado y domingo, “se vuelve una pequeña jaula. Verjas y cámaras”. Si quieren recibir alguna visita, ha de ser comunicada con anterioridad. “No es una urbanización”, matiza López de Celis.
La mudanza del líder socialista poco va a tener que ver con lo anteriormente vivido en Moncloa. “Es un caso atípico, una situación que nunca se ha dado y, realmente, el traspaso ha de hacerse con mucha precipitación. Eso complica las cosas. Aproximadamente, en periodo electoral, hay 6 semanas. Ahora, una semana a lo sumo. Es exprés. Es más fácil recoger para el que sale que trasladarse para el que llega”.