Joan, el cocinero que volvió de Pekín y se obsesionó con la vecina adoptada china a la que mató
- Su fijación por la cultura china le llevaron a obsesionarse con Laia, una niña asiática de 13 años cuyos abuelos vivían en su mismo bloque.
- La estranguló, la apuñaló y escondió el cadáver bajo su colchón
- A las pocas horas de asesinar a la niña, la madre de Joan murió en el hospital
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Joan Francesc López Ortiz está obsesionado con China. Su última novia es de allí. Este cocinero de 42 años de Vilanova i la Geltru (Barcelona) quería montar un restaurante en ese país asiático y echar raíces. Le contaba a todo el mundo que el último año había estado viviendo en Pekín. Hace unos meses que regresó a Vilanova. A vivir en casa de sus padres. En la escalera del edificio se cruzaba a menudo con una adolescente china adoptada. También se obsesionó con ella. El lunes la raptó, la asesinó y escondió el cadáver bajo su colchón.
Joan Francesc López Ortiz ha sido detenido por el asesinato de Laia Alsina, de 13 años y china de nacimiento, pero criada en Vilanova. Cocinero en paro, separado, depresivo, embustero, cocainómano y bebedor, Joan no se relacionaba con los vecinos. Hablaba poco. Huraño y agresivo, su decepción con la vida aumentaba por momentos. Su día a día era un desastre.
De China a la cocaína
Joan llegó a ser bastante bueno en lo suyo. Trabajó como cocinero en varios hoteles de la costa catalana. Incluso había impartido clases de cocina a baja temperatura. Su proyecto de vida en China era su máxima ilusión. Ya conocía el país y quería abrir allí un restaurante. El último año se le perdió la pista. En su barrio explicaba que había estado viviendo y dando cursos de cocina en Pekín. Sus vecinos tienen otra versión: dicen que esa fue la excusa para no contar que, en realidad, todo ese tiempo estuvo aquí en Cataluña, intentando curarse de sus adicciones.
Joan volvió a casa de sus padres hace menos de medio año y volvía a estar metido en problemas. Dicen los que le conocen que estaba casi siempre bebiendo por los bares y pillando farlopa en el barrio de La Ermita o en El Tacó. No tenía oficio ni beneficio. Se le veía de madrugada hablando solo, borracho y puesto hasta arriba de coca.
Joan está separado y tiene una hija de 13 años, pero no se relaciona con ella porque tiene antecedentes por violencia. Y por si fuesen pocos problemas en su vida, su madre, Carmen, se estaba muriendo. Su padre, Antonio, ya pasaba más tiempo en el hospital que en casa, cuidando de su moribunda mujer en sus últimos días de vida.
Joan, por contra, pasaba bastante de ir a visitar a su madre al hospital. Su vida discurría entre los bares de los bajos fondos y la casa de sus padres, en el primer piso del 26 de la Avenida Cubelles. Y en las escaleras de ese bloque se cruzaba casi a diario con una silenciosa niña china. Aquello le descentró del todo.
Laia se iba de viaje de fin de curso
La niña era Laia Alsina López, una adolescente de 13 años nacida en China pero adoptada por una familia de Vilanova. Laia hablaba poco. Por timidez y porque padecía un leve trastorno del espectro autista. Nada severo. No le impedía hacer vida normal y relacionarse con la gente. Estudiaba sexto de Primaria en la Escola Pia y cuando salía del cole se iba a merendar a casa de sus abuelos en el segundo piso del 26 de la Avenida Cubelles. Justo una planta por encima de Joan. Laia estaba muy ilusionada estos días porque se preparaba para irse de viaje de fin de curso el 6 de junio.
Pero los planes se truncaron para todos el fatídico lunes 4 de junio. Laia salió del colegio sobre las seis de la tarde. Se fue a casa de sus abuelos a merendar. Ni una hora más tarde vino su padre a buscarla. La esperó en la puerta. Esperó y esperó hasta que se desesperó. Llamó a casa de los abuelos para que apremiasen a la niña y bajase rápido. "¿La niña? La niña ha bajado hace un buen rato", fue la respuesta de los extrañados abuelos. Laia había desaparecido por las escaleras. ¿Qué había sucedido?
Desapareció en las escaleras
Había sucedido que Joan estaba esa tarde solo en casa. Su padre se había ido a cuidar a su esposa moribunda, como hacía cada día, al Hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes. Joan estaba resacoso y sin compañía. La noche anterior estuvo bebiendo cerveza en el bar El Surtidor. Por la mañana lo habían visto hablando solo por la calle, colocadísimo, volviendo a casa tras otra madrugada esnifando. Se despertaría a media tarde sin mucho más que hacer.
En torno a las seis y media de la tarde, Joan cazó a Laia. A esa niña china de la edad de su propia hija. Se había obsesionado con ella igual que se obsesionó con todo lo relativo a China. Si Joan se cruzó con Laia en las escaleras por casualidad o si la estaba vigilando, sólo él lo sabe. El hecho es que la abordó en su rellano, la forzó a entrar en casa, la estranguló y la apuñaló con uno de sus cuchillos de cocina. Luego escondió el cadáver bajo el colchón.
El único vecino que no colabora
Entretanto, la familia de Laia dio rápidamente la voz de alarma. La buscaron por el barrio y reclamaron refuerzos. La Policía Local de Vilanova activó de inmediato el dispositivo de alerta. Pidieron ayuda ciudadana hasta por redes sociales. Los Mossos se sumaron a la búsqueda enseguida, así como un montón de vecinos.
Los tíos de Laia también, y ellos resultaron fundamentales en la resolución de la historia. Dos de ellos fueron al 26 de la Avenida Cubelles, el último sitio donde vieron a Laia. Llamaron a todos y cada uno de los timbres del bloque. A todos los vecinos les preguntaron. Todos respondieron a la llamada desesperada. Todos menos uno.
Nadie atendía en el 1°-2°. La insistencia de los tíos de Laia tocando el timbre hizo que, al final, Joan abriese la puerta. Apareció envuelto en una toalla y disculpándose porque, decía, se estaba duchando. Dio unas explicaciones muy peregrinas. Tanto, que despertó las sospechas de los tíos de Laia, que se fueron de allí con la mosca detrás de la oreja. Ese tipo oculta algo, pensaron. Tuvieron un pálpito. Y regresaron. Joan abrió la puerta otra vez. Los tíos de Laia le volvieron a preguntar y sus explicaciones resultaron todavía más incongruentes. Se había puesto nervioso.
Entran por la fuerza en su casa
Uno de los tíos de Laia se hartó y le exigió que le dejase entrar en casa. Joan se negó y forcejearon. Al final el tío de Laia logró colarse en el piso. Vio que estaba todo removido. Joan empezó a gritar: "¡Yo no he sido!", antes incluso del macabro hallazgo. Allí dentro, los tíos de Laia descubrieron el cadáver ensangrentado de la pequeña. Estaba golpeada y apuñalada bajo el colchón de un dormitorio.
Ironías del destino, pocas horas después de que Joan matase a Laia en el 26 de la Avenida Cubelles, su madre Carmen fallecía en el hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes, poniendo fin a su larga agonía. En lugar de estar acompañando a su madre en sus últimas horas de vida, Joan estaba matando a una niña de la edad de su propia hija.
La policía mantuvo al detenido en la casa hasta las once y media de la noche. Durante todo ese tiempo, centenares de personas hicieron guardia en la puerta para insultarle a la salida. Cuando finalmente los Mossos lo sacaron, varios vecinos intentaron romper el cordón para ir a lincharlo. Pero en décimas de segundos, el furgón con Joan ya había desaparecido.
El "asesino" que no tuvo nada que ver
Durante toda la jornada se vivieron escenas de tensión y de dolor en la Avenida Cubelles. Informaciones contradictorias sobre la vida del asesino, así como mucha expectación por verlo. También se dieron situaciones surrealistas, derivada alguna de la mala praxis de un medio de comunicación: un periódico publicó que el detenido se llama Francisco Contreras y que era hijo de Alfred Contreras, un conocido constructor de Vilanova. Datos que no eran ciertos.
Curiosamente, Construcciones Contreras está en el 24 de la Avenida Cubelles. Es decir, en el portal de al lado del lugar de los hechos. Mientras su propietario estaba dentro trabajando, en la calle, la multitud compartía por redes la noticia falsa y le gritaban asesino al constructor, que nada tenía que ver con el suceso y escuchaba las amenazas de muerte. Finalmente tuvo que salir a hablar con los Mossos para aclararlo. La propia policía se puso en contacto con ese medio para que rectificasen.
Lo único que tuvo que ver Construcciones Contreras con el suceso es que Antonio, el padre del asesino, trabajó allí durante un tiempo. Ahora se había jubilado y pasaba los días en el hospital cuidando a Carmen, su moribunda mujer. No se imaginaba ese hombre que su hijo Joan, el cocinero que se obsesionó con China y con la cocaína, también se obsesionaría con una adolescente asiática a la que acabaría matando. Fue el doble drama de Antonio en un fatídico 4 de junio: a la vez que su mujer fallecía en el hospital, su hijo mataba a una niña en su casa.