Nadia tiene 17 años. Entra en un colegio electoral acompañada por su padre, José María Calviño. Las cámaras engullen al director general de TVE, que atraviesa sus horas crepusculares al frente de la tele pública. El protegido de Alfonso Guerra -todavía vicepresidente del Gobierno y celoso guardián de Ferraz- opina acerca del histórico referéndum de la OTAN, cuyo resultado se conocerá al morir este 12 de marzo de 1986. Nadia aprovecha el revuelo, se acerca a la urna, esquiva la ley y vota. Es menor de edad, pero lo consigue. Se aprovecha, según la prensa de la época, de la inclusión errónea de algunos menores en el censo electoral.
Este es el relato que se desprende de la noticia publicada por ABC algunos días más tarde. El rotativo monárquico cocinó la crónica a partir de una denuncia de Alianza Popular, partido capitaneado por Manuel Fraga y acérrimo adversario del PSOE.
El acta de la mesa reflejó el voto irregular de la que acaba de convertirse en ministra de Economía del Gobierno de Pedro Sánchez. El periodista fue más allá y, agarrándose a la versión de “un testigo presencial”, cargó contra José María Calviño: “Ella no quería votar, pero terminó haciéndolo”. El autor del texto acusó entre líneas al mandatario de TVE de haber utilizado a su hija para engrosar la bolsa de papeletas del “SÍ”, postura defendida por Felipe González. Los socialistas, que siempre habían dicho “no” a la OTAN -con su mítico eslogan 'OTAN de entrada NO'-, ganaron in extremis tras una inversión millonaria en propaganda para “explicar” su cambio de parecer.
“Aunque no lo parezca, ella es muy política”
Por primera vez, el nombre de Nadia anuló el de su padre en una portada política. Olvidada la travesura, volvió la niebla. Aquella chica se licenció, despuntó en todos los puestos que ocupó, se casó y viajó a Bruselas. Su padre fue apartado del liderazgo de TVE unos meses después, tras las elecciones de 1986 -en las que el PSOE volvió a ganar con una aplastante mayoría-. Felipe se impuso a Guerra y colocó a su candidata: Pilar Miró. A partir de ahora, el “Calviño” será de Nadia y José María se acurrucará un poco más donde ya estaba: en el retrovisor.
Sobre el papel, son muchas más las diferencias que las similitudes entre padre e hija. El primero fue histriónico, controvertido. A mediados de los ochenta, una periodista gallega aseveró tras entrevistarle: “Fuma en pipa, pero su mundo no es precisamente de paz”. Acusado de manipular la información en favor del PSOE, compareció en el Congreso más veces que muchos ministros de González. “La Cámara se divierte con Calviño”, glosó El Correo Gallego. Nadia, en cambio, ha mimado su perfil técnico desde que llegó a la capital europea. Ni siglas ni colores. “Actuaba así porque se lo exigían sus cargos, pero ahora cambiará. Ella es muy política, mucho, pero no le convenía que se supiese”, relata en conversación con este diario un buen amigo de la familia.
Esta fuente dibuja así las cenas en casa de los Calviño: “La recuerdo cuando estaba en segundo de carrera. Se hablaba mucho de política y ella no decía amén a todo. ¡Ni mucho menos!”. Desde este jueves y al frente de la cartera de Economía, Nadia capitanea ese grupo de líderes técnicos captados por Pedro Sánchez. Antes de coger el avión, abandonó uno de los cargos más jugosos del continente: la dirección de presupuestos de la Comisión Europea. “La ha fichado el PSOE, pero ella, por lo menos en términos económicos, es más liberal que socialista”, afina un funcionario de Bruselas que ha trabajado codo a codo con la recién nombrada ministra. Según ha sabido EL ESPAÑOL, Nadia era muy del gusto de Ciudadanos, que intentó ficharla. La postularon como candidata a presidir el Banco de España.
Unidos por Pedro Sánchez
El parecido que une a padre e hija tiene nombre y apellido: Pedro Sánchez. Tras ser decapitado por los barones de su partido en el Comité Federal de octubre de 2016, el ahora presidente del Gobierno pidió consejo a algunos miembros de la vieja guardia socialista. Unos lo llamaron asesoramiento; otros, conspiración. En aquel grupo figuraba… José María Calviño. “Fuimos alrededor de media docena. Sánchez preguntó y nosotros le aconsejamos volver a dar un paso al frente. La imagen era curiosa. Éramos los viejos del PSOE convertidos en activistas”, desgrana alguien que participó en aquellas reuniones.
Igual que hizo hace décadas, José María Calviño volvió a colocarse frente a Felipe González. Del guerrismo al sanchismo. Maliciosamente, podría pensarse que el nombramiento de su hija llega en contrapartida al favor del padre, aunque nada más lejos de la realidad. En todo caso, habría sido al contrario. Quizá José María mediara para que Nadia aceptase el cargo. La decisión, según su entorno cercano, “no fue fácil”.
Las renuncias económicas de Nadia
Para decir “sí” a Pedro Sánchez, Nadia Calviño ha renunciado a un sueldo millonario y a uno de los puestos más influyentes de Bruselas, el de directora general de presupuestos. Allí se embolsaba casi 220.000 euros brutos anuales. Ahora llegarán a su cuenta 74.000. Su toma de posesión ha sacado a relucir el chascarrillo “hacer un Escolano”, en referencia a su predecesor, que dejó el Banco Europeo de Inversiones -y una nómina de 300.000 euros anuales- para formar parte del Gobierno de Rajoy. El cargo apenas ha durado unos meses. Algo parecido podría ocurrirle a Calviño si las elecciones llegaran más pronto que tarde. La nueva ministra estuvo especialmente cariñosa con Román Escolano, su preparador de oposiciones.
Nadia Calviño nació en La Coruña en 1968. En octubre cumplirá cincuenta años. Los altos cargos que fue ostentando su padre trasladaron a la familia muy pronto a Madrid, aunque ella siempre ha hecho gala de sus orígenes gallegos. Su nombramiento como ministra surtía de noticias y reportajes a la prensa local esta semana. También revolucionaba a los Calviño que todavía residen en el norte.
“¡Estoy orgullosa de mi prima!”
A modo de muestra, este mensaje que publicaba en Facebook su prima Thalía: “Llevo toda la mañana recibiendo llamadas (…) ¡Sí! Nadia Calviño es mi prima mayor, y una persona muy importante en mi primera juventud. Podría haber aceptado en este momento puestos de envergadura mundial, pero ha decidido, tras doce años en Bruselas, volver a España a ayudar. Me siento orgullosa de tan valiente y arriesgada decisión como prima y agradecida como española. Necesitamos personas altamente cualificadas para salir del atolladero”.
Cuando Nadia era niña, su padre, abogado de profesión, fue incluido en el organigrama de TVE. Ingresó en la corporación pública con Adolfo Suárez, pero llegada la democracia poco tardó en convertirse en la principal apuesta del PSOE. En 1980, este partido logró incrustarlo en el Consejo de Administración del ente público. Dos años más tarde, ganadas las elecciones, el Gobierno socialista lo aupó como director general. Un cargo de mucho más poder que ahora, teniendo en cuenta que entonces no había más televisión que esa.
“Fue cosa de Alfonso Guerra”
“Fue cosa de Alfonso Guerra. Era el que lo conocía. Yo apenas tuve trato con él”, relata a este diario un ministro de aquel Ejecutivo. Y así consta en las fotografías de la época. El día que José María Calviño juró su cargo fue el vicepresidente de González quien encabezó el acto. Con pantalones de campana, americana oscura y gafas gruesas, Guerra se acariciaba la barbilla mientras su protegido alcanzaba la dirección del trasatlántico televisivo.
Nadia empezó a acostumbrarse a ver a su padre por la tele. También a verlo rodeado por aquellos hombres embutidos en chaquetas de pana que empezaban a mandar. Se dio cuenta de que su padre también mandaba. José María Calviño (Lalín, Pontevedra, 1943) nombró a José Luis Balbín jefe de informativos. Luego lo apartó y llegó a suspender La Clave, lo que produjo un auténtico debate en torno a la libertad de expresión. Apartó a algunos de los periodistas más conocidos heredados de la gestión anterior –como Paloma Gómez Borrero– y dio paso a Paco Lobatón o Concha García Campoy.
“Calviño, ¿usted duerme bien?”
Para el recuerdo, aquella entrevista que le hizo Mercedes Milá. “¿Usted duerme bien? ¿Se puede hacer periodismo sin consignas?”, fueron algunas de las preguntas. Calviño negó la mayor. Entonces, Milá, irónica, le reprendió: “¿Su mujer acepta tener a su lado a semejante monstruo? Si se tiene que fiar de lo que dice la prensa…”.
A pesar de esa “censura” socialista de la que fue acusado, incluso sus adversarios le reconocieron haber modernizado la tele pública. Incluyó programas como La bola de cristal o La edad de oro y emitió series tipo Dinastía y Falcon Crest. Recientemente, un conglomerado de protestantes y judíos le entregó un premio por haberles dado en su día espacio en los medios públicos.
Nadia se licenció en Ciencias Económicas. Era 1991. Diez años más tarde, compaginó su trabajó en el ministerio de Economía –donde se desempeñaba como funcionaria– con la obtención de otra carrera: Derecho –UNED–. En 2006, ya casada, partió a Bruselas recién fichada como subdirectora del departamento de Competencia de la Comisión Europea. Cuatro años más tarde, alcanzaría la subdirección de los servicios financieros, donde contribuyó a elaborar algunas de las normas más importantes para el sector bancario durante la crisis.
“Nadia tiene un club de fans en Bruselas”
En Bélgica, cuentan los periodistas que la trataron, mantuvo un perfil “muy bajo”, poco estridente, protegida por su condición de funcionaria. En privado, coinciden dos amigos en charla con este diario, disfrutaba explicando a sus compañeros extranjeros los abruptos cambios de la política española. Con “su sonrisa” y su “alta capacidad de trabajo”, Nadia se ganó “un club de fans”. Así lo demuestra la despedida multitudinaria que concitó a decenas de funcionarios en una explanada.
Jonathan Faull, exfuncionario británico y jefe de Nadia durante algún tiempo, explica a EL ESPAÑOL: “Es minuciosa, sabe escoger bien a sus colaboradores y les da margen de actuación. Además, asume la responsabilidad última de sus decisiones. La mayoría de comisarios felicita a Sánchez por su nombramiento”. Faull también sitúa a Nadia como “la única mujer en una habitación llena de hombres trajeados”. Un extremo que ahora cambiará. El PSOE ha hilvanado el Gobierno más feminista de la democracia.
La propia Nadia, a través de un perfil publicado por El Correo, sintetizó así la rutina de sus últimos años: “Llego al despacho a las ocho de la mañana. Paro a comer un bocata. Me autoimpongo dejar de trabajar a las siete para ir a casa con mis cuatro hijos. Cuando ellos duermen, sigo trabajando un poco más”.
Anthony Gardner, también amigo y embajador de Estados Unidos ante Europa con Obama, cuenta a EL ESPAÑOL: “Aquí la respetan mucho. Conoce la maquinaria de Bruselas a la perfección. Es centrista. Tendrá capacidad para influir”. Su sonrisa y sus buenas maneras no suponen ingenuidad. “Luego es dura en las negociaciones, hasta el punto de resultar inflexible, pero siempre simpática. Es una mujer de poder, ambiciosa”, confirma un funcionario europeo que prefiere no revelar su nombre.
El pasado martes, ya consciente de su nueva etapa como ministra, Nadia Calviño se despojó de su máscara técnica. Lo hizo en un debate acerca del feminismo y la economía. Criticó a Rajoy y apoyó un manifiesto en contra de la participación en aquellas conferencias cuyos carteles no anuncien mujeres. También se cruzó con Ana Botín, presidenta del Banco Santander, que la invitó a un acto en Bruselas. Nadia se disculpó, aunque sin dar más detalles: “No voy a poder ir”. Horas más tarde, Botín celebraba su nombramiento como ministra de Economía.