Manhattan (Nueva York), día de Reyes de 2012. Un ciudadano dominicano se ha pasado bebiendo y se pone a orinar en plena calle. Una patrulla de la policía lo ve y procede a identificarlo. El hombre no se imagina que esa será su perdición. Se llama Rafael Alberto-Burgos, pero vive bajo una falsa identidad porque está huido de la justicia española. Se esconde en Estados Unidos porque un juzgado de Barcelona le reclama como presunto asesino de una mujer en 1997. En ese momento no fue detenido, pero esa identificación por orinar en la vía pública resulta clave para su localización y extradición 5 años más tarde.
Se acaban de cumplir 20 años de la aparición del cadáver de Nidia Rodríguez, una colombiana que vivía con sus dos hijos pequeños en Barcelona y a la que asesinaron brutalmente en octubre del 97. Su cuerpo apuñalado fue abandonado en una cuneta al lado del Aeropuerto de El Prat. En aquel entonces mantenía relaciones con un cocinero dominicano llamado Rafael Alberto-Burgos. Nidia lo dejó, pero él no se conformó. Fue a buscarla una tarde a su casa y la convenció de que le ayudase a hacer unas gestiones. Ella le creyó. Dejó a sus pequeños en casa y bajó en chanclas al portal. Nunca la volvieron a ver con vida.
Una historia de casualidades
Esta historia está llena de casualidades y coincidencias: una prótesis dental típica de Colombia, un apellido que parece un nombre, un desorden público sin aparente importancia, un malentendido en un aviso policial, un caso que se reabre por error, un abogado testarudo y la celeridad con la que Donald Trump localiza a los delincuentas latinos. Esos son los factores que han acabado dando con el paradero de un presunto asesino. Por si hubiese pocos ingredientes de película, el supuesto criminal ha nadado para morir en la orilla, porque lo han detenido cuando faltaban sólo dos meses para que el caso prescribiese. Además, otra casualidad ha hecho que se convierta en un delincuente mediático en Estados Unidos: ha salido en las noticias por ser el extranjero deportado número 400.
Los hechos tuvieron lugar en octubre de 1997. Nidia Rodríguez era una colombiana a punto de cumplir 32 años. Residía en el barrio de Gràcia (Barcelona) con su hija de 8 años y su hijo de 5. Trabajaba como profesora de baile y cuidadora de ancianos. Estaba soltera y acababa de romper con un dominicano de 23 llamado Rafael Alberto-Burgos que trabajaba de cocinero en un restaurante del Eixample de Barcelona. Nidia decidió poner fin a la relación, pero Rafael siguió acosándola. El hombre se había ganado la confianza de los niños, de 8 y 5 años, por lo que era habitual que volviese al domicilio de vez en cuando.
Abandonó a su madre en Barcelona
La fatídica tarde del 5 de octubre, llamó al portal y convenció a Nidia de que le ayudase a arreglar unos papeles. Ella bajó en chanclas y un short amarillo. Ahí se les pierde la pista a los dos. Rafael partió a toda prisa hacia Estados Unidos a la mañana siguiente. En España dejó su coche, su trabajo y a su propia madre a la que jamás volvió a telefonear.
A Nidia, que iba a cumplir 32 años en dos semanas, no la volvieron a ver más. Sus padres y hermanas, que vivían en Barcelona, la buscaron sin éxito hasta por la tele. Sus dos hijos fueron cuidados por sus abuelos y tíos. Al poco tiempo volvieron a Colombia.
En mayo de 1998, un transeúnte que caminaba por un paraje solitario de Viladecans halló un cadáver oculto bajo unas ramas. El estado de descomposición era muy avanzado. Su identificación parecía imposible. Fue una prótesis dental, atípica en España pero habitual en Colombia, la que sirvió para el reconocimiento. La policía cruzó datos con las personas desaparecidas en aquel entonces y sospecharon que el cuerpo pertenecía a Nidia Rodríguez. Cotejaron después la ropa amarilla con la que salió de casa y constataron que tenía la misma prótesis dental. Así certificaron que era su cadáver. La mujer, según reveló la autopsia, fue brutalmente asesinada a puñaladas. Se llevó incluso una cuchillada en el ojo.
Un apellido que se convierte en nombre
Un juzgado de Gavà cursó una orden de detención contra Rafael Alberto-Burgos, que ya no se hallaba en territorio español. De hecho, ya no se hallaba en ningún lugar. Rafael se había esfumado del planeta. Consiguió una documentación falsa y no se rompió mucho la cabeza para darle forma a su nueva identidad: Convirtió parte de su apellido compuesto, Alberto, en su nombre de pila. Ya era otra persona: Alberto Burgos. Én Nueva York estuvo viviendo con su hermano, trabajando en la hostelería igual que hacía en Barcelona y residiendo en el Spanish Harlem, un gueto tan lleno de latinos que cualquier hispano pasa desapercibido.
Durante todos estos años, el caso ha permanecido aparcado en un cajón de un juzgado. Pero en 2016, la casualidad obró un milagro. Un error volvió a poner en marcha toda la maquinaria. Cuenta Guillem Sánchez en El Periódico que la Policía Nacional llamó al Juzgado de Gavà para aclarar qué órdenes internacionales seguían vigentes. La de Rafael era una de ellas. Un malentendido hizo que en el juzgado entendiesen que lo habían detenido, lo que les llevó a reabrir la causa y asignar un abogado de oficio. El letrado recibió la documentación, la leyó y se obsesionó con el caso. Movió varios hilos en la embajada de la República Dominicana y reactivó la búsqueda.
El tesón de este abogado derivó en que INTERPOL emitiese una orden de busca y captura. La colaboración con la policía americana fue fundamental: durante los meses siguientes hallaron varias direcciones en las que había residido Rafael Alberto-Burgos, sus puestos de trabajo y hasta sus redes sociales. Fue así como dieron con una fotografía reciente suya. Habían pasado 19 años, pero la policía científica llevó a cabo un estudio fisionómico y concluyó que aquel latino que residía sin papeles en Estados Unidos y que había sido identificado en 2012 por orinar en medio de Manhattan, era el presunto asesino de Nidia. Que Alberto Burgos era en realidad Rafael Alberto-Burgos.
Donald Trump
Sólo dos meses faltaban para que prescribiese el caso, pero al final, la orden de captura internacional llegó a tiempo. Fue detenido por la policía de inmigración. Pasa además que, durante la administración Trump, esta unidad está especialmente activa en sus tareas de captura de extranjeros, por lo que no tardaron mucho en darle caza. Lo encontraron trabajando como ayudante de cocina en un restaurante neooyorquino, curiosamente al lado de la Torre Trump.
Para cerrar el círculo de curiosidades, cabe destacar que el caso de Rafael Alberto-Burgos se convirtió de repente en mediático en Estados Unidos: el motivo fue que el dominicano era el delincuente número 400 que había detenido y deportado la policía en el curso del año. Una cifra redonda que hizo que su fotografía siendo esposado y extraditado a España saliese en medios de comunicación de toda América.
Ahora Alberto vuelve a ser Rafael y está preso en Barcelona. Asegura que él no es culpable. Que a Nidia la mataron los miembros de una red de proxenetas colombianos. Lo que no ha aclarado es por qué huyó del país el mismo día que la chica desapareció, dejando coche, trabajo y madre en España, y nunca más volvió. Los hijos de Nidia, por su parte, vuelven a vivir en Barcelona y se preparan ahora para el proceso que nunca esperaban afrontar: el juicio por el asesinato de su madre, cuando estaba a dos meses de prescribir. Un gol en el tiempo de descuento.