Hace algo más de 20 años, Marcial Dorado Baúlde entraba como un señor discreto de camisa de cuadros y gafas de color sepia en el recinto del Monterreal Club de Yates de Baiona -Galicia-. Allí tenía arrendado un atraque para sus barcos. A veces iba solo y a veces acompañado, pero sin apenas llamar la atención. Él y sus amigos, entre los cuales a veces se presentaba un tal Alberto Núñez Feijóo, vicepresidente y secretario general del Servicio Gallego de Salud, aprovechaban el calor estival y el microclima de la bahía de Vigo para acercarse a las Islas Cíes, un enclave paradisíaco al sur de Galicia.
A veces iban en el Menkalina, otras en el Oratus, aunque este último, por lo general, lo tenía atracado en Ibiza. Solo unos pocos privilegiados subieron aquellos años en ambas embarcaciones. El hoy presidente de la Xunta de Galicia fue uno de aquellos privilegiados.
Eran días felices. En 1995, Marcial Dorado era conocido en la Isla de Arousa como "Marcial de la Isla" (debido a sus extensas propiedades allí) y ya había sido detenido por el juez Baltasar Garzón como uno de los grandes capos en la Operación Nécora. Por su parte, Feijóo crecía y crecía, convirtiéndose en aquellos años en un referente político. Entretanto, en los paseos, los bañitos esporádicos en el Atlántico, en los momentos de asueto, aparecía en su agenda el nombre de aquel conocido narcotraficante y contrabandista de tabaco.
Sus vidas no son las que eran. Tampoco ellos. Feijóo se ha consolidado como el símbolo de una nueva esperanza para el Partido Popular en España. Todo apunta a que pronto se marchará de la Galicia que lleva presidiendo desde 2009 y en la que ya ha ganado tres elecciones autonómicas por mayoría absoluta. Se ha convertido en el adalid contra la corrupción en su partido, una voz que muchos consideran autorizada en toda España. “Si no sale él, el PP se nos va a la deriva”, han comentado a lo largo de esta semana a EL ESPAÑOL varios diputados nacionales.
El otro lo tiene crudo. Marcial Dorado cumple condena en el centro penitenciario de Villabona (Asturias). Allí, según ha podido conocer este periódico, se muestra discreto, no tiene expedientes disciplinarios abiertos y se dedica, principalmente, a las labores de limpieza de la prisión. De controlar buena parte de los negocios ilegales del tabaco y del narcotráfico en Galicia, de una vida de vino y rosas, a pasar la fregona por la prisión. Mucho han cambiado las cosas desde aquellas jornadas veraniegas en sus yates con aquel joven Alberto. Y sus barcos, ya emblema de una época de connivencia entre la política y el narco, están en poder de la Benemérita. Fueron incautados hace un par de años.
El líder del PP gallego tiene el futuro por delante, pero también el pasado. No son pocos en su entorno los que temen que aquella vieja y oculta amistad vuelva a surgir de nuevo en las próximas fechas, en los próximos meses. Muchos dentro de la federación regional lo ven como su espada de Damocles, la horma en su zapato, un escollo que nunca ha logrado sortear.
La vida en la cárcel de Marcial
La vida de ambos no ha podido ser más distinta desde entonces. En enero de 2017, a Marcial Dorado se le concedió su primer permiso penitenciario en mucho tiempo, y el señor de la Isla de Arousa pudo regresar a su Galicia natal. Actualmente cumple condena de 10 años por narcotráfico y otra de seis por blanqueo de dinero.
Aquel fue un primer paso para que el célebre contrabandista acabara obteniendo el tercer grado penitenciario, del que todavía no goza. Desde 2013, se le ha denegado su libertad en más de 25 ocasiones. Mientras, se prepara en Villabona para su vida en libertad. Mientras tanto, el viejo Marcial “está integrado a la perfección con los otros presos”.
Entretanto, en Galicia (y en toda España) sus propiedades languidecen. El imperio de Marcial de la Isla es extenso. Tiene casas en Pontevedra, un centenar de fincas, pisos y locales comerciales en Santiago, miles de hectáreas para cultivar albariño en Portugal, casas coloniales… Pero sin duda la joya de la corona es su domicilio en la Isla de Arousa. En la mejor zona, con el mejor terreno, posee una enorme piscina de unos 25 metros de largo. Todo ello ha quedado atrás en manos de su hija María Dorado, también imputada, y de su hijo. Mientras uno trata de salir de la cárcel, otro intenta salir de Galicia. Ambos con cautela, tratando de no decir una palabra más alta que otra.
Una amistad que le dejó al borde del KO
El inmaculado currículum de Alberto Núñez Feijóo se empezó a tambalear el 31 de marzo de 2013. Era domingo. Aquel día, Xosé Hermida y Elisa Lois titulaban en El País: “Feijóo y el contrabandista”. Desde entonces comenzaron a glosar en las jornadas siguientes la época ‘dorada’ del ahora candidato a la dirección del PP.
El imperio Feijóo, un sostén impecable hasta entonces al que el PP podía aferrarse en medio de la marea de corrupción que asoló al partido en toda España, corría grave peligro. Varios dirigentes y militantes del partido recuerdan todavía hoy aquellos días. En la federación gallega no se movió ni una mosca. Todos a la expectativa, a ver qué decía y qué hacía el líder gallego, atentos a su posible caída.
Fue el momento más crítico de su carrera. Las fotografías, más que incontestables, la amistad, más que certificada. Estuvo durante semanas al borde del KO, pero vendió en Moncloa, estoico, el modo en que había respondido a las inapelables publicaciones en los medios.
Han pasado cinco años de la mayor crisis que se recuerda del PP gallego, una federación experta en fabricar un candidato tras otro para luego enviarlo a Madrid, directo a gobernar. A día de hoy, en el entorno de Feijóo y en distintos sectores del partido todavía resulta un tema complicado a tratar.
Las fotos con Dorado son algo, como en el célebre cuento, que siempre han estado ahí. Fraga supo de su existencia, Feijóo sabía de su existencia, algunos de sus rivales sabían de su existencia. Desde el PP todavía se habla hoy de que aquellas instantáneas fueron filtradas desde dentro del propio partido. Entre los miembros de la federación gallega se comenta cómo en 2009, años antes de que saliesen, ya se elucubraba con que altos dirigentes del PsdeG-PSOE las tenían en su poder y que no dudarían en publicarlas.
Esa era la primera versión que se manejaba. La otra, y cada vez más predominante dentro del partido, que habría sido el entorno de la entonces vicepresidenta del Gobierno. Y sigue habiendo preocupación a este respecto, ya que hay quien cree que no han salido todas las fotografías de aquellos encuentros veraniegos y amistosos entre ambos.
Sin embargo, todo parece ya agua pasada, como si aquella crisis de 2013 hubiera ocurrido hace décadas. Feijóo vuelve a emerger como el eterno delfín al que muchos dentro del partido ven como el único capaz de traer regeneración política a la formación- “¿A quién vamos a poner si no? Necesitamos un líder y lo necesitamos ahora”, dicen desde Génova-.
“¿Qué carallo hacía allí Feijóo, en el yate de Dorado?”
Desde la crisis del 2013, cada cierto tiempo Feijóo ha tenido que capear el temporal. Raro era el mitin en las elecciones autonómicas del año 2016 en el que la oposición no utilizaba a Marcial Dorado en sus discursos. A Feijóo aquello apenas le hizo mella.
Una constante en cuanto a Dorado es que el líder gallego siempre se ha escudado en que realmente no le conocía en aquel entonces, que no sabía de qué pie cojeaba. Que no sabía que se dedicaba a lo que se dedicaba en 1995, cuando se conoce que comenzó su amistad. Una especie de amnesia recorre siempre al líder del PP cuando se acuerda de aquella época.
Pero el nombre de Marcial Dorado llevaba ya mucho tiempo pronunciándose en la calle, en los juzgados, en las comisarías, en los corrillos políticos y, por supuesto, en los periódicos. Su cara fue una de las que desfiló por las comisarías de las Rías Baixas el 12 de junio de 1990, el día de la Operación Nécora, la mayor redada contra el narco en Galicia. La emblemática imagen de Baltasar Garzón aterrizando en helicóptero en el Pazo Bayón quedó grabada por mucho tiempo.
Aquella noche fue detenido Marcial Dorado con los otros grandes capos de la ría de Arousa. Su imagen y su descripción comenzó a aparecer desde aquel día en los periódicos de toda España. Comenzó a conocérsele como “Marcial de la Isla”. Era imposible que Feijóo no supiera quién era aquel hombre.
En la federación gallega, algunos diputados y algunos dirigentes históricos se siguen preguntando de puertas a dentro, un susurro pronunciado casi con sordina, algo a lo que el todavía presidente de la Xunta jamás ha dado respuesta. “Dio muchas explicaciones, es verdad, y al día siguiente. Pero lo cierto es que, desde entonces, él nunca ha respondido qué era lo que hacía allí. La explicación que Feijóo nunca dio es qué carallo hacía sentado en el yate de Dorado. A nadie le quedó claro qué hacía allí un tío como él”. Feijóo conduce ya en quinta, camino del sillón principal de Génova 13, pero sigue mirando al pasado por el retrovisor.