“Nada antes que la fe”, reza el lema de los notarios en su frase originaria en latín: Nihil prius fide. Pero para uno de ellos, el cordobés Carlos Alburquerque, el dinero estaba antes incluso que su devoción confesa por Jesucristo.
La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Córdoba le ha condenado, en una sentencia fechada el 20 de julio de 2018, a cuatro años de cárcel por estafar a 134 clientes, de quienes se quedó 400.000 euros.
Su modus operandi era siempre el mismo: se apropiaba de parte de los fondos de aprovisionamiento que los clientes de su despacho le entregaban para escrituras, registros de la propiedad o pago de tasas. La condena a Carlos Alburquerque, al que en Córdoba apodan El Flequi por su cuidada melena, le llega cuando ya está jubilado. En septiembre de 2015 cesó su actividad laboral. Tenía 70 años.
Ahora, cuando roza los 73, le esperan los barrotes de la prisión. En ciudad califal la sentencia ha causado revuelo. No por desproporcionada, pero sí porque afecta a un rostro conocido de la ciudad.
EL ESPAÑOL, a través del testimonio de cuatro personas de su entorno, traza el perfil de este notario estafador que ama el fútbol y el rock, llegó a ser hermano mayor de una cofradía, tiene una hija que a punto estuvo de entrar en un reality de Telecinco y uno de sus primeros trabajos fue como vendedor de lejías.
Notario 'gracias' a Aznar
Carlos Alburquerque Llorens nació en Córdoba el 15 de septiembre de 1945. Hijo de un matrimonio “muy humilde”, desde joven siempre ha creído en aquella idea tan liberal y americana de que en la vida uno debe hacerse a sí mismo. De niño estudió en Los Maristas de Córdoba. Probablemente, en el colegio le nació su fe en Jesucristo. Ya de adulto, se formó en economía y gestión de empresas.
En 1975, con 30 años, Carlos Alburquerque ya era un apasionado de la Semana Santa cordobesa. A esa edad formó parte de la primera cuadrilla que cargó sobre sus espaldas el paso del Cristo de la Hermandad de la Expiración, la cofradía a la que ha acompañado desde su juventud.
En cierta medida, Alburquerque llegó a ser notario gracias al expresidente del Gobierno José María Aznar. En 1980, a una edad tardía -35 años-, Carlos aprobó las oposiciones a corredor de comercio, una figura similar a la de notario pero cuyo campo de trabajo se reducía a los contratos mercantiles. Sin embargo, en octubre de 2000, con Aznar en su segunda legislatura en la Moncloa, entró en vigor la fusión en un mismo cuerpo de los notarios y los corredores de comercio.
Así, Carlos Alburquerque comenzó a ejercer de notario en su despacho de la avenida Gran Capitán, en el centro de Córdoba. Lejos quedaban ya sus inicios laborales. Cuando aún era un veinteañero, trabajó como representante de una empresa de lejías. Durante esa época conoció a media ciudad. La otra mitad la conocería después.
Su despacho, en el podio
Durante los primeros años de la década pasada, el despacho del notario Alburquerque Llorens fue uno de los que mayor actividad tenía en Córdoba. Le llovían firmas de escrituras, liquidaciones de impuestos, pago de tasas… La vida le sonreía a Carlos El Flequi. “Si no era el primero, era el segundo o el tercero con mayores ganancias”, dice un colega de profesión. “Debió de ganar mucho dinero”.
Sin embargo, quienes conocen a Carlos Alburquerque lo definen como “un buen hombre” que, en asuntos de negocios, es un “irresponsable mayúsculo”. A la vez que gestionaba su despacho, las ganancias las invertía de la mano de su mujer en distintos sectores.
Carlos Alburquerque invirtió en el sector de la construcción, en el joyero y en el textil. Su esposa, María Dolores Amparo, se encargaba de la distribución de las líneas de ropa de Victorio y Lucchino en las tiendas de Córdoba.
“Casi ningún negocio le fue bien. Como perdía dinero en ellos, recurrió a lo que le entraba en el despacho”, cuenta una persona que lo conoce desde hace dos décadas. A su mal ojo empresarial se le unió la crisis y el desplome inmibiliario en España. Con notables deudas, el notario se aprovechó de sus clientes.
Cantidad robada
La sentencia que acaba de condenar a Carlos Alburquerque a cuatro años de prisión recoge en los hechos probados que el notario, en 2005 y entre 2009 y el 15 de septiembre de 2015 (fecha de su jubilación, según se refleja en el Boletín Oficial del Estado) “recibió de distintos particulares y sociedades (...) diversas cantidades de dinero como provisión de fondos” en metálico, mediante cheque bancario o a través de transferencia bancaria.
Sin embargo, tal y como explica el fallo de la Sección Tercera de la Audiencia de Córdoba, “a pesar de haber recibido dichas cantidades, entregadas por los clientes desde la confianza que infunde la práctica usual de cualquier notaría, lejos de dar el destino delimitado para el que se las habían confiado, el acusado le dio otro distinto en beneficio particular, apropiándose en parte de las mismas con ánimo de enriquecimiento ilícito”.
Carlos Alburquerque actuaba siempre del mismo modo. Recibía un dinero, destinaba una parte a su labor como notario y la otra restante entraba en su bolsillo. Así lo hizo con hasta 134 clientes. Gracias a la suma de todos, se embolsó 400.920,39 euros.
Varios ejemplos
Ejemplos de clientes a los que robó Carlos Alburquerque no faltan. En el fallo que le envía a prisión vienen los 134 casos en los que el notario se apropió de dinero ilegalmente.
El 22 de septiembre de 2011, Modesta Jiménez Ávila firmó una escritura de adjudicación por título sucesorio y le entregó al notario cordobés 10.000 euros en concepto de provisión de fondos. Carlos Alburquerque se quedó con 5.945,49 euros porque no pagó el impuesto de plusvalía. Como consecuencia de ello, Modesta tuvo que sufragar los recargos por demora e intereses correspondientes, cuyo importe ascendió a 2.877,01 euros.
Tres años más tarde, el 3 de noviembre de 2014, Rosario Cano Carbonell y Ángel Lucena Cobos firmaron una escritura de compraventa de un inmueble. Le entregaron 1.800 euros como provisión de fondos. Alburquerque se quedó con 1.623,10 euros. “No realizó trámite alguno respecto del pago de los impuestos correspondientes y su inscripción en el Registro”, explica la sentencia. Poco a poco, el notario ladrón se fue llenando la billetera con dinero ajeno.
Hermano mayor de una cofradía y padre de dos hijas
A finales del verano de 2006, Carlos Alburquerque consiguió cumplir un sueño de su niñez. Tras cuatro décadas en la Cofradía de la Expiración de Córdoba, el notario fue elegido hermano mayor. Recuerden que formó parte de la primera cuadrilla de costaleros y que su vida estaba unida a dicha hermandad.
En una entrevista que concedió al diario Córdoba con motivo de su elección, Alburquerque se reconocía como un amante del fútbol -hasta hace unos años ha jugado partidillos con los veteranos del Córdoba CF- y miembro de un grupo de rock, otra de sus pasiones. El notario explicaba que fue costalero del Cristo de la Expiración hasta 2003, cuando ya había soplado 58 velas.
Carlos Alburqueque tiene dos hijas. Una vive en Alemania junto a su marido. La otra, Macarena, dicen que es clavada a él en la forma de ser: en cierta medida, “caótica”. En 2014, Macarena Alburquerque fue una de las aspirantes a entrar en la casa de Gran Hermano, el reality de Telecinco. En un vídeo promocional, se definía así misma como “inventora de besos de animales”. “Me gustaría entrar en Gran Hermano porque no es verdad todo lo que dicen de mí, porque dicen cositas regulares”, explicaba una de las dos descendientes del notario.
Su padre, condenado ahora por apropiación indebida a cuatro años de cárcel, reconoció los hechos durante el juicio. El notario jubilado admitió que su mala gestión en los negocios y en la notaría le llevó a la ruina.
“Declaro que fui conocedor de las dificultades económicas de la notaría y creí que podría solucionar el desfase económico que se estaba creando y que no supe parar a tiempo con las entregas a cuenta para las gestiones que se hicieron, si bien siempre intenté remediar el problema causado, y por eso continué trabajando, aunque me fue imposible”. Palabra de notario.
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