Se escucharon los primeros disparos y la información comenzó a extenderse como un virus por doscientos mil teléfonos de toda la ciudad. Esta vez el tiroteo entre los comandos del narcotráfico y la Policía Militar alertaba a la favela de Babilônia, en el barrio de Leme (la continuación de Copacabana). La persecución, entre el denso matorral de las montañas, llevó la acción hasta la Playa Vermelha, a los pies del Pão de Açúcar, una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. El teleférico se detuvo. La aplicación que avisa de los tiroteos echaba humo.
Río de Janeiro necesitaba una aplicación como Fogo Cruzado, pero nació de casualidad. Cecília Olliveira, periodista, trabajaba en 2016 en un artículo sobre violencia armada y no encontraba datos suficientes. En aquel momento formaba parte de Amnistía Internacional. Empezó a moverse para aglutinar información por su cuenta. No lo sabía, pero aquello era el embrión de la aplicación para móviles estrella en Brasil durante el Mundial, que no informa de goles sino que avisa tiroteos.
“A través de mi red de contactos personal apuntaba quién estaba comentando episodios de violencia, cosa desgraciadamente normal para quien vive en Río de Janeiro”, cuenta la fundadora de Fogo Cruzado a EL ESPAÑOL. “Comprobaba informaciones en prensa y en la página web de la Policía Militar. Colocaba todo manualmente en una planilla”. A continuación, se lanzó a crear el sistema operativo y hoy por hoy su invento informa casi en tiempo real, con ayuda de los usuarios, de toda la violencia armada del municipio. Sitúa los tiroteos en el enrevesado mapa de una ciudad que es una odisea diaria. Los ubica en la calle exacta.
Algo cotidiano en Río de Janeiro
Ya es algo cotidiano para los vecinos de Río de Janeiro. Durante el desayuno, antes de salir de casa, un vistazo rápido a la aplicación de Fogo Cruzado. Las últimas actualizaciones resumen el estado actual de violencia en la ciudad y alertan de si es seguro o no trasladarse por la ruta habitual: el café y la tostada van acompañados de un tiroteo en Nova Holanda y Parque União (Complexo da Maré) a las 07:27h; tiroteo en la calle Dr. Joviniano (Madureira) a las 07:05h; tiroteo de nuevo en el Parque União de La Maré a las 06:37h; tiroteo en el Morro do Adeus (Complexo do Alemão) a las 06:30h; tiroteo en la calle Roque de Almeida (São Gonçalo) a las seis en punto de la mañana.
“Tuvo éxito de inmediato”, señala Olliveira. “La gente se fue descargando la aplicación, la prensa fue solicitando datos, y también las universidades y los investigadores. Una semana después fue necesario contratar una persona para que me ayudara, Paula Napolião, que sigue en el equipo.”
También están en el proyecto, entre otras, Rebeca Lerier y Maria Isabel Couto, que se reunió con este periódico en una cafetería del barrio de Flamengo, justo en frente del Pão de Açucar, en cuyas aguas siguen apareciendo cadáveres desde la última persecución. Couto explica la operativa de Fogo Cruzado: “Cualquier usuario registrado puede informar de un tiroteo y colocarlo en el mapa de la aplicación, pero no se publica automáticamente: nosotros moderamos y contrastamos la información antes.”
Una de las últimas noches, por ejemplo, las notificaciones que iluminaban el teléfono móvil correspondían a un intercambio de disparos en las favelas de Pavão-Pavãozinho (entre Copacabana e Ipanema) y en Babilônia (Leme). Mientras se escribe este reportaje, siguen sonando disparos, y cuando ruede la pelota en Rusia, las voces de los narradores brasileños se solaparán con la banda sonora de la ciudad: los sobresaltos de los fusiles AK-47 o AR-15, una MT-40, un revólver calibre 38 o una 9 milímetros. Que nadie se engañe, durante la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, los grandes acontecimientos de la década para Brasil, la tranquilidad en la ciudad era de cartón piedra. La tregua acabó y el día a día está peor que nunca.
Una escalada de violencia que no se detiene
Lo que acaba con toda esperanza es la impotencia de las administraciones y las autoridades. “Río de Janeiro, históricamente, responde a la violencia con más violencia, con más policía en las calles”, analiza Couto. “La violencia va aumentando. Va subiendo el nivel, se estabiliza durante un tiempo, vuelve a subir el nivel, y vuelve a estabilizarse, pero ya instalada en un nivel muy superior al anterior.”
Con la actividad de Fogo Cruzado, se busca también dar otro toque de atención –uno más– a los gobiernos municipales, estatales y federales, y a todas las organizaciones civiles. “No es sacar datos por sacarlos”, aclara Maria Isabel Couto, desde su punto de vista de socióloga, “sino para que sirvan a la hora de alentar políticas públicas que mejoren la situación de las personas.”
Los teléfonos siguen publicando las últimas novedades, cada minuto, porque los comandos narcotraficantes siguen en lucha contra otros comandos o contra las milicias paramilitares por el dominio de los territorios de cada favela. Y porque la intervención federal en el estado de Río de Janeiro (ahora el ejército controla la Policía, los bomberos y los centros penitenciarios) tampoco ayuda lo más mínimo. El fuego, efectivamente, se cruza. Matan las balas conscientes, matan las balas perdidas y mata la pasividad generalizada.
No es tarea de Maria Isabel Couto enumerar posibles soluciones a un problema que no tiene solución, pero, desde su experiencia en la gestión de Fogo Cruzado, lanza varias ideas: “Más trabajo de prevención –desde el sistema de enseñanza hasta las oportunidades laborales–, más investigación de los sucesos, sistemas de justicia más efectivos –detener menos pero detener mejor– y control de las armas de fuego.”
Las estadísticas de la app de moda registraron, solo en el pasado mes de mayo, una media de 18 tiroteos al día en la ciudad de Río de Janeiro, con el resultado global de 44 muertos y 55 heridos. Los cariocas preferirían analizar las estadísticas de Neymar, Gabriel Jesus, Marcelo o Philippe Coutinho, pero así les llega este año la Copa del Mundo.
Durante los partidos de la selección brasileña, en los móviles aparecerán avisos de los goles y de los disparos –y no precisamente disparos a puerta–. El ambiente está raro porque la prioridad es la prioridad: los goles no ponen en peligro a tus hijos o a tu pareja, ni te hacen cambiar la ruta de regreso a casa.