Un bar del multicultural barrio berlinés de Neukölln ha sido el lugar elegido por los amigos de Sergio para despedir a este joven que ronda la treintena y que ha vivido los últimos siete años en Berlín. Sergio lo tiene todo listo para dejar la capital alemana. Su próximo destino: Norteamérica. Quiere hacer dinero trabajando de temporero. Pasará tres meses en el norte de California limpiando cogollos de marihuana. Sergio no se llama así. Es el nombre con el que prefiere mantenerse en el anonimato y permite a EL ESPAÑOL conocer su actividad como trabajador ilegal de la marihuana en Estados Unidos.
“Esta vez es la cuarta que voy. En total he estado allí ya nueve meses, en tres visitas diferentes”, dice tras ausentarse media hora de la reunión de amigos. “Ahora voy con los que han sido mis compañeros de trabajo pegando carteles de espectáculos aquí en Berlín, que también son españoles. Uno de Madrid y otro de Barcelona”, abunda este joven natural de Mallorca. Los tres quieren hacer dinero de forma rápida, aunque eso implique trabajar mucho. Saben que en las plantaciones de cannabis del norte de California van a encontrar lo que buscan.
Él sabe desde que era pequeño que la industria de la marihuana en California es un sector tan próspero como ilegal. “Desde hace mucho tiempo se produce allí marihuana ilegalmente. En Mallorca, yo tuve un amigo de la infancia cuyo padre era californiano. Su padre siempre trabajó en la marihuana. En el norte de California, tenía su finca. Cultivaba y vendía. Pero siempre le hacía falta mano de obra. Porque las plantas hay que cultivarlas, cortarlas y dejarlas bonitas para venderlas”, apunta Sergio. Justo la última parte de ese proceso que describe este joven es lo que hace gente como él en suelo californiano.
“Te pagan muy bien”, afirma Sergio. Por sus experiencias anteriores, este chico asegura que en un buen día se puede ganar en las plantaciones de marihuana entre 350 y 400 dólares (entre 300 y 350 euros). El trabajo de Sergio y compañía en California consiste en recortar hojas y ramitas de los cogollos de las plantas de marihuana. A la hora de consumir marihuana, lo habitual es que el usuario de cannabis deshaga una cantidad del cogollo que deseé y lo mezcle con tabaco para liar después un cigarrillo de marihuana que terminará fumando.
“Cada pound de cogollos te lo pagan a 150 dólares y, si te pagan bien, 200 dólares”, sostiene Sergio. Pese a seguir en suelo europeo, él ya piensa el dinero y el peso con la moneda y la unidad de uso corriente en Estados Unidos. Un pound es algo menos de medio kilo, unos 450 gramos. Ese casi medio kilo es lo que suele pagarse entre unos 120 y 172 euros.
“Si todo sale bien, te sacas una buen dinero. El primer año que fui, trabajé mes y medio y me saqué 17.000 dólares (unos 14.600 euros). Era muy fácil, el pound estaba pagado a 150 dólares (unos 120 dólares). Eso era el mínimo. Pero nos daban, además, de comer y sitio para dormir. Podíamos trabajar todo el tiempo que quisiéramos. El material para limpiar no paraba de venir. No paramos de trabajar”, cuenta Sergio.
Él es optimista al hablar sobre lo que le espera en California. Cuenta su experiencia sin escatimar en explicaciones. Ofrece, eso sí, menos detalles sobre qué poblaciones, concretamente, son las mejores para buscar trabajo. Como mucho dirá un nombre, Laytonville, en el condado de Mendocino. Es una pequeña población situada a tres horas al norte de San Francisco.
Ni Sergio ni sus amigos, ni en realidad nadie de los que desde ya comienzan a pasear por las calles de las poblaciones del norte de California donde se produce cannabis, pueden estar seguros de encontrar trabajo.
“Hay que llegar a los pueblos del norte de California, que es donde está el trabajo. Ahí hay mucha gente buscando trabajo, y cada vez hay más”, asegura Sergio. “Todo es muy aleatorio. El trabajo surge de forma totalmente espontánea. Uno lo único que se sabe es que va allí tres meses. Esto es todo”.
Trabajadores ilegales europeos, mano de obra conveniente
Trabajar es ilegal con un visado de turista como el que tienen él y sus amigos. “Vamos sin contrato ni nada. Todo lo que se hace allí es de palabra. Te pagan al final de la semana, o cada cierto tiempo, o al final del trabajo, o cada día, depende”, trata de explicar Sergio.
Pese a la precariedad de su situación, él sostiene que gente como él son mano de obra muy conveniente para los productores. “Nosotros vamos con un visado de tres meses de turista y no tenemos ningún tipo de seguro. Pero a los growers [los productores, ndlr.], les interesa más coger para trabajar a gente que viene de Europa o de Latinoamérica que no tiene ni idea de cómo van las cosas en el pueblo, gente que no conoce a nadie pero que van con mucho entusiasmo y no causa problemas”, sostiene.
Él ha visto allí a personas de casi todas las partes del mundo. Dice que, sobre todo, abundan los europeos y los sudamericanos. “Lo que más hay son españoles, italianos, franceses, colombianos y mexicanos, aunque también hay locales, canadienses y de cualquier parte del mundo”, mantiene. Según él, pocos estadounidenses se prestan a hacer este trabajo. A su entender, los locales no gustan entre los productores.
“Donde trabajas, hay marihuana por todas partes. Uno trabaja ahí, al lado de los sacos de marihuana. Te puedes llevar un saco y venderlo por 2.000 euros en el pueblo. Pero claro, yo, europeo, no me voy a ir al pueblo a venderlo. Es arriesgado. Igual voy al pueblo y me meten una paliza por robarlo”, apunta Sergio. “Pero yo me imagino que un local sí que podría cogerlo, llevarlo a su casa y ya verá lo que hace con él. Nosotros, los extranjeros, somos más seguros para los productores. No damos esos problemas”, abunda.
Barra libre de marihuana
La desprotección con la trabajan estos temporeros de la marihuana también deja historias para no dormir. Hay abusos de todo tipo. “Una vez conocí a un chaval que había pasado por una finca de producción en la que había estado trabajando con un productor en una casa perdida en la montaña. Estaba con otros diez temporeros. Trabajaron dos semanas. El último día, el tipo responsable de la producción sacó una pistola y empezó a desmontarla y a limpiarla. Lo hizo delante de todos. Era el último día de trabajo. Al día siguiente tenía que pagarles a todos”, cuenta Sergio. Cuando llegó el día de cobrar, el responsable ya no estaba allí. Trabajaron gratis. “La mayoría de ese grupo se tuvo que ir a su casa. Nadie cobró nada”, añade Sergio.
Las producciones en las que ha trabajado Sergio suelen estar en lugares apartados, en zonas más o menos montañosas. A veces no hay conexión a Internet. Los temporeros como Sergio viven con el productor, en su casa o en lugares habilitados para ello. Pueden ser habitaciones o tiendas de campaña.
“Normalmente, el responsable de la finca te lleva al lugar de la producción, que suele estar en invernaderos aunque no siempre es así. Puede que el trato incluya que te dé de comer y lugar para dormir. Puedes estar incluso allí, con su familia o con la gente con la que viva, pero sueles estar en la montaña, sin acceso a Internet y trabajando 12 horas al día o todo lo que quieras”, asegura Sergio. “Eso sí, tienes que rendir un mínimo”, agrega.
Por eso él dice que hay que ser precavido con una de las condiciones laborales características de las plantaciones: hay barra libre de marihuana. “Se puede fumar marihuana trabajando. Pero si lo haces mucho tampoco rindes lo suficiente. Tienes que saber lo que fumas. Pero, al final del día, a muchos un buen porro les va bien”, cuenta Sergio. No rendir significa salir de la plantación por la vía rápida. “Los productores nunca tienen problema para encontrar gente. Si no rindes, buscan a otro”, asegura este mallorquín de brazos tatuados. Alude a que, en los centros urbanos más cercanos a las producciones, siempre hay gente como Sergio y compañía dispuestos a trabajar preparando los cogollos.
“Los responsables de la plantación cortan las plantas y las ponen a secar. Luego a ti te traen las ramas. Lo que te toca hacer es cortar las hojas y dejar lo que se va a vender”, dice Sergio aludiendo a los cogollos. “Hay que limpiar de hojas y tallos, para dejar lo que el cliente quiere comprar. Lo dejas preparado para consumir”, aclara Sergio.
Competencia de las máquinas en el estado de Terminator
Ese trabajo suele hacerse en grupos. Sergio ha estado en plantaciones con trabajo para una treintena de personas. Enseña a EL ESPAÑOL fotos de un grupo de trabajo de cerca de 35 jóvenes temporeros con los que llegó a convivir. En la imagen hay más chicas que chicos.
Sergio dice que ellas lo tienen más fácil a la hora de encontrar trabajo. “Hay que tener en cuenta que los productores viven en un pueblo, en mitad de la montaña. Una vez al año, el pueblo se llena de jóvenes buscando trabajo y suelen preferir dar trabajo a chicas que les apetezca ver y tener en casa. Por eso las mujeres encuentran más trabajo”, explica Sergio.
Entre temporeros, el ambiente no siempre es el mejor. “Se pueden hacer buenos amigos, pero hay mucha competencia, el ambiente es muy competitivo y hay mucha gente interesada por lo mismo”, asegura el joven mallorquín. Se suma a esa rivalidad profesional entre compañeros la reciente incorporación de máquinas que abaratan el trabajo que hasta ahora venían desarrollando trabajadores como Sergio. Son las sofisticadas Triminator, máquinas cuyo nombre recuerda al apodo del otrora gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Antes actor que político, este republicano ha pasado a la historia por interpretar el papel de un robot con apariencia humana en la saga cinematográfica Terminator.
La popularización del uso estas máquinas en producciones como aquellas en las que ha venido trabajando Sergio implica menos remuneración para los temporeros. “Cuando el trabajo se hace con máquina, trabajas menos, te pagan menos, pero la calidad del cortado con máquina no es la misma que la del cortado por una persona”, se defiende Sergio.
Para él, tiene mucho que ver con la proliferación de las Triminators, las sucesivas legalizaciones del cannabis que ha experimentado California de un tiempo a esta parte. Desde 2005 puede dispensarse en California marihuana con para uso médico. Para el uso recreativo, la legalización entró en vigor el pasado primero de enero.
Un sector en expansión
La legalización, según Sergio, ha supuesto para el sector una industrialización que no necesariamente conviene a gente como él. “Con la legalización, la situación está cambiando”, advierte Sergio. “Ya hay más de diez estados que autorizan el consumo de marihuana en Estados Unidos, y cada legalización implica normas. En algunos condados de California no hay problemas para trabajar, en otros sí”, plantea.
“En el primer año trabajé en una zona donde terminó cambiando la política un año después. Para trabajar en esa zona ahora hasta necesitas tener permiso para fumar marihuana en California. También hacía falta un seguro médico, pero, aún así, a mucha gente que llevaba mucho tiempo haciéndolo no le pedían nada”, abunda.
El sector de la marihuana está en plena expansión en Estados Unidos. Se estima que la venta de marihuana legal en ese país movió en 2017 unos 9.700 millones de dólares (unos 8.400 millones de euros). En lo sucesivo, está previsto que el montante sea mucho mayor tras la reciente despenalización del uso recreativo de esta droga en California.
Sergio entiende que hay muchos intereses económicos en el territorio que le tocará explorar en busca de trabajo próximamente. Hasta cierto punto, la entrada de grandes actores industriales y económicos en la explotación del cannabis amenaza la existencia comercial de quienes hasta ahora le podían dar trabajo. Pero él parece confiado en la particular idiosincrasia californiana, al menos de momento.
“Llegará un día en que la Policía se pondrá seria, y sólo las grandes empresas harán dinero. Pero tampoco no se puede ilegalizar completamente lo que ha sido una tradición durante décadas. Ahí queda mucha gente que come de eso”, concluye.