Cuestión de tiempo, de minutos. En cuanto sonaba el timbre del recreo, Marta corría, despavorida, a la pista del patio. Daba igual si había balón, si tocaba jugar esa mañana con un trozo de papel de aluminio de algún bocadillo sobrante. La pachanga vibraba igual. Y, en la mente de ella, un único pensamiento: el fútbol.
Marta Huerta de Aza (Palencia, 1990), mejor árbitra española de fútbol en la temporada 2017/2018 para la Federación Española de Fútbol y quien dirigió la última final de la Copa de la Reina —a la que no acude nadie de Zarzuela, al contrario que en el torneo de hombres—, ríe cuando recuerda cómo empezó todo. Ahora, con 28 años, recoge los frutos sembrados desde que, bien chiquita, encontró su pasión: pitar. Fuera la testosterona, fuera la masculinidad imperante en el balompié. Sabía lo que quería.
No fue fácil. Hubo muchas intentonas en distintos deportes cuando era una cría. “Gimnasia artística, baloncesto, kick boxing… pero nada como las partiditas que echábamos en el recreo, con mis amigos. En el entorno en el que nos movíamos en el cole, siempre con la pelota”, recoge en conversación con EL ESPAÑOL. “No lo disocio de esa época, era algo típico nuestro, de los recreos, de después de clase”. Uniforme —con falda—, mochila y un balón: su santa trinidad en aquellos días. Pero no viene de cuna. “Mi padre no es muy aficionado. Los partidos que ha ido a ver han sido a verme arbitrar. A mi madre sí que le gustaba el fútbol”.
A los 15 años se interesó por el arbitraje. Fue a un curso que se instruía en su ciudad natal y algo hizo click en ella. “Antes no era como ahora, no estaba tan desarrollado el fútbol femenino. No había ni equipo en el que echar partidillos de fútbol. Así que decidí dar el paso y muy contenta. Es la mejor decisión que he podido tomar nunca. Una vez que estás dentro de este mundo, te va enganchando más y más. No quiero que nunca termine”, admite, con la voz clara, cálida, apasionada. La de quien habla desde las vísceras.
Trece años más tarde, su estela es fulgurante. Árbitra internacional FIFA, Trofeo Vicente Acevedo a la mejor colegiada de España, habitual en torneos alrededor de toda Europa y parte del comité arbitral de Tenerife. Actualmente pita en Primera División femenina —la Liga Iberdrola— y en Tercera masculina. Y suena en los mentideros futboleros como la posible primera mujer que arbitre un partido de LaLiga.
Fuentes consultadas por este periódico admiten que, dada la juventud y la división en la que actualmente pita, no será cuestión de una temporada o dos. Pero su progresión es exponencial. Ella se sacude las quinielas —“Ni me lo planteo. Ahora mismo mi objetivo es pasar las pruebas para arbitrar en Segunda 6B”—, pero no elude la cuestión. “Con cada división te lo vas tomando más en serio, te vas poniendo objetivos y, si se cumplen, te vas ilusionando aún más. Te vas motivando, te enganchas y no quieres que nunca acabe”. Ella, a estas alturas, ya es una yonqui.
Incertidumbre económica
Pero no vive de esto. Huerta es maestra de Educación Primaria y de Educación Física. Estudió en Palencia y a día de hoy continúa ejerciendo en Tenerife. Su sueldo, pese a ser titular de la Primera División Femenina, no llega para eso. “Aunque yo soy internacional y tengo torneos y competiciones por toda Europa, no tengo un sueldo fijo cada mes. Cobro por lo que arbitro. Es una ayuda económica, pero no puedes vivir de esto”, suspira.
Huerta llama a feminizar el fútbol y, sobre todo, el arbitraje: “Se necesitan chicas y yo las animo. Es un mundo muy bonito, pese a ser tan masculino”, alienta. Entiende que se jueguen ligas distintas, diferenciadas por género, por “el ritmo y la exigencia física. Son muy diferentes”. Pero ella no nota diferencia. Y más para los colegiados: “Tienes que estar igual de preparado”. El único escollo: las pruebas físicas. Se les exigen los mismos datos a hombres y mujeres para la misma categoría, aun cuando el punto de partida es bien distinto.
Aunque, al final, le da igual pitar a chicos que a chicas. “La verdad que me da igual. El fútbol femenino ha dado un cambio brutal en relación a lo que estábamos acostumbrados; el nivel ha aumentado muchísimo, también la repercusión mediática. Está recuperando el nivel que se merece”. Y, en lo que a arbitraje se refiere, siempre se puede optar a mayores categorías con sus homólogos masculinos.
Tampoco aprecia diferencias ni reticencias hacia su trabajo en el campo, sea el que sea. “Hay que ir trabajando poco a poco. Al principio, llegabas al campo y ya te decían: ‘Mira, mira, es una chica’. Ya fuera para bien o para mal. Pero a día de hoy no me pasa. Es un camino muy largo y poquito a poco vamos avanzando”, ríe, orgullosa. Porque, al final, a los jugadores, “la figura del árbitro les da igual si eres chico o chica. Cuando me pongo las botas y cojo el silbato, trato igual un partido de fútbol femenino o masculino”.
Las diferencias son más técnicas. “Me baso en la colocación del árbitro, sobre todo, a la hora de prepararlo. En ver si el equipo juega en corto, o es más de patadón largo y entrar rápido en el área”. Las tácticas, que sí difieren. Ella es taxativa: “El árbitro se adapta al equipo, no al género de los jugadores”.
En la memoria, Huerta de Aza tiene muy fresca su primera vez. “Lo recuerdo como si fuera ayer”. Era el 17 de diciembre de 2005, un partido en Palencia en categoría prebenjamines. “Ahora son pequeñitos pero en ese momento parecía la final de la Champions”. Y, entre sus ídolos, nada de Messi o Cristiano. “Aquí en España hay muchísimos referentes masculinos. Pero yo siempre tengo en mente a Marisa Villa, actualmente responsable del arbitraje femenino, o Yolanda Parga, que ha sido asistente en una final del Mundial. También están Guadalupe Porras, asistente en Segunda División masculina, y Judith Romano, como asistente también en Segunda masculina”.
Los vientos de cola parecen aupar a la figura femenina, que el público se familiarice con ellas y que, por esa razón, no se denoste su trabajo. “Están llegando momentos muy buenos. Las cosas se están haciendo bien”. Aunque las decisiones siempre sean polémicas. Mucho más con el deporte nacional. El fútbol.