En la celda 61 no hay desagües, ni en la ducha ni en el lavabo. Están tapados. Tampoco servirían para mucho porque el agua corriente está cortada. Los presos no tienen acceso al agua. Lo que sí que tienen es dos cámaras que les vigilan en todo momento. No hay un solo lugar en la celda donde no ser visto. Las ventanas están cerradas a cal y canto, con un sistema que en España ya no es legal. En la celda 61 no hay luz natural. La iluminación artificial, por contra, es perpetua. Como una condena. Está encendida hasta por la noche. Todo para presionar al preso del que sospechen que lleve droga en su cuerpo. Dicen que los presos salían de allí sólo tras intentar suicidarse.
Todavía hay cárceles en esas condiciones en España. Se cumple un año del escándalo de la prisión de Dueñas (Palencia). Un sindicato de prisiones Acaip denunció las condiciones de la celda 61, “una celda donde podemos decir sin duda que se han cometido torturas”, explica su presidente, José Luis Pascual. El caso se encuentra todavía en cauces judiciales, pero coincidiendo con el aniversario de la denuncia, el sindicato ha solicitado formalmente el cese inmediato de Javier Díaz Colado, el director de la cárcel.
Han pedido el cese mientras esperan la resolución judicial. Porque el sindicato presentó una denuncia por un presunto delito de torturas y rigor innecesario. Contra él y contra el antiguo secretario general de instituciones penitenciarias, Ángel Yuste.
Drogas entregadas en el vis a vis
¿Qué pasó en la celda 61 de Dueñas? Que se hicieron cosas que no eran legales. La celda fue acondicionada en 2015, pero durante el primer semestre de 2017 se empleó en trasladar allí a los presos sospechosos de tener droga en el interior de su cuerpo. Sucede en las visitas, en los vis a vis. El preso recibe droga desde fuera y la ingiere. Luego la defeca dentro de prisión y la consume, la vende o se la entrega a su destinatario final a cambio de dinero.
Para controlar estas prácticas, la dirección de la prisión destinó dicha celda confinar allí a los presos sospechosos hasta que expulsasen la droga de su cuerpo y no pudiesen introducirla en la cárcel. En esos seis meses, hasta seis presos pasaron por la celda del terror. Una celda en la que los presos no deberían haber pasado más de 24 horas en observación. “La forma de saber si llevan droga dentro es haciendo una radiografía”, explican desde Acaip. Pero en lugar de trasladar al preso a pasarlo por rayos x, se le mantenía confinado en una celda con unas condiciones extremas. Someterlo por presión. En algún caso, el preso ha llegado a permanecer hasta 7 días en esa celda de castigo.
La vida imposible en la 61
La vida en la celda 61 es casi imposible. El preso no dispone de agua. Tampoco de desagües, por lo que tiene que hacer las necesidades allí encima. Es, de hecho, lo que se persigue. Que expulse el contenido de sus intestinos. Si eso pasa, viene otro preso a hacer la disolución de las heces. Es decir, rastrear a ver si se encuentra la droga.
“Uno de los motivos principales por los que no hay agua es porque la mayoría de veces, la droga no es para el que la lleva sino para otro preso. Él es un mero transporte y si se la interceptan y la droga no llega a su destino, ese preso va a tener problemas dentro de la cárcel. Así, si la defecan, lo primero que van a intentar hacer es limpiarla con agua y tragársela otra vez. Pero así, sin agua...” aclara Pascual.
Pero mientras el preso no haga de vientre, a esperar. Esperar en una habitación cerrada a cal y canto, El sistema de sellado de las ventanas, totalmente opacas, fue prohibido en España por inhumano durante los años del plomo en el País Vasco, cuando se les ponía a los presos de ETA. Lo que en los 80 era inhumano para un etarra, en 2017 se empleaba para obligar a expulsar alguna bellota de hachís de su cuerpo.
Sin ventilación. Luz para dormir
La ventilación era mínima, lo que provocaba una sensación asfixiante, y más en estancias prolongadas. Y una luz. Siempre encendida. Hasta de noche. Una luz blanca que dificulta el descanso. Un tipo de celdas pensadas para que una persona no pase más de 72 horas, que de hecho es lo que dice la ley. En la 61 de Dueñas ha habido estancias de hasta una semana.
Una semana de aislamiento puro y duro. Sin contacto con nadie, sin acceso a sus pertenencias, sin televisor, sin radio, sin libros… Solamente la bombilla de luz blanca durante 24 horas. Al tercer día se les autorizaba a salir un rato al patio. La versión oficial es que salían con el resto de presos. Lo que denuncia el sindicato mayoritario es que también lo hacían solos, para mantener el aislamiento hasta en el rato de asueto.
Intentos de suicidio
Los presos se volvían locos. Durante los seis primeros meses de 2017, seis presos pasaron por la conocida en Dueñas como celda del terror. Uno acabó autolesionándose, otro intentó ahorcarse, otro agredió a funcionarios de prisiones que venían a traerle la comida. “Algunos salían de allí sólo tras el intento de quitarse la vida”, recalca Pascual. Uno se ahorcó y tuvo que ser descolgado por funcionarios de prisiones que se percataron de su intento. Otro se comió unas cuchillas cuando llevaba ya cinco días de ingreso. Otro se dio golpes en la cabeza hasta que se desvaneció.
Lo realmente dramático es que, de los 6 presos que pasaron por la 61 durante ese tiempo, solamente uno llevaba droga. Los demás eran inocentes. Presos sometidos a un castigo de una semana, con unas condiciones de vida degradantes solamente por sospechas infundadas que luego no resultan ser reales.
Hay más celdas así en España
El caso se encuentra en manos de la justicia, que determinará si el director de la prisión es responsable de torturas. Hay más celdas 61 en España. Este tipo de confinamiento es legal y se puede utilizar en algunos casos justificados para mantener a un preso en situación de aislamiento, pero nunca mas de 72 horas. Acaip pide que no se utilice nunca más. “Atenta directamente contra los derechos de una persona. Además, a los funcionarios los somete a un estrés innecesario y les obliga a actuar fuera de la ley”.
En otras prisiones de España también existen. El mismo sindicato denunció unas prácticas similares en el centro Puerto I de Cádiz. Pero por el momento no se ha vuelto a conocer un caso tan flagrante como el de la cárcel de Dueñas. Desde que se interpuso la denuncia, la celda no ha vuelto a funcionar.