Cristina Márin, de 24 años, se dejaba la piel en cada trabajo que hacía. Tras pasarse cuatro años recogiendo fresas en Huelva, consiguió empleo como ayudante de cocina. Acababa de cumplir su primera semana en este nuevo puesto cuando se topó con su expareja, que había incumplido una orden de alejamiento para matarla.
La joven, de origen rumano, es la sexta víctima de violencia machista en Andalucía en lo que va de año. El fatídico día fue un sábado 7 de julio. Había denunciado los malos tratos. Su agresor tenía una orden de alejamiento. Y aun así, lo peor sucedió.
Hace cuatro años, Cristina recorrió más de 4.000 km desde su ciudad natal, Râmnicu Sărat (Rumanía), hasta la localidad onubense de Lepe, donde empezó a trabajar en la colecta de fresas. No viajó sola: su marido, también rumano, y su hija -de poco más de un año- se instalaron con ella en su casa de la calle Méndez Núñez, en dicho municipio. En España, tuvo otra hija. Era una chica familiar y sus pequeñas eran el centro de su vida.
Pero, en el último año, las cosas empezaron a torcerse. Él empezó a maltratarla. Ella, haciendo uso del coraje que la impulsó a abandonar su país para trabajar, no se lo calló. En junio denunció los hechos a la policía y consiguió expulsarle de su hogar. Ella se quedó con las niñas y a él se le impuso una orden de alejamiento de 200 metros.
Gritos y cuchillos
El día del asesinato era una mañana de sábado tranquila. El municipio onubense amanecía calmado, o eso parecía. Tan solo eran las 8:30 de la mañana cuando una vecina de la calle Méndez Núñez escuchó unos gritos. La mujer, asustada, se asomó a la calle para averiguar de dónde procedían. Nada más cruzar el umbral de su puerta, vio a un hombre echar a correr dejándose abierta la puerta de la casa de la que salía.
La vecina entró discretamente en el domicilio del que provenían los gritos. Allí se encontró con el cuerpo sin vida de una mujer ensangrentado y marcado con numerosas heridas de arma blanca, una de ellas atravesando su cuello. Era Cristina Márin. Con el ruido de las sirenas, los curiosos invadieron la calle para saber qué ocurría en el domicilio de la joven rumana. Pero la única que conocía los hechos era la vecina que acudió a socorrer a Cristina. Había visto al presunto agresor mientras huía de la escena del crimen.
Pies en polvorosa
El hombre al que había visto correr, el presunto asesino, era la expareja de Cristina: Laurentiu Daniel Vasii, de 32 años. La joven rumana ya había denunciado al que era su marido por malos tratos y le habían puesto una orden de alejamiento. Daniel no podía acercarse a menos de 200 metros de Cristina ni podía comunicarse con ella. Estas medidas no pudieron impedir que acabara con la vida de su esposa.
El supuesto asesino huyó del lugar de los hechos en el coche de su hermano y se refugió en Tariquejos, una zona muy frecuentada por temporeros. Ocultó el vehículo en un cañaveral y trató de pasar desapercibido. Pero la Guardia Civil recibió un aviso de una persona que paseaba por allí que vio el coche y pensó que era robado. Gracias a esto los agentes detuvieron a Daniel como principal sospechoso del asesinato de Cristina. Está a la espera de pasar a disposición judicial.
Pesadillas infantiles
Las dos hijas de Cristina -de 2 y 5 años- dormían mientras su padre presuntamente asesinaba a su madre. Les perdieron a los dos: ella murió asesinada y él ya ha sido detenido. Las menores no tienen familia cercana salvo por parte de padre, así que la Administración andaluza ha tenido que activar el protocolo de actuación para estos casos con mucha rapidez.
Actualmente, las niñas se encuentran en un centro de acogida de la Junta de Andalucía, atendidas y acompañadas por profesionales. La familia de Cristina está recibiendo apoyo por parte de los habitantes de Lepe y otros municipios cercanos. Algunos vecinos ya se han ofrecido para acoger a las niñas y que permanezcan juntas. Por otra parte, la Asociación de Rumanos de la Costa Occidental de Huelva (Arcoh) está promoviendo una campaña a través de las redes sociales para recaudar fondos para celebrar el funeral de Cristina.
Familia y trabajo
“Trabajadora”. Así es Cristina Márin para aquellos que la conocen. En 24 años ya tenía más historias que contar que muchos que le cuadriplicaran la edad. Mientras vivía en Rumanía contrajo matrimonio con Laurientiu Daniel. El próximo 15 de julio habrían cumplido nueve años como casados. También tuvo dos hijas: la primera de ellas nació en su país de origen, un año antes de que la familia emigrara, y la segunda vino al mundo en Huelva.
Llegó a Lepe recién convertida en veinteañera y con un objetivo claro en su mente: trabajar. Había conseguido empleo en la Productora Agrícola Romera SL como recolectora de fresas y durante los casi cuatro años que permaneció en la compañía se esforzó al máximo en sus tareas.
Sin embargo, el pilar de su vida era su familia. No quería vivir con sus compañeros de trabajo en las residencias temporales de la finca donde se le pasaban las horas lejos de los suyos. Así que se alquiló un pequeño piso en el pueblo, en la calle Méndez Núñez, donde tendrían más intimidad y libertad.
En mayo de este año, Cristina abandonó el campo para siempre. Tras pasar por la empresa de trabajo temporal Utopial siglo XXI, la joven se plantó en la puerta del café-bar Sur pidiendo un empleo. Una de las trabajadoras, también rumana, le había comunicado que había quedado una vacante en las cocinas del establecimiento. La chica estaba decidida a hacerse con el puesto.
Fue el lunes 2 de julio, seis días antes de ser asesinada. Antonio, el dueño del local, cuenta a EL ESPAÑOL cómo le llamaron la atención “sus ganas de trabajar”. Cristina no conocía el oficio ni tenía experiencia, pero estaba “dispuesta a aprender”. Aquella actitud fue suficiente para convencer a Antonio, quien la colocó como ayudante de cocina.
Funeral sufragado con donaciones
Pero su familia seguía estando en el centro de su vida. “No sabía si se iba a poder quedar” en el bar, ya que no había encontrado alguien que cuidase de sus hijas durante su ausencia. Su pareja se ocuparía de ellas los fines de semana, pero necesitaba a alguien que estuviera con ellos de lunes a viernes.
No tuvo tiempo de ponerse a buscar. Ese mismo sábado, el que todavía era su marido, irrumpía en el domicilio y aprovechaba el sueño de las pequeñas para asesinar a su madre.
Hoy, él está detenido en la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva y las niñas a salvo en un centro de acogida de la Junta de Andalucía. El cuerpo de Cristina permanecerá en Lepe y tendrá un funeral sufragado por donaciones de voluntarios de todo el territorio nacional, aunque se barajó la posibilidad de que fuera repatriado a su país de origen.
Semana negra
Al asesinato de Cristina Márin, hay que sumarle otros dos. Primero, el de una mujer de 84 años en Oviedo el pasado viernes: era María Isabel Fuente Antuña. Su marido Luis, español de 88 años, la degolló sobre la cama del dormitorio y posteriormente se suicidó. El asesino dejó una carta de despedida en la que intentaba justificar la agresión.
Este lunes, otra ciudadana de 48 años ha sido asesinada a golpes por su pareja en la plaza de la Estación de Collado Villalba (Madrid). Sus identidades no han trascendido, pero ambos son de nacionalidad rumana. En total, en los últimos cuatro días han sido asesinadas cuatro mujeres.
Cristina Márin es la vigésimo tercera mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas una joven rumana de 48 años; María Isabel Fuente Antuña, de 84; Martha Arzamedia de Acuña, de 47; Raquel Díez Pérez, de 37; Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26; Pilar Cabrerizo López, de 57; María Adela Fortes Molina, de 44 años; Paz Fernández Borrego, de 43; Dolores Vargas Silva, de 41; María del Carmen Ortega Segura, de 48 años; Patricia Zurita Pérez, de 40; Doris Valenzuela, de 39; María José Bejarano, de 43; Florentina Jiménez, de 69; Silvia Plaza Martín, de 34,; María del Mar Contreras Chambó, de 21; Vanesa Santana Padilla, de 21; María Soledad Álvarez Rodríguez, de 49; Josefa Martínez Utrilla, de 43; Magdalena Moreira Alonso, de 47, y una mujer de 40 años que no ha podido ser identificada.
La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.