“El día que me permitan pintar, el día que sea legal y no me persiga un [guardia] jurado por las vías… ese día lo dejaré”.
Xavi (nombre ficticio) tiene 22 años, vive en Barcelona y es escritor, pero sus creaciones no salen en forma de libros. Pasan a diario por las vías. Xavi es uno de los centenares de grafiteros de trenes que hay en España. Somos uno de los países con más trenes pintados del continente. Somos una potencia de este hobby en expansión. “Cada vez hay más gente que pinta, cada vez más jóvenes, cada vez vamos más lejos a pintar”.
Cada vez hay más gente que pinta y cada vez sale más caro. A los que practican el hobby, a los que lo persiguen y al erario público. Los gobiernos hablan de millones de euros invertidos en limpiar pintadas. Además, se quejan en las estaciones de la violencia de las nuevas generaciones de grafiteros, que han protagonizado duros enfrentamientos contra el personal de seguridad. Especialmente en el Metro de Barcelona, donde operarios han denunciado pedradas, amenazas con bates de béisbol y hasta con pistolas taser.
Los grafiteros, por su parte, también se quejan. Protestan por lo que consideran una persecución injusta. “No nos metemos con nadie. Sölo hacemos nuestro arte”, se justifica Xavi. Protestan por lo altas que son las multas que les imponen si les pillan. Pero pueden estar contentos: la sanción económica más alta que se ha impuesto en nuestro país por pintar trenes no llega a los 9.000 euros. En Estados Unidos es peor.
Los tres grafiteros españoles detenidos en Nueva York
En julio, tres grafiteros españoles fueron detenidos y juzgados en Estados Unidos por pintar el metro de Nueva York. Hasta la Interpol intervino en un caso en el que buscaron en varios países cuál era el origen de las firmas “Orus”, “Sen/Jabato” y “Tate/Asia”. La semana pasada se hizo pública la sentencia: multas de hasta 13.000 dólares para Ricardo Espinola Martínez, Ignacio Domínguez Robles y Manuel Cobano Pareja, que es el nombre los autores de estas firmas. “De todos modos, la satisfacción de que vean tu firma en otro país no tiene comparación”, cuenta Xavi, que asegura haber pintado en Francia, Alemania y Polonia. “Es normal que se la jueguen y quieran pintar trenes en una ciudad como Nueva York. Eso es coronarse”, explica.
El grafiti es un hobby caro. Por un lado, las consecuencias económicas a las que se enfrentan si son detenidos. Por otro, los viajes y desplazamientos, que cada vez son más habituales. Y falta lo esencial: la pintura. El material que emplean para pintar es caro. “Tienes que comprar boquillas, aerosoles, tipos de pintura según lo que quieras hacer… el material que pilles depende mucho de la pieza (mural) que quieras hacer, de la gente que vaya. Pero yo me he gastado como 300 y 400 euros para una misión”. Cuenta Xavi.
Misión es el nombre con el que se conoce en el argot grafitero a salir una noche, colarse en una estación, cochera o taller de trenes y pintar algunos convoys. Para llevar a cabo una de ellas es habitual informarse primero. Saber qué horarios son los más adecuados para pintar sin que les pillen. Estudiar el lugar donde se van a abordar los trenes parados. Conocer los accesos y hasta el número de guardias de seguridad que va a haber que burlar. Un proceso que, a menudo, dura semanas.
El primer grafiti de España
Es difícil determinar cuándo nace algo tan ancestral como pintar en las paredes. Pero el grafiti en su forma actual es un movimiento que surge en Nueva York en la década de los 60, que va evolucionando y que llega a Europa a mediados de los 80, consolidándose en los 90. Llega casi de la mano del rap, el hip-hop, la cultura de pintada del gueto norteamericano. El estilo está, por tanto, muy influenciado por esta contracultura norteamericana .
El fotógrafo madrileño Miguel Trillo, que ha estudiado y fotografiado el hip-hop en España desde sus inicios, explica que “hasta mediados de los 80, lo que sí que había por todos lados eran firmas. Pero grafitis, si nos referimos a grafiti propiamente dichos, los dos primeros de nuestro país son uno que se pintó en Barcelona, en la plaza Alfonso X el Sabio, y otro en Madrid, en la plaza Nuevos Ministerios”.
Aunque el grafiti llegaba de la mano del hip-hop y estaba muy liado a esa estética, en España proliferó en las zonas obreras. Barrios del extrarradio donde abundaban heavys y punkis, muy dados también a firmar paredes y a hacer flechas en las letras. De ahí surge una corriente autóctona (muy popular en Vallecas) de los llamados “flecheros”. En Nueva York había una corriente similar que pintaba flechas, pero la que surge en Madrid no tiene nada que ver con ellos.Fueron cosecha propia.
Los reyes pintan trenes
Fue a principios de este siglo cuando se empezó a pintar trenes. El escritor buscaba espacios vírgenes por llenar. Todavía no había llegado la crisis del ladrillo. Ni siquiera la burbuja inmobiliaria. No había tantos inmuebles vacíos y abandonados por decorar en nuestro país. Esta busqueda de espacios “y la adrenalina que te da pintar un tren” es lo que llevó a una serie de grafiteros a especializarse en trenes.
La consolidación de internet a principios de siglo también contribuyó a que se diesen a conocer las bandas que pintaban trenes por todo el mundo. Los trenes se pintaban y corrían como la pólvora por redes. Ya no era necesario esperar a ir a revelar las fotos. Con la digitalización de la fotografía llegó el boom.
¿Qué consideración tiene el trenero dentro del mundo del grafiti? “El que pinta chapa (tren) es más rey que el que solamente pinta muros. El que se queda en las paredes no conoce la adrenalina de colarte en una estación, esperar horas escondido a que el jurado se vaya, correr de los de seguridad, meterte por túneles donde no sabes qué te vas a encontrar”, esgrime Xavi, que lleva pintando trenes desde los 17 años.
La edad de oro
¿En qué situación están ahora en nuestro país y cómo funcionan los grupos que se dedican a esto? “Estamos más fuertes que nunca”; asegura Xavi, que cuenta que ha habido un repunte de grafitis en los últimos años. La popularidad del hip-hop tras años de capa caída, la importancia de las redes sociales y las rivalidades entre bandas han hecho que esta afición repunte.
Los detractores aseguran que hay gente que financia a estos grafiteros. Bien tiendas de pintura, bien empresas de limpieza. Los que pintan trenes o desmienten. “No hay nadie que nos pague. Perdería la gracia. Es el arte en su estado más puro. El artista hace obras para venderlas o para que perduren. Nosotros pintamos sabiendo que nos vamos a gastar un dineral y nos vamos a poner en riesgo para hacer una obra que igual dura dos días y luego la borran”, cuenta un grafitero de Madrid.
Las crews y las nuevas generaciones
Los grafiteros normalmente funcionan por ‘crews”. Esto es, el nombre con el que se conoce a una banda que pinta trenes. Aunque también hay escritores que van solos, lo más habitual es ir a pintar un tren en grupo. Desde 4 hasta 30 personas. Y estos trabajos luego se suben a las redes. La cantidad de fotos y vídeos que existan de sus ‘piezas’ en internet determinará la potencia de la ‘crew’. Es decir, el que más ‘piezas’ (pintadas) hace, es el más conocido y respetado.
En España hay varias ‘crews’ que destacan por lo prolífico de su obra: FYL y RLPS, que pintan sólo en Barcelona, TMS y BTS, que abordan Cataluña en general y RON'S, que abarcan Madrid y Castilla y La Mancha, y que son para muchos los más respetados por la cantidad de trenes que han pintado por toda España. También hay varias bandas potentes en la zona de Galicia y la de Levante.
En el mundo del grafiti no hay edad. Hay mitos que ya han pasado los 40 y siguen pintando. Por ejemplo, los tres españoles detenidos en Nueva York rondan los cuarenta. Pero la llegada de las nuevas generaciones ha revolucionado el panorama. Por sus técnicas pictóricas y por su valentía, que a menudo confunden con agresividad. “Hay niños de 13 y 14 años pintando, que se meten por cualquier lado, tienen la inconsciencia de la adolescencia y saben que si los pillan no les va a pasar nada, que el marrón es para sus padres”:
La inconsciencia adolescente
Esta especie de inconsciencia adolescente les lleva también a ser más violentos en sus reacciones. No se cortan ya si tienen que apedrear cristales para parar un tren o amenazar a un guardia jurado. Hay antiguos grafiteros que se echan las manos a la cabeza cuando ven en qué ha degenerado estas cuestiones. Que reniegan de ellos. “Yo si veía a un guardia jurado no pintaba. Me largaba. No quería problemas”; cuenta un grafitero de 40 años ya retirado.
Estas nuevas generaciones juegan además con otra baza: hasta que no tengan 18 años, la responsabilidad civil es de sus padres o tutores legales., Por tanto, ellos son los que acaban asumiendo el pago de la sanción y de la factura de limpieza del tren. Son cuentas que acaban ascendiendo a unos 2.000 o 3.000 euros, según lo pintado que esté el tren.
“Yo no los considera grafiteros. Los considero vándalos. Por culpa de ellos está cada vez más jodido pintar”, cuenta un escritor ya retirado, que no comulga con las formas tan violentas que dice haber visto en redes. “Ahora, con esto de las redes, todo el mundo se da al postureo, y eso lleva a que a veces se comporten como gamberros y no como artistas, que es lo que creo yo que somos. Las nuevas generaciones están pervirtiendo esto”; asegura.
No todos los escritores de la vieja escuela piensan igual. Otros están encantados. Es el caso del mítico Karen (una de los escritores con más firmas por toda España), que una entrevista con Writers Madrid aseguraba que “yo he aprendido mucho con los niños. Sobre todo de pintar trenes. Yo era de muros, pero con estos chavales tan jóvenes estoy aprendiendo mucho sobre hacerse trenes”.
No es el único que piensa así. Hay veteranos del mundo del grafiti que consideran que se está demonizando tanto el movimiento como a las nuevas generaciones: “Eso de hacer gamberradas es tan viejo como el grafiti. Siempre se ha hecho. Mira el Lose, que paraba los trenes en marcha allá en los 90 con el freno de emergencia”, cuenta un escritor ya reirado. Se refiere a David S.E:, un grafitero madrileño que firmaba como Lose y que ha sido, según los expertos, la persona que más dinero le ha costado al erario público en limpieza. Más de 30.000 euros.
Grafiteros muertos
Pero pagar unos cuantos miles de euros tampoco es el mayor riesgo que corren estos pintores, ni el mayor miedo de sus padres. En los últimos años se han dado varios casos de jóvenes escritores que han fallecidos arrollados por trenes. El último caso tuvo lugar en Londres el mes pasado. Tres jóvenes que salieron a pintar vagones fueron atropellados por el tren cuando intentaban escapar. Uno de ellos, Alberto Fresneda, era español e hijo del periodista Carlos Fresneda.
No es un caso aislado. En diciembre de 2015, dos jóvenes españoles y uno portugués murieron atropellados por el metro de Oporto (Portugal) después de intentar fugarse del guardia jurado que los detectó.
Más recientemente, una pelea multitudinaria en Cornellà (Barcelona) con grafitero implicados acabó en tragedia. Sucedió en abril y vino dada por una cuestión de rivalidades entre bandas. Tres chicos acabaron en cuidados intensivos a causa de la paliza. Otro, de 21 años, huyó a Madrid. Allí no soportó la presión de saber que le estaban buscando y se suicidó lanzándose desde un undécimo piso del barrio de Ciudad Lineal. Falleció en el acto. Ahora las redes se llenan con fotos de trenes firmaods con su alias: Lobos.
Ellos aseguran que no tienen miedo. “Es parte del juego. Ponerte la sudadera y el gorro de pintar, colar quince o veinte personas por unas escaleras medio secretas, estar ahí esperando media noche, con frío, incómodo. Jugártela y correr delante del segurata… y encima gastarse un dineral en ello. Desde fuera es difícil entenderlo. Pero los que lo practicamos, cuando estamos mucho tiempo sin salir a pintar estamos como un yonki con el mono. Es nuestra droga”, concluye Xavi.
No les preocupa que se demonice el movimiento, que salgan a la luz noticias con agresiones ni se amedrentan con las muertes. Tampoco con las multas. Estados Unidos ha sido ejemplarizante y ha puesto multas muy altas a los tres grafiteros españoles que pintaron el metro en Manhattan. Xavi asegura que "eso me da más ganas de pillarme un billete a Estados Unidos". Y mientras siga en España no piensa parar. Porque, como pone en una pintada: "La Renfe se pinta, no se paga".