La visita de un abuelo es un motivo de alegría para cualquier niño. Excepto para una pequeña de nueve años de Riells i Viabrea (Girona), que sufrió abusos sexuales por parte de este familiar durante los meses de julio y agosto de 2006. Tardó siete años en denunciar por miedo, pero este martes su agresor ha sido condenado a 14 años de cárcel por la sección tercera de la Audiencia de Girona.
El acusado tenía un taller de carpintería en los bajos de la casa de su hijo, lo que le permitía tener acceso a la vivienda en cualquier momento del día. Su momento predilecto era después de comer, cuando subía a la planta segunda de la casa de la menor y se metía con ella en la habitación donde solía jugar sola.
La sentencia considera probado que el procesado aprovechaba estos momentos para proponerle a su nieta que jugaran "a un juego que le gustaría mucho, y le hacía tocamientos en los pechos y la zona genital".
Según el texto del tribunal, después de un primer episodio, "las agresiones sexuales se repitieron en un número indeterminado de ocasiones". La niña tenía órdenes de permanecer callada si su abuelo le hacía daño. Si lloraba "le tapaba la boca" y si se quería ir la sujetaba de la muñeca" para retenerla.
Al principio, los tocamientos eran por encima de la ropa, pero después lo hizo "siempre por debajo de la ropa y, al menos una vez, le introdujo los dedos en la vagina".
"Ahora me toca a mí"
Asimismo, la sentencia expone que ha quedado probado que una de las veces el acusado se bajó los pantalones e intentó forzarla a hacerle una felación. "Ahora me toca a mí que me hagas algo", le dijo mientras le sujetaba con fuerza la cabeza. Como la menor se negó, el procesado le fregó su pene contra la cara".
Según la Audiencia de Girona, el acusado amenazaba a la menor para que no dijera nada diciéndole que era "un secreto" y que si lo explicaba a sus padres provocaría que se separaran y que la enviarían a un reformatorio, por lo que la menor no denunció los hechos antes los Mossos hasta siete años después, en 2013.
De acuerdo con la sentencia, "las palabras tuvieron efecto teniendo en cuenta la ascendencia que tenía sobre la niña y el temor que le provocaba". El motivo que le hizo denunciar fue el divorcio de sus padres en 2013. Esto fue porque para cumplir con el régimen de visitas, la pequeña debía residir temporalmente en la vivienda de su abuelo por parte de padre, autor de lo hechos.
Plena credibilidad
El juzgado ha otorgado plena credibilidad a la versión de la víctima. "Su testigo ha sido claro, lógico, coherente, persistente y lineal a lo largo de todo el procedimiento", ha concluido. La chica presentaba, además, un cuadro de estrés generalizado con sintomatología ansiosa depresiva.
Por todo ello, el tribunal ha condenado el procesado como autor de un delito continuado de agresión sexual y le impone una pena de 14 años, tres meses y un día de prisión; le prohíbe acercarse o comunicarse con su nieta durante 10 años; y le obliga a indemnizarla con 15.000 euros por los daños morales causados.