Entre goteros, vías y pulseritas que envuelven las muñecas de los pacientes de los hospitales de Ceuta, hay un detalle en blanco y negro que se repite, indómito, discreto. En la mesita auxiliar o pegada a la propia cama, emerge una pequeña fotografía plastificada, una estampita a la que el enfermo se consagra. No es Santa María de África, la patrona de la ciudad autónoma. Tampoco san Daniel, su homólogo masculino.
A quien los ceutíes veneran con fervor y emoción es a su último alcalde republicano, el médico Antonio López Sánchez-Prado. De edil fusilado por los franquistas en los primeros instantes de la Guerra Civil a santo ateo contemporáneo.
López Sánchez-Prado (Herrera, Sevilla, 1888) murió en la playa del Tarajal por los tiros de un pelotón de fusilamiento. Era septiembre del 36. Su condena fue por traición a España, “rebelión militar”, el eufemismo formal para hacerlo porque sí. Los golpistas querían acabar con el símbolo, pero lograron justo lo contrario: elevar a Sánchez-Prado ―republicano, ateo y masón, la tríada del mal para Franco― a los altares de la devoción ceutí.
Las pasiones ceutíes
“Siempre hemos sido conscientes de las pasiones que despierta su figura porque hemos viajado mucho a Ceuta. Mis abuelos, sus hijos, tenían por costumbre ir cada mes a ponerle flores. Bajábamos muy a menudo”, ríe en conversación con EL ESPAÑOL Antonio Pérez-Rubín López, bisnieto de Sánchez-Prado. Él es descendiente por vía materna: es nieto del hijo pequeño del edil.
El alcalde se granjeó las simpatías y el querer de sus vecinos desde el primer momento. Desembarcó en la ciudad autónoma para estudiar Medicina. Se formó como ginecólogo. Y comenzó su fama. “Ayudaba mucho, es así. Yo estuve cuatro años viviendo en Ceuta y la gente me transmitía que había ayudado a mucha gente que no tenía medios. No les cobraba las medicinas o incluso les metía dinero en la mesita de noche”, detalla, pudoroso, su descendiente. “Se preocupaba mucho por la gente”, admite.
La sombra de su figura, incluso ochenta años después de su muerte, sigue siendo alargada. Está presente entre los más de 80.000 ceutíes que viven en la actualidad en esta autonomía. No son raras las estampas, las imágenes, las plegarias emitidas a Sánchez-Prado, como una deidad que cuida, vela y hace milagros en el imaginario popular. Incluso hay difuntos que decidieron que, en su lápida, en vez la imagen de Cristo, apareciera el rostro del alcalde.
Sánchez-Prado y el golpe de Estado franquista
Sería curioso imaginar qué pensaría él mismo de su mito. Para empezar, era ateo. “Respetaba las creencias pero no era religioso”, desliza su bisnieto. Pero pese a que su leyenda se ha transmitido de manera oral, de padres a hijas, de abuelas a nietos, todos recuerdan un punto en común, el inicio que transformó la visión del buen alcalde en icono de fe: su firmeza como líder ceutí en el golpe de Estado de Franco.
Probablemente sería de los primeros cargos públicos que tuvo conocimiento de lo que estaba sucediendo aquel 16 de julio de 1936. A sus oídos llegó veinticuatro horas más tarde. Se quedó en su puesto como mandatario republicano y celebró un pleno en el Ayuntamiento. Apenas quedaban concejales en sus puestos. Al finalizar, acabó la sesión con un alegato por la República, una declaración de intenciones en toda regla: “Ha terminado la sesión, pero ¡oíd! Se aproximan días terribles para la República y es preciso que nos unamos y nos preparemos para defenderla. No es ocasión de huelgas, ni de disensiones, sino de que todos, como un hombre, cumplamos nuestro deber, ¡Viva la libertad! ¡Viva la República!”, recoge su biógrafo, el investigador ceutí Francisco Sánchez Montoya, en su blog.
Al día siguiente, fue detenido por las autoridades golpistas. Encarcelado hasta la celebración de un juicio sumarísimo, fue fusilado a las pocas horas de conocer la sentencia. La conmoción entre los habitantes de la ciudad autónoma fue tal que se arriesgaron a llevarle flores a su tumba, a escondidas por el miedo al régimen franquista.
Su estampita, compañera de almohada
Lejos de morir, su santidad se fraguó. Y continúa. Su figura es parte del folklore ceutí. “Sabemos de gente que lo tiene presente en su día a día, que pasa desde dormir con su estampita debajo de la almohada a pintar cuadros de él”, enumera su bisneto. “Es un orgullo”, reconoce, con la voz henchida. Porque lo que sucede en Ceuta con Sánchez-Prado es una comunión total, “una creencia totalmente acérrima”. Los descendientes del edil son conocidos. Si pisan la ciudad autónoma, los vecinos se acercan a ellos. Tienen pase preferente en todo lo que ataña a la ciudad. “Cuando vivía en Ceuta o simplemente iba de visita, se corría la voz de que yo estaba por ahí. Hasta el punto de ir a uno de los bazares del centro y no quererme cobrar. ‘¿Pero cómo te vamos a cobrar? ¡Si eres el bisnieto de Sánchez-Prado!”, exclama al otro lado del teléfono, entre risas.
Aunque no es la anécdota más extraña que tiene que contar la familia. Ha llegado a suceder que embarquen en el ferry que cubre la línea entre Algeciras y Ceuta, que algún pasajero les reconociera, “hiciera correr la voz… y que al llegar hubiera gente esperando”.
Antonio López Sánchez-Prado sigue presente. Da igual que no queden apenas conciudadanos que lo conocieran en persona, pero su ‘poder’ continúa a través del tiempo. Se le conocen distintos ‘milagros’. Quizás el más llamativo para su bisnieto tuvo lugar hace quince años. “Un tal Antonio, una vez, en el puerto de Ceuta, se me acercó. Quería contarme cómo le había ‘salvado’ mi bisabuelo. Traía radiografías para intentar probármelo. Estaba con una neumonía muy grave, que había llegado a una situación crítica. Esa noche me dijo que rezó como rezaba siempre, porque era muy religioso. Plegó en voz alta. ‘Antonio, en tus manos estoy’. Y notó cómo le quemaban los pulmones. Al día siguiente, fue a hacerse una radiografía y estaba limpia. Se había curado”, relata Antonio Pérez-Rubín López. Quisieron iniciar el proceso de beatificación. Aunque la familia se desentiende: “Él era ateo, aunque muy respetuoso”. Que ellos sepan, su tramitación por la Iglesia está parada.
El "santo republicano" sigue estando muy presente. En septiembre de 2006 el presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas (PP), inauguró una estatua en bronce de Sánchez-Prado en la avenida que lleva su nombre, frente al edificio del Ayuntamiento que presidió, que es hoy el Palacio de la Asamblea de Ceuta.
Los ceutíes lo mantienen en sus costumbres, en su día a día. En la visita de la noche de Difuntos, hay cola para hacerle guardia. El resto del año, que no se sequen las flores de su tumba. Una escuadra de la Legión le rinde homenaje cada cinco de septiembre, como la versión norteafricana de Casanova, el héroe españolista de la resistencia de Barcelona, Ceuta no olvida y, menos, a su santo alcalde.