Reconstruir las huellas del cadáver del ascensor de La Paz: la última esperanza para identificarlo
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Este martes se cumplen tres semanas desde que la Policía Nacional trata de poner nombre al cadáver hallado en el hueco del ascensor número 54 del Hospital Universitario La Paz. En el centro, todo ha vuelto a la normalidad, a excepción de las interminables colas que se generan a la entrada del elevador aledaño -el 53-, ya que el 54 permanece fuera de servicio.
Una paciente accede al montacargas quejándose de las largas esperas que hay “ahora que sólo funciona uno”. “Sí, todavía está eso así”, le responde una doctora sin apartar la mirada del suelo. Y el ambiente se tensa, el silencio se impone y los ojos se clavan en el piso. La pregunta está en el aire: ¿qué queda por saber del misterio del cadáver de La Paz?
Las huellas dactilares
Los investigadores del caso han depositado gran parte de sus esperanzas en que puedan extraerse las huellas dactilares del hombre. Pero no es una tarea fácil. Un cadáver en avanzado estado de descomposición, como el de La Paz, está deshidratado y es necesario inyectarle suero para que la piel de las manos recupere su textura normal, según explican fuentes forenses a EL ESPAÑOL.
En caso de que esta primera estrategia sea imposible debido al mal estado del cuerpo, se extraerán los pulpejos -las pieles de las yemas de los dedos- y se estirarán para exponer con más claridad el dibujo. “Las huellas son el método de identificación más sencillo”, aseguran dichas fuentes. Esto es porque la policía dispone de las impresiones dactilares de toda la población española que tenga DNI. Así, las posibilidades de dar con su identidad son muy amplias. Además, no hace falta tener el dibujo completo, “con una huella parcial es suficiente”.
El método de las huellas es el más preciso pero no infalible. Si falla, los agentes extraerán muestras de ADN del cadáver y tratarán de encontrar coincidencias en su base de datos. Sin embargo, aquí los candidatos se reducen: la policía sólo conoce el ADN de aquellos que estén “fichados” porque hayan sido detenidos.
El as en la manga de los investigadores se encuentra en la dentadura del hombre. Aunque esta es también la forma más complicada para identificar a una persona. El proceso incluye la realización de una radiografía de la boca del cadáver y después “encontrar al dentista del hombre” para ver si coincide con la placa de alguno de sus pacientes.
Ascensor 54, “fuera de servicio”
El ascensor 54 del Hospital General La Paz ya lleva más de veinte días cerrado al público. Pegado a él está el 53, ahora absolutamente colapsado. Esta pareja de elevadores es la más utilizada por pacientes y visitantes del hospital -el personal dispone de sus propios montacargas, situados justo enfrente de los del público general-, al encontrarse justo en la entrada del edificio.
Las quejas, no obstante, son compartidas por todos. El ascensor tarda largos minutos en aparecer, mientras la gente resopla y mira a su alrededor como preguntándose si realmente no hay más elevadores que les lleven a su destino. “Vaya por las escaleras, señora: es mucho más rápido”, le recomienda un trabajador a una mujer.
“La policía sigue viniendo a examinar el ascensor”, cuenta un empleado. El asunto del posible suicida ha pasado a un segundo plano en el mejor hospital de España, pero siempre encuentra la manera de colarse en las conversaciones del personal. Especialmente cuando se usa el ascensor número 53, pegado al lugar donde fue hallado el cuerpo.
La hipótesis de la subcontrata
Según fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL, el Grupo V de Homicidios de la Policía Nacional, encargado hasta ahora de la investigación del caso, “ha descartado que se trate de un homicidio”. Por tanto, la incógnita del cadáver se ha trasladado a la Comisaría del Distrito de Fuencarral - El Pardo de Madrid.
Sólo existen dos teorías susceptibles de explicar el misterioso y trágico suceso: suicidio y accidente laboral. Esta última es la más débil, ya que el hombre no llevaba herramientas cuando fue encontrado, más allá de la llave maestra del ascensor, fácil de conseguir en cualquier ferretería o incluso por internet.
La pista en que ahora se está centrando la policía es la orden de trabajo que se halló junto al cuerpo. En este momento, todo apunta a que el hombre pertenecía a una subcontrata, aunque es cierto que ninguna empresa ha contactado con el hospital ni con el Juzgado de Instrucción Número 43 de Madrid -responsable de la investigación- para preguntar por él.
La manera de moverse por el edificio y su forma de proceder delatan que el hombre conocía a la perfección el escenario por el que se movía. Una manera sencilla de explicar la orden de trabajo y este conocimiento es que el supuesto suicida habría desempeñado alguna labor en el hospital. No llevaba ninguno de los uniformes identificativos de los empleados del centro, con lo que los investigadores se decantan por que pertenecía a una subcontrata.
Un plan perfecto
El hombre no llamó la atención en ningún momento. Sólo delató su presencia el hedor insoportable que emanaba del ascensor 54 del hospital. Cuando fue encontrado, ya llevaba ocho días muerto. Según las grabaciones de las cámaras de seguridad, el supuesto suicida saltó al vacío desde la duodécima planta del edificio en la madrugada del 2 de julio. De alguna manera, se las arregló para pasar desapercibido en el momento de su entrada. La hipótesis que maneja la policía es que cuando penetró en el edificio era aún de día y permaneció oculto hasta la caída de la noche.
Si hubiese tratado de acceder al centro directamente por la noche, habría atraído demasiadas miradas y preguntas. Esto se debe a que los únicos pacientes que llegan al hospital de madrugada lo hacen a través de las urgencias, situadas en la planta semisótano. Un hombre de unos 50 o 60 años con pantalones cortos y camiseta de cuadros que llega al lugar a la luz del día no es nada extraño. Este mismo hombre a altas horas de la noche resultaría demasiado raro.
Pero, en su espera, tuvo que resguardarse en algún sitio. Fuera donde fuere, no quedó registrado por ninguna cámara de seguridad. Nadie advirtió su presencia: era el escondite perfecto y todo apunta a que el presunto suicida lo conocía bien.
También acertó con la época del año en que llevar a cabo su plan. En julio ya ha comenzado la época de las vacaciones para los empleados de La Paz, con lo que en ese momento había menos personas que de costumbre. Además, se dejó en casa cualquier documento que le pudiera identificar.
No quiso que quedaran indicios del salto: abrió la puerta del ascensor lo suficiente como para que su cuerpo cupiera por el hueco. Así, ésta se sellaría automáticamente tras él. Si la hubiera abierto del todo, tendría que haberla cerrado otra persona en su lugar.
Estos detalles dejan claro que el hombre lo sabía todo acerca de los entresijos del hospital: tenía claro cuándo, dónde y cómo debía saltar por el hueco del ascensor sin que nadie se diera cuenta. Lo que no es tan obvio es la manera en que ese conocimiento llegó a sus manos: la hipótesis de la subcontrata se refuerza.
El hombre invisible
Varón de 50 o 60 años de edad. Pantalón corto y camiseta de cuadros. Una pierna amputada. Esa es toda la información existente sobre la identidad del cadáver. El hombre no llevaba DNI, ni ningún documento identificativo. Su nombre continúa siendo un misterio.
Además, nadie ha preguntado por él. No hay familia, amigos o empresas que echen a alguien en falta en su plantilla. Ningún trabajador que hubiera estado en el hospital aquella noche reconoce haberse cruzado con él. Su identidad es, sin lugar a dudas, el mayor de los misterios.