Este 27 de julio se cumplen 30 años desde que Rafi Escobedo muriera en su celda del Penal de El Dueso en Cantabria. Hoy, si el cadáver de Rafael Escobedo Alday hablara, podrían desvelarse los grandes misterios que continúan rodeando tanto su muerte como la del asesinato a tiros de los marqueses de Urquijo, acontecido el 1 de agosto 1980, un hecho que conmocionó a España en aquel momento. El cuerpo de Rafael Escobedo yace enterrado en la más absoluta soledad y desamparado en el cementerio de San Isidro, en Madrid, cuya familia le dio sepultura el 30 de julio de 1988. Estos son hoy en día los grandes enigmas que todavía siguen sin desentrañarse:
1. Su muerte
Su abogado y amigo Marcos García Montes está decidido en reabrir la causa judicial, tanto en lo concerniente a su fallecimiento como a su inculpación en el crimen de sus suegros. Para el abogado, la muerte de Rafi Escobedo no está nada clara. El letrado apunta a que fue un “homicidio-suicidio”. Según su teoría: “Le mataron antes de que apareciera ahorcado. Así lo demuestra el informe de los doctores Andrade, Vilanova y Folguera, del Anatómico Forense, que encontraron 14 miligramos de cianuro en sus órganos internos, una cantidad que le habría podido causar la muerte o, como mínimo, le hubiera dejado inconsciente para supuestamente haber simulado después el suicidio por ahorcamiento”. Según García Montes, el cadáver lo descubrieron José Huertas (conocido como El panadero, ya que era el que repartía el pan antes de las comidas), y José Manuel López Sevilla, uno de sus presos de confianza. Algo que no coincide con la versión oficial.
Marcos García Montes no sólo rechaza las conclusiones oficiales que dictaminaron la muerte por asfixia de Rafi Escobedo, debida a “ahorcadura de carácter completo”, sino también las que condenaron a Escobedo como autor del crimen de los Urquijo. El abogado esgrime, para pedir la reapertura de la causa, los informes de autopsia de los médicos forenses, José Antonio García Andrade y Raimundo Duran, que defienden que el crimen de los marqueses de Urquijo tuvo “un autor frío, calculador y profesionalizado”. También lo avalan el informe psiquiátrico que realizó Mariano Royo Villanova, donde indicaba que Escobedo “no tenía capacidad, intelecto ni voluntad para matar y menos rematar”.
Otro punto polémico es que la confesión de Rafi fue coactiva, ya que se consiguió cuando su padre, Miguel Escobedo, estaba detenido en los calabozos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. Además, la policía determinó que se disparó a 1,5 metros de los pies de la cama cuando en realidad fueron tiros a bocajarro, a 10-20 centímetros del marqués, a quemarropa, apoyando el cañón en la piel. Incluso la propia Miriam de la Sierra, hija de los marqueses, en su libro ¿Por qué me pasó a mí?, señala que no está segura de que Rafi disparara ni matara a sus padres, aunque sí afirma que estaba allí cuando sucedió todo.
2. La versión oficial
En el lado contrario están los que afirman que se ahorcó porque no tenía ninguna gana de vivir. Según estos, Rafi era adicto a la heroína, al tabaco y a la Coca Cola. Estaba muy solo, tanto que la entrevista que concedió a Jesús Quintero, “El loco de la colina” de la serie El perro verde, que TVE emitió justo dos semanas antes de su muerte, constituyó su testamento audiovisual. “He llegado ya al final, la cárcel no es que me esté destruyendo, es que me ha destruido. Me quedo horas y horas mirando las rejas de la ventana de mi celda y repitiéndome cuélgate, ahórcate, termina de una vez con todo esto”, llegó a afirmar. Fue la excusa perfecta para simular un suicidio para algunos y su carta de despedida para otros.
Según la versión oficial, fue el funcionario Ortiz Cobo quien al abrir la celda a las 12:40 horas encontró el cuerpo de Rafi ahorcado de los barrotes. “Ningún funcionario estaba preparado para reaccionar si se encontraba colgado al preso más famoso de España y el citado hizo, razonablemente, lo que tuvo que hacer. Ortiz Cobo confirmó que estaba muerto y salió rápidamente en petición de ayuda. En el intermedio llegó el recluso Huertas Benítez, El panadero. Y Huertas creyó que fue quien le encontró y afirmó que la puerta de la celda estaba abierta. Ambas cosas fueron tomadas por ciertas por Grande Marlaska cuando, en 1989, abrió el caso, pero luego cerró sus diligencias al comprobar que no era cierta una presunta ayuda al suicidio”, afirma el periodista cántabro José Ángel Sanmartín, que estuvo en el Penal de El Dueso cubriendo la muerte de Rafi.
También defiende esta teoría la autopsia realizada la propia tarde del 27 de julio por la forense María Gabriela González-Pardo, ya fallecida, que fue “metódica, rigurosa y exhaustiva”. Su resultado es categórico: “Muerte por asfixia debida a ahorcadura de carácter completo”. La versión oficial también defiende que la cantidad de 14 miligramos en los pulmones de Rafi, así como restos mucho menores en el estómago y en el riñón, no pudieron ser la causa de su muerte. Por lo tanto, se afirma que su procedencia se debía al tabaco que fumaba de forma abundante, o que se hubiera absorbido de modo totalmente natural en tazas de frutos secos (como nueces) o en los huesos de paraguayo o melocotón que tomaba en la cárcel, por ejemplo. La droga que supuestamente esnifaba desde meses antes de suicidarse también podría ser el origen de esos 14 miligramos detectados, ya que un hombre como Rafi, con su peso y estatura, habría necesitado entre 10 y 30 veces más dosis para fallecer por ingestión. Ningún especialista forense ha vinculado la muerte de Escobedo al envenenamiento por cianuro o su “adormecimiento” previo a colgarse de las rejas de su celda.
3. Cuatro ilustres jueces
Los jueces que llevaron el caso de Rafi Escobedo han sido con el tiempo personajes conocidos dentro del panorama jurídico español. Como definió el último juez de Santoña que revisó la causa, el hoy flamante ministro de Interior del Gobierno de España, Fernando Grande Marlaska: “Cada ciudadano tiene escrita una novela sobre su muerte”. Ninguno de los jueces que intervinieron en las posteriores diligencias durante largos meses (José Antonio Alonso, Fernando Andreu, Mercedes Sancha o Grande Marlaska) determinaron que detrás de la muerte de Rafi Escobedo se podría esconder un homicidio. Ninguno de ellos autorizó la exhumación de Rafi para realizar una segunda autopsia pedida por Marcos García Montes.
El magistrado que levantó el cadáver de Rafi Escobedo en el penal de El Dueso fue el José Antonio Alonso, también ya fallecido, que más tarde se convertiría en Ministro de Defensa y de Interior con el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Durante el tiempo que llevó el sumario, José Antonio Alonso afirmó que los restos de Rafael Escobedo no presentaban lesión alguna y tampoco indicios externos de que se inyectara droga. El último en llegar, Fernando Grande Marlaska, sí que reabrió el caso a finales de 1988 para cerrarlo posteriormente en los primeros meses de 1989 al no encontrar prueba fehaciente alguna. El entonces director del penal de El Dueso, José Antonio Moreta, un veterano y gran director de prisiones, siempre ha afirmado a este este periodista “que Rafi apareció ahorcado en la celda. Yo lo vi y fue porque se suicidó”.
4. El crimen de los marqueses de Urquijo
Sea estando de acuerdo con los jueces estrella o no, lo único cierto es que con la muerte de Rafi Escobedo se quedaron sin resolver y sin esclarecer muchos puntos sobre el asesinato de los marqueses de Urquijo, un crimen que el próximo miércoles 1 de agosto cumplirá 38 años.
La única certeza es que los marqueses de Urquijo fueron asesinados a quemarropa. Un tiro en la nuca al marqués y dos en el cuerpo a la marquesa (en la boca y en la yugular). El personal que trabaja en la casa descubrió la escena del crimen y a partir de ahí la cadena de despropósitos e incógnitas se sucedieron. La primera se produjo cuando llegó por la mañana la Policía: los cadáveres, incluso, ya habían sido lavados y se habían destruido documentos de la caja fuerte, por parte, en teoría, del administrador Diego Martínez Herrera, otro personaje también ya fallecido y clave en la trama.
Lo que también fue puesto de manifiesto es que esa misma noche Rafael Escobedo apareció en el lujoso chalé donde se había cometido el crimen. El exmarido de Miriam de la Sierra, la hija mayor de los marqueses, cuya relación con ellos era prácticamente nula, apareció sin que nadie le llamara: “¿Quién te ha mandado venir aquí”, le espetó su exmujer cuando lo vio entrar en la escena del crimen.
Pero no fue esta la única presencia sospechosa aquella noche: el administrador de los asesinados, Diego Martínez Herrera, apareció vestido de riguroso luto sin saber, aparentemente, que se había producido un doble crimen. Herrera llegó a afirmar durante el juicio que iba de negro no por el luto, sino porque es un color adecuado para el verano. Nada más lejos de la realidad.
La detención de Escobedo llegó ocho meses después de aquella madrugada fatídica del 1 de agosto. Las primeras investigaciones siempre se centraron en su persona. Más aún después de que el arma con la que se realizaron los tres disparos contra el matrimonio -una pistola Star de calibre 22- estaba registrada a nombre del consuegro de los Urquijo, Miguel Escobedo.
Tras un juicio lleno de interrogantes, Rafael Escobedo fue condenado a 53 años de cárcel como autor del asesinato. El mayordomo de los Urquijo, Vicente Díez Romero, después de celebrarse el juicio, recomendó investigar el entorno más cercano del matrimonio, en concreto a los dos hijos de estos. Para Díez, el cerebro que planeó el doble crimen era el hijo, Juan de la Sierra, que el 1 de agosto tenía 22 años. “Mandó a Rafi a que se cargara a su padre”, llegó a asegurar. Nunca se ha probado esta hipótesis.
5. Otros implicados
No fue hasta 1983 -gracias a un nuevo sumario- cuando se implicó a otros dos personajes más en el caso. El primero de ellos era Mauricio López-Roberts, marqués de Torrehermoso e íntimo amigo de Escobedo. Un confidente que en los años anteriores al doble crimen se había convertido en inseparable de Escobedo. Era el típico amigo al que le contaba todas sus penas y los momentos difíciles por los que atravesaba su breve matrimonio. El marqués fue detenido como encubridor, pero quedó en libertad provisional tras pagar medio millón de las antiguas pesetas. Murió hace tres años, con 72 años y a su entierro no fue apenas nadie. Se llevó a cabo “en la más estricta intimidad”.
Ese segundo sumario se abrió después de unas declaraciones del marqués fallecido. En ellas aseguró haber prestado 25.000 pesetas a Javier Anastasio el día que fue detenido Escobedo. Esas palabras también llevaron a la detención de Anastasio como coautor del crimen. Ingresó en la prisión de Carabanchel hasta que en 1987 fue puesto en libertad provisional y posteriormente, huyó del país. Nunca llegó a ser juzgado y en 2010, cuando prescribió el crimen, la Justicia retiró todos los cargos que pesaban sobre él. Un par de años después de su fuga, el director de El Caso, Juan Rada, dio con él en la playa brasileña de Copacabana en compañía de su novia Patricia, quien también se había trasladado desde Madrid para vivir con él en la ciudad brasileña. Hoy reside en Madrid y ha colaborado con una productora que prepara una tv movie para Atresmedia sobre este capítulo de la crónica negra de nuestro país.
La investigación policial fue llevada por el policía, José Romero Tamaral, que luego se hizo famoso con el caso y montó un despacho de abogados. El inspector Romero empezó a indagar en el caso por su cuenta y riesgo. Sin que nadie se lo mandara. "Empecé el asunto a partir de los cuatro casquillos de bala encontrados en el chalé de Somosaguas”, afirmó. Para muchos era un policía muy ambicioso que pecó de egocentrismo.
6. El posible móvil económico
El móvil económico que podría haber alentado el crimen presenta también una serie de incógnitas. Los beneficiarios directos del crimen serán sus dos hijos como herederos de un “exiguo” patrimonio que se valoró en 43 millones de pesetas y que no incluían el valor de la mansión de Somosaguas, que ya entonces se tasaba en unos 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros).
Otra de las cuestiones que se puso encima de la mesa sobre el presunto móvil económico del crimen fue la fusión bancaria entre el Banco Hispano Americano y el Banco Urquijo. Se afirmó que el marqués era un escollo porque se oponía a la operación, aunque su posición como accionista minoritario no era determinante.
Quien no dudó de que los intereses económicos tenían aquí una importancia capital fue el médico forense José Antonio García-Andrade, que, en su libro Los muertos también hablan”, dedicado al asunto, escribió: “Ahí se encuentra el móvil de esos tres crímenes, el de los marqueses y el de Rafi, en el dinero, sí, pero dinero a gran escala, a la manera de los crímenes mafiosos”.
7. Los hijos de los marqueses
Miriam y Juan de la Sierra intentan hoy mantenerse alejados del foco mediático. Rafi Escobedo se separó de la hija mayor de los marqueses de Urquijo tan sólo seis meses después del enlace matrimonial. Miriam se enamoraría, muy poco después de separarse, del norteamericano Dick Rew. Un hecho que Escobedo nunca asimiló e hizo que creciese el odio hacia el clan de los Urquijo. Miriam tenía tan sólo 24 años cuando sus padres fueron asesinados en Somosaguas. Tres décadas después se ha casado por tercera vez. Su actual marido, el paquistaní Bash Bokhari, es el número uno de una compañía puntera estadounidense especializada en marketing. En su libro publicado hace cuatro años, la mayor de los Urquijo se desahogaba de todo lo ocurrido en los últimos años: "No puedo describir con palabras el dolor que me produce que alguien pudiera sospechar de mí o de mi hermano". Pero la realidad es que el crimen de los marqueses de Urquijo no ha encontrado una respuesta cerrada e incontrovertible sobre la autoría del doble asesinato.
Por su parte, Juan de la Sierra está casado con Rocío Caruncho. Según se ha rumoreado en los últimos meses, su matrimonio atraviesa uno de sus peores momentos e incluso se afirma que está al borde de la separación. El empresario siempre ha intentado mantener un perfil muy bajo y alejado del foco mediático. Es él quien heredó la mansión donde se produjo el crimen de sus padres. Los dos hijos dicen que nunca han vuelto a pisar la segunda planta donde se perpetró el asesinato.
Un asesinato que, 38 años después, mantiene abiertos múltiples enigmas ¿Lo hizo Rafi Escobedo? ¿Lo hizo solo o en compañía de otros? ¿Cuál era el móvil del crimen? ¿Quién salió beneficiado? ¿Por qué se investigó con tantas carencias? ¿Y qué paso realmente en el Penal de El Dueso con la muerte de Rafi Escobedo?... 38 años después, no hay respuesta convincente.