Shane Paul O´Doherty es un antiguo miembro del IRA afincado en Valencia desde hace año y medio. Fue el responsable del envío de cartas bomba al 10 de Downing Street, al Banco de Inglaterra o a la Bolsa de Valores de Londres a principios de los 70. Por eso, ha pintado un cuadro casi 45 años después de ser arrestado y tras estar 14 en la cárcel. Shane ha pasado de combatir con explosivos, a cualquier precio, para lograr la “libertad de Irlanda frente al enemigo inglés” a ser un acérrimo defensor de la paz, los derechos humanos y la vida. Ahora sus armas son sus pinceles.
―Usted fue el primero en dar un paso que pocos han dado: pedir perdón a sus víctimas y reconocer que la violencia no era el camino para conseguir un fin. ¿En qué momento se da cuenta de esto?
―Durante mi estancia en la cárcel supe que había estado en el lado equivocado. Fueron 14 años muy duros. Venía de ser juzgado en Londres. Mi alegato final fue un discurso revolucionario de libertad y contra Inglaterra. Cuando ingresé en prisión, me consideraba un preso político, no un terrorista. Tal es así que incluso me negué a ponerme el uniforme de preso común, con las represalias que esto conllevó. En la cárcel, una noche, cayeron en mis manos los Evangelios, los leí y automáticamente cambio mi manera de ver la vida. Mi conciencia católica hizo que me diera cuenta de que no estaba arreglando nada utilizando la violencia, sino todo lo contrario: estaba haciendo mucho daño a gente inocente.
―Y es entonces cuando decide pedir perdón.
―Exacto. Mis acciones no quitaron ninguna vida, pero pudieron haberlo hecho. Me vi en la obligación de escribir cartas a todas mis víctimas, una por una, arrepintiéndome por mis actos y por los daños causados. Para mí fue un alivio, busqué el perdón de las víctimas y el de Dios.
―Hábleme de sus víctimas. Entiendo que no se esperarían que una persona de su relevancia dentro de la estructura del IRA pidiera perdón por los atentados cometidos. ¿Aceptaron sus disculpas?
―No, para nada. Fui el primer miembro del IRA en dar este paso y no me creyó nadie. Ni las víctimas, ni los medios, ni el Gobierno Británico que, particularmente, inició una campaña de desprestigio contra mí. Sólo me encontré con el apoyo de la Iglesia. Era poco creíble que alguien como yo quisiera cambiar, tenía el estigma de terrorista y no había manera de quitármelo. Además de a la sociedad en general, tuve que enfrentarme a los que hasta hace poco habían sido mis compañeros en el IRA, qué me dejaron de hablar durante casi una década. De la noche a la mañana me convertí en una persona aislada para todo el mundo, excepto, repito, para la Iglesia. De todas maneras, pasar 14 años en la cárcel, fue lo mejor que me pudo ocurrir. Si no llega a ser por esto hubiese muerto cómo muchos amigos, compañeros de vida desde la infancia.
O´Doherty es tajante a la hora de referirse a los miembros de ETA. “Tienen la obligación de pedir perdón a todas y cada una de sus víctimas, sin excepción y sin esperar ser perdonados. Han sido responsables de crímenes que han destrozado la vida de miles de inocentes y tienen que cumplir íntegramente sus penas, como yo lo hice, como yo acepté. El final de una banda terrorista no pasa por un paripé en forma de entrega de armas, va mucho más allá y los únicos culpables son aquellos que han vulnerado los derechos humanos”.
La entrevista discurre tranquila y distendida, en el absoluto anonimato. Enfrente su cuadro “Celebra la vida”, expuesto en la galería Celiacruz. “Resulta curioso ver cómo la gente se detiene frente a él, buscando una explicación, un sentido, descifrando personajes. Para mí ese es el verdadero sentido del arte: que cada uno se forme su opinión a partir de lo que contempla”, dice O´Doherty.
―Estamos frente a una obra compleja, llena de matices por todas partes.
―Si te digo la verdad, este trabajo era algo que necesitaba sacar de dentro, expresar y mostrárselo a la gente. Mi intención era la de hacer un manifiesto de mi llegada a España, a Valencia. En abril de 2017 decidí acometer este proyecto y me empecé a documentar, para empezar a pintarlo en noviembre pasado.
―En el cuadro se distinguen perfectamente tres partes: pasado, presente y futuro. ¿Cuál fue el orden a la hora de pintarlo?
―Empecé con la zona superior, la que representa al pasado. Lo primero que realicé fue a Adán y a Eva, en el Edén, inicio y origen de todo. Visto en perspectiva, podría ser la bóveda pintada de una supuesta sala, dónde se disponen el resto de personajes. Lo escolta dos versos del poema “Els Amants”, obra destacada del valenciano Vicent Andrés Estellés que dice “No hi havia a València dos amants com nosaltres. Després, tombats en terra de qualsevol manera, comprenem que som bàrbars”. Estas palabras encajan con la tragedia que supuso la Guerra Civil española. Un conflicto que enfrentó dos bandos, nacional y republicano que, como reflejo en el cuadro, luchan por lo mismo: “Por España”. La metáfora la hago con los dos amantes del poema, que una vez muertos (“tombats en terra”) y terminada la batalla, se dan cuenta que su lucha no tiene sentido, que lo hecho es de bárbaros.
―Hábleme, por favor, de cada uno de los “héroes” que aparecen en su obra.
―De izquierda a derecha. Primero aparece Fernando Pérez Serrano, militar que falleció en octubre de 2017, en pleno proceso de elección de personajes de esta obra. Era un joven de apenas 26 años que falleció en un accidente mientras pilotaba su F-18. Tras él, Miguel Ángel Blanco Garrido, asesinado por ETA en julio de 1997. Todos conocemos su historia, incluso los que por entonces no vivíamos en España. Un joven concejal de Ermua, al que sus asesinos le pusieron fecha de muerte con tan sólo 29 años. Aquel episodio provocó, no sólo el rechazo unánime de toda la sociedad contra el terrorismo, sino la necesidad de plantarle cara, de decir ¡basta ya!. Manuel Broseta fue un profesor, jurista y senador valenciano al que ETA asesinó el 15 de enero de 1992 cuando se dirigía a dar clases en la Universidad de Valencia, en los jardines de la Avenida Blasco Ibáñez. Al fondo, a la izquierda, aparece Aarón Vidal Martínez. Un soldado de 25 años, vecino del barrio de Malilla (Valencia) que perdió la vida en Irak, en septiembre de 2016, mientras participaba en misión humanitaria. Hay muchos más personajes, claro.
―Y de entre todos los retratos, ¿me podría destacar alguno que usted considere especialmente simbólico?
―Hay 48 personajes, sin contar los niños que aparecen en la parte inferior. De entre todos, me quedo con la imagen de “La niña con la paloma de la paz”, de la obra de Pablo Picasso. Está a la derecha del cuadro según lo miras. Sin paz, no hay nada. Esa niña es el futuro, “la arquitecto de la vida” que da sentido a todo. Junto a ella, Santiago Calatrava, el arquitecto por antonomasia de la ciudad de Valencia y junto a él, me encuentro yo, Shane O´Doherty, el arquitecto del cuadro.
―Me consta que en el cuadro hay una persona, de entre los famosos, a la que tiene especial cariño. Alguien que significa mucho para usted.
―Sin duda, Irene Villa. La conozco desde hace 10 años, cuando acudió a la presentación de mi libro “No más bombas”. Es un ejemplo de fuerza y superación ante las adversidades. La historia de Irene es conocida por todos, pero el poder tratar con ella de tú a tú, me ha marcado cómo persona, es una motivadora nata, una mujer única, increíble. Gracias a ella empecé a colaborar con “Lo Que De Verdad Importa”, una fundación sin ánimo de lucro que tiene como finalidad promover el desarrollo y difusión de los valores humanos, éticos y morales universales. Vi aquí, la posibilidad de hablar y contar mis vivencias en Madrid, Zaragoza, Barcelona, Lisboa, Oporto y por supuesto en Valencia dando conferencias a las que acudían cerca de mil personas cada una.
―Hemos hablado de su faceta de pintor, de conferenciante. Me gustaría saber un poco más del Shane escritor. Su libro, “No más bombas”, publicado en 1993 marcó un hito en Irlanda. ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
―El ambiente estaba enrarecido en aquellos años. El libro fue un “bestseller” y causó gran aceptación por parte de la gente, algo que no me esperaba. Era la primera vez que un miembro del IRA pedía perdón a las víctimas y apostaba por el fin de la violencia. Fue peligroso y dramático porqué estaba desafiando a mis antiguos compañeros a terminar de una vez con esa barbaridad. En 2002 pensé en traducirlo al español, para que los presos de ETA pudieran leerlo, reflexionar como yo lo hice, renunciar a la violencia y pedir perdón a las víctimas. La persona que aceptó y terminó el reto fue Ana Lydia García del Valle. En 2008 lo sacamos a la calle con Irene Villa de madrina y el año pasado se publicó una versión íntegra del original que escribí hace 25 años, llamado “El chico que se hizo terrorista”. Quiero dejar claro que mi libro y este cuadro guardan muchos paralelismos. Las críticas que han recibido, siempre han sido buenas, muy superiores a mis expectativas y eso es halagador. Pero por encima de todo, mi idea es que la gente que contemple “Celebra la Vida” o lea “No más bombas”, se detenga frente a lo que hay y se tome su tiempo para recapacitar sobre el verdadero mensaje de ambos: “la violencia no es el camino. El único camino es la paz”.