“Gracias al equipo y gracias a ustedes (los telespectadores), porque siempre serán lo más importante. Pasen un buen verano y tengan la completa seguridad de que, a la vuelta, les serviremos el mejor desayuno”. Sergio Martín (Salamanca, 1977) se despedía así de su etapa como presentador de los ‘Desayunos de TVE’ el pasado 13 de julio. Era su último programa, un café amargo. Días después, se anunciaba su cese, unido al de otros compañeros. Sin embargo, él ha seguido ajeno al ruido, sin opinar sobre su sustituto, Xabier Fortes, o el rumbo del ente público. Ni una declaración o apunte en sus redes sociales. En Instagram, sólo fotos de su ruta veraniega por Alicante, Conil y Castilla y León, donde apura sus vacaciones antes de su regreso a la televisión la última semana de agosto.
Sergio Martín es, quizás, la cara más visible de la cirugía que se está produciendo en RTVE (Radio Televisión Española). Desde que Rosa María Mateo asumiera el mando provisional de la corporación con el cambio de Gobierno, el ente ha sufrido una auténtica transformación. José Antonio Álvarez Gundín, director de Informativos, o Alfonso Nasarre, director de RNE (Radio Nacional de España) han caído junto al presentador de los ‘Desayunos’, “sentenciado” desde que entrevistara a Pablo Iglesias cuando dirigía La noche en 24 horas, según apuntan fuentes cercanas al periodista en conversación con EL ESPAÑOL.
“Hay un vídeo (…) en el que le hemos visto defender la salida de los presos de ETA de las cárceles (…) ¿Está usted de enhorabuena?”, le preguntó entonces Sergio Martín a Pablo Iglesias, refiriéndose a la salida ese día de varios etarras de prisión. Tan solo una pregunta, una apreciación. Posiblemente, un “error”, como explican fuentes cercanas al periodista, pero en ningún caso una sentencia de muerte. “Lo pasó muy mal tras aquello. A él no le importa que critiquen su trabajo, eso lo lleva con normalidad. Si se equivocaba, lo asumía y listo. Pero entonces se llevó un buen disgusto”, explica Esther Jaén, tertuliana con el periodista zamorano.
LA ENCERRONA Y LA MAQUINARIA DE PODEMOS
Antes de la entrevista al líder de Podemos, Sergio Martín, al que algunos medios colgaron la etiqueta de uno de los nuevos ‘Hombres de Urdaci’, pidió a los tertulianos (Alfonso Rojo, Graciano Palomo, Antonio Papell y Julio César Herrero) “buen rollo”. “La clave es que no nos puedan decir que es una encerrona –en referencia al hashtag #encerrona que se había propagado por las redes–“, añadió el presentador, a la vez que Alfonso Rojo bromeaba: “Ni agua, ni agua. Al enemigo, ni agua”. Y Sergio, según testigos presenciales, le reprochaba: “Pero joder, Alfonso, ¡qué dices, tío!”. Ese fue el germen. Después, llegó la polémica.
“La maquinaria de la izquierda contra él empezó desde por la tarde. Pablo Iglesias era Trending Topic y, si se repasa el timeline de Twitter, se ve cómo se cocina todo. Y, claro, él, con la pregunta sobre ETA, les dio una excusa para que lo crucificaran”, explican fuentes cercanas al periodista. “Se le calentó la boca”, puntualiza Raimundo Castro, tertuliano suyo.
“Pablo llegó con una cohorte de señores al plató. Llegaron allí de chulitos y Sergio no tuvo mayor malicia. Parecía que lo había llamado etarra y, sin embargo, fue un recurso expresivo, nada más”, explica Antonio Casado. Pero aquello dejó marca en Sergio Martín. Durante semanas, tuvo que salir al paso de las críticas desde todos los frentes. “Se tomaba muy en serio las cosas y aquello le afectó. Siempre ha estado muy pendiente de las redes sociales y se llevó un buen disgusto. Después, ha conseguido relativizar lo que se dice en esos foros, pero entonces lo pasó muy mal”, explica Esther Jaén.
DEFENSOR DE LO PÚBLICO
Aquella entrevista alumbró muchos prejuicios hacia su persona. “Que si era un pijo, que si estaba enchufado… Se dijeron muchas cosas que no eran ciertas”, recuerdan personas cercanas al periodista. Sin embargo, todas esas etiquetas obviaron la realidad. Sergio Martín, el segundo de tres hermanos, no era (es) nada de aquello. Nació en una familia de clase media, fue a un colegio público, a un instituto público y a una universidad pública. “Si hubiera existido Podemos, entonces, habrían creído que era de los suyos”, puntualizan las mismas fuentes.
Sergio se crió en Zamora sin lujos, pero tampoco pasando dificultades. Jugó al baloncesto y al fútbol sala, “aunque no destacó en nada”, bromean sus conocidos. Lo suyo era el periodismo. Encontró su vocación desde muy pequeño, participó en la revista literaria del instituto y empezó a hacer pruebas en la radio en unos cursos ofrecidos por la Junta de Castilla y León. Siempre, sacando buenas notas y teniendo claro que quería trabajar detrás de los micrófonos. Ese era su objetivo. Y lo consiguió. Se licenció en Sociología y Comunicación Audiovisual en Salamanca y pidió hacer prácticas en Madrid.
“Siempre se interesó por la ciencia política, pero no fue militante en en su época de universitario. Y, en el último año, pidió hacer las prácticas en Radio Nacional de España. Entonces, la Universidad no tenía convenio con ellos, pero lo consiguió y se fue a Madrid”, cuentan personas cercanas a Sergio. Y dicho y hecho. Cumplió su sueño y lo siguió alimentando en aquellos primeros años en la capital.
Sergio entró en la radio en el año 2000. “Flipaba en la redacción. Estaba con la gente con la que siempre había deseado trabajar”, cuentan. Y, tras el verano, se quedó. Le hicieron un contrato en prácticas y, en 2003, aprobó la oposición con el número uno –había seis plazas convocadas fuera de Madrid– y se marchó a Radio Alicante. Años después, en otra convocatoria –en aquella ocasión para contratar a 800 trabajadores–, pidió el traslado y se lo concedieron.
ASÍ DA EL SALTO A TVE
“¡Con lo que le gustaba dormir y lo meten por la noche!”, bromean compañeros suyos en conversación con este periódico. Sergio, al llegar a Madrid, entró en España a las 6, 7 y 8. Allí, coincide con Julio Somoano, que en 2012 fue nombrado director de los informativos de TVE. “Se llevaban bien. Trabajaban de tú a tú e hicieron una buena relación”, explican a EL ESPAÑOL. Pero las carreras de ambos fueron, durante un tiempo, por diferentes caminos.
“Sergio era un enamorado de la radio. Decía Thomas Mann que ‘no se puede tomar una sola hoja del laurel del arte sin dar a cambio la vida’. Y él, desde el principio, la dio, se lo tomó muy en serio”, comenta Raimundo Castro, tertuliano en La noche en 24 horas. Tanto es así que, durante años, el periodista zamorano siguió acumulando experiencias profesionales en la radio. Pasó por España Directo, por El Tranvía, por Buenos días, el Navegador y otros muchos programas.
Hasta que en 2012, recibió la llamada de Julio Somoano. “Le ofrecieron ser director del 24 horas y él se negó muchas veces. No quería hacer televisión. Él estaba contento en la radio. De hecho, en un primer momento llegaron a un acuerdo para que él no hiciera cámara”, cuentan fuentes cercanas al periodista. Sin embargo, Sergio accedió. Fue primero director del canal de noticias y después sustituyó a Ana Ibáñez como presentadora de La noche en 24 horas.
UN 'HOMBRE DE URDACI'
A su llegada, a Sergio le colgaron la etiqueta de ‘Hombre de Urdaci’. “Eso le sentó muy mal. Parecía que había llegado como un paracaidista y no era así. Era un hombre de la casa”, cuentan a EL ESPAÑOL. “También dijeron que venía enchufado por el Partido Popular. Y nada más lejos de la realidad. Los diputados, entonces, decían que de dónde habían sacado a ese niño, porque tenía cara de niño”, comentan.
Sergio, sin embargo, pasó desapercibido hasta su entrevista con Pablo Iglesias. “Le molestó mucho que le pusieran la etiqueta de pepero. Pero como entró entonces, con el cambio de Gobierno, es inevitable, pero, pese a lo que se piensa, es bastante progre”, explica Raimundo Castro, que además de ser contertulio en La noche en 24 horas, lo conoció en Canadá, estando de vacaciones. “¡Fue gracioso!, llevaba hasta el chaleco de RNE”, bromea.
EL ALMA DE LA FIESTA
Seriéfilo –puede llegar a ver seis distintas a la vez– y eterno apuntado al gimnasio –aunque, reconocen, “no se prodiga”–, Sergio Martín es “divertido, ingenioso, dicharachero, simpático y expresivo. Un torrente de palabras”, cuentan sus contertulios. Con ellos, compartió plató y copas después de La noche en 24 horas. “Era el alma de la fiesta”, bromea Esther Jaén, que recuerda aquellas noches que terminaban bailando todos en La negra Tomasa, bar cubano de Madrid.
Eso era antes de que cambiara La noche en 24 horas por Los desayunos de TVE. “Entonces, se quedó sin vida social. Para venir a la redacción se levantaba a las 4:30 de la mañana, luego por la tarde, tenía que estar pendiente”, cuentan. Fueron días en los que ganó relevancia y fama. “Yo siempre le decía que tuviera cuidado, que en esta profesión se sube, pero también se cae muy rápido”, recuerda Raimundo Castro.
Fueron, para él, buenos años, en los que su exposición pública le llevó, por ejemplo, a ser pregonero y presentador de la Semana Santa de Zamora en Madrid. “Lo hizo los dos años conmigo. Y, en el segundo, sin querer, hasta fuimos vestidos igual”, rememora, entre carcajadas, Antonio Casado. “Era un figura. Yo le decía que era el único que llegaba a la tele para despeinarse (en referencia a la cresta que llevó durante sus primeros años en La noche en 24 horas)”, finiquita Raimundo Castro, que entró de tertuliano en el programa, precisamente, para sustituir a Pedro Sánchez.
Esa ha sido su actividad hasta el final de esta temporada. A finales de agosto, Sergio volverá a Televisión Española sin que se haya hecho público el puesto que va a ocupar. Es funcionario y no pueden prescindir de él. Mientras, seguirá echándose fotos en su Instagram, disfrutando de su Castilla y León, y sus visitas al Chivo, restaurante de Morales de Toro –donde, por cierto, también acude José Luis Rodríguez Zapatero– y disfrutando de las series y el inicio de la Liga. Callado, tranquilo, observando los movimientos de Televisión Española y leyendo los libros de Murakami. Obras de ficción para comprender una realidad, a veces, demasiado compleja.