Son sólo unos pasos los que separan el mar de los primeros restaurantes que emergen de la playa de la Albufereta de Alicante. Apenas veinte metros que incitan al garzoneo, a disfrutar del chapuzón, a divagar entre el olor a crema y salitre. La estampa invita: los acantilados se dibujan entre dos carreteras, no demasiado transitadas, y los veraneantes aparecen. Y, cuando José Luis supo que Conchi, su recién estrenada mujer, le proponía esta zona para disfrutar de una cena romántica después de quince días de matrimonio, no lo dudó.
María Concepción M. V., Conchi para sus allegados, de 45 años, siempre había sido un torbellino. De difícil acceso y sintiéndose “una víctima” constante de sus circunstancias -lo que le hacía ser “nada amigable” y “chabacana”, la retratan sus conocidos a EL ESPAÑOL-, parecía alegre, calmada, en su cuarto día más feliz de su vida, el pasado 4 de agosto, cuando se había casado con José Luis, de 69 años, en Sax, frente a un juez de paz. Natural de Onil, otro pueblo al norte de la provincia alicantina, la mujer había tenido una existencia complicada. Primero, perdió a su padre de joven. Después, a sus tres maridos anteriores a José Luis -según confirman fuentes policiales-: dos de ellos siguen vivos tras separarse; el tercero falleció en un acontecimiento violento. Incluso sufría diversos males que afectaban gravemente a su salud. O eso decía ella.
Porque Conchi va en silla de ruedas desde hace algo más de un lustro. No podía levantarse por un problema de huesos, alegaba. Incluso cobraba una ayuda económica por la incapacidad. Fue una impostura que mantuvo hasta que la Policía Nacional de Alicante la pilló de pie, sin problemas, tras asesinar, presuntamente, a su flamante marido. Su excusa: quería hacerle “el boca a boca” a su moribundo esposo, indican fuentes cercanas a la investigación a este periódico. Todavía llevaba puestos unos guantes.
"Que me matan, que me matan"
Conchi atacó brutalmente a José Luis junto con otro hombre, de 58 años y también de su localidad natal. Era su cuidador, quien la asistía por sus supuestas dolencias. La acompañaba a todos lados y, por eso, también la llevó a la cena con su nuevo marido en una furgoneta. Pasaban pocos minutos de las 22.00 de la noche de este lunes.
De repente, unos gritos irrumpían en la oscuridad estival, en el terraplén junto al edificio Finca Adoc de Alicante. Uno sujetaba a la víctima mientras que el otro la apuñalaba con un destornillador -la investigación aún trata de aclarar los roles-. “Se escuchaban voces chillando ‘Que me matan, que me matan’”, explica uno de los residentes en este inmueble de la calle Sol Naciente.
Algún alarido similar debió oír una agente de la Policía Nacional, destinada en la brigada provincial de la policía científica de Alicante y que estaba fuera de servicio, que paseaba por la zona y consiguió retener a los dos presuntos agresores, que se encuentran detenidos y a la espera de pasar a disposición judicial a la hora del cierre de este reportaje. Lo harán, previsiblemente, en la mañana de este jueves.
La Policía sólo pudo recuperar el mango de la herramienta
Entre ambos acabaron con la vida de José Luis con un destornillador. Le causaron heridas en el cuello y en el pecho con tal violencia que los agentes sólo pudieron recuperar el mango de plástico del cuerpo de la víctima, informan fuentes policiales a la reportera. Los médicos no consigueron salvarle debido a la gravedad de las lesiones que presentaba. Las manchas de sangre seca aún son visibles en el aparcamiento.
Por los alrededores de la zona no se habla de otra cosa. También en Onil, la localidad natal de ambos detenidos. Esta villa, de algo más de siete mil habitantes y a media hora en coche de la capital alicantina, estaba revuelta en este lluvioso y húmedo miércoles con la resaca de la noticia. Todos habían escuchado el suceso, pero pocos conocían que su antigua vecina era la protagonista.
“Claro que conocemos a Conchi”, conceden dos mujeres jóvenes a la periodista. “Pero hace años que no se pasa por aquí. Desde que murió su madre, hace un par de años, aproximadamente”. La familia de la detenida continúa viviendo en el pueblo, aunque cortaron la relación con ella hace muchos años. Los vecinos de Onil se muestran protectores con ellos. “Eran una familia como con dos corrientes, había división entre ellos desde siempre. Un poco desestructurada”, apunta un vecino. “Por sus maneras, por sus tratos. Ella decía que era una víctima de sus hermanos, que le hacían la vida imposible, que no le creían lo de los huesos”. Uno de los hermanos, consultado por este periódico, rechaza comentar la noticia. “No guardo ni fotos de ella. Si no quería saber nada, ahora menos”, zanja.
Conchi, según fuentes próximas a su entorno, estuvo ingresada hasta hace unos meses en un centro de salud mental en Alcoy. La excusa que ella adujo para casarse con José Luis era que su familia “la quería meter en una residencia”. Y José Luis, un camionero santanderino que emigró a Santa Pola de joven, accedió. Él acababa de enviudar. Así lo confirma un amigo de la víctima, quien, además, le prestó su vehículo para acudir a lo que en principio parecía una velada romántica. La Policía ahora investiga el móvil del crimen. De momento, ya han rechazado los motivos económicos: José Luis vivía de una exigua pensión y su casa era de alquiler.