Era en medio del bosque donde Jos Brech, el pederasta holandés, se sentía seguro. Vivía desde hacía tiempo en una cabaña construida a modo de refugio en medio del espesor de una pista forestal, un lugar indeterminado a 50 kilómetros de distancia de Barcelona. Por eso fue allí donde le detuvieron. Eran las tres de la tarde, Brech salía a cortar leña y entonces fue atrapado por la Policía Nacional. Su detención ha puesto por fin sobre la mesa al autor de uno de los crímenes más escabrosos y enigmáticos de los últimos años. También uno de los hombres más buscados por la justicia. Con el caso por el que ha sido detenido se han llenado centenares de las páginas más sombrías de la crónica negra europea de las últimas décadas: la desaparición, la violación y el asesinato de Nicky Verstappen. El pequeño, en el momento de los hechos, tenía 11 años.
Eran las 15 horas cuando un equipo de los Grupos de Operativos Especiales de Seguridad (GOES) de la Policía Nacional accedió a la casa de campo en la que Brech vivía como un fugitivo. Fuentes policiales confirman a EL ESPAÑOL que acceder a la casa no era cosa fácil. Para llegar a ella constataron que era preciso atravesar una pista no asfaltada y con algunos obstáculos. Y ese era el único camino posible para llegar en coche hasta la casa del pederasta oculto en los bosques catalanes. Esto suponía una gran dificultad a la hora de detenerle. Así que los agentes valoraron otras opciones antes de actuar.
La operación policial tiene lugar gracias a una estrecha colaboración a nivel internacional. Durante días, los investigadores españoles le siguen y le vigilan. Es entonces cuando descubren sus costumbres de ermitaño agreste, sus hábitos de supervivencia. Uno de ellos era salir a cortar leña. Lo hacía con asiduidad. Con cautela, los policías del GOES le vigila hasta que a eso de las tres de la tarde le atrapan en el camino asfaltado que lleva a su casa. La efectividad del grupo, la otra unidad de élite de la Policía junto a los GEO, hace el resto. No tardan en detenerle y Jos Brech tampoco opone resistencia.
Un pederasta experto en escapadas y en supervivencia
Con el pederasta holandés detenido, los agentes de la Policía Nacional entraron en la guarida en la que vivía desde hacía tiempo. No era la primera vez, según ha podido saber EL ESPAÑOL, que se instalaba en un refugio de montaña o en medio del bosque. Estaba preparado para eso. Brech llevaba 20 años huyendo de las autoridades y era un experto en supervivencia extrema. Capaz de aguantar largos períodos en soledad camuflado entre la naturaleza, Brech se ocultó también en la región montañosa de los Vosgos, al este de Francia. Allí construyó otra cabaña y pasó una buena temporada. Estaba incluido por la Europol en su lista como uno de los fugitivos más buscados del continente pero por más que se le buscaba su cara no aparecía por ningún lado del mapa.
Buena prueba de esa capacidad para sobrevivir en condiciones adversas es el extenso kit de supervivencia que encontraron los agentes en el interior de la casa:comida, utensilios campestres, navajas, leña... Como si estuviera, explican fuentes policiales, preparado para pasar una larga etapa en la montaña.
La localización de un delincuente cuyo rastro se había perdido de forma irremediable no habría sido posible sin un toque de insistencia y otro de suerte. Semanas atrás, la cacería para encontrarle se elevó a nivel europeo. El detonante fue el siguiente: dos décadas después del crimen, los investigadores invitaron este año a los 15.000 varones de entre 40 y 65 años de Limburg, la zona del asesinato, a que se sometiesen voluntariamente a una prueba de ADN. Así lo hicieron 13.000 y entre los 2.000 que se negaron las sospechas se centraron en Jos Brech, que desapareció del país en abril sin dar explicaciones a su familia. El pasado miércoles, la Interpol emitió una orden internacional de búsqueda y captura.
Veinte años después de la violación y asesinato del niño de 11 años, un turista holandés en Barcelona le reconoció y dio la alerta que ha desencadenado el operativo de este pasado domingo.
La desaparición de Nicky Verstappen
Brech tiene 55 años y elude la justicia desde hace 20, cuando tenía 35. En concreto desde el 10 de agosto de 1998, el día en que desapareció Nicky Vestappen. Nicky Vestappen era un joven holandés que vivía en la aldea de Heibloem, en la provincia de Limburgo, un pequeño pueblecito que apenas alcanza los mil habitantes. Aquel verano, Nicky disfrutaba de un campamento en De Heikop, una localidad situada 60 kilómetros al sur de su pueblo natal, casi en la frontera holandesa con Alemmania. El campamento había sido organizado por jóvenes del pueblo.
La noche antes de su desaparición, las actividades del campamento acabaron a las 22.00. Después, los monitores enviaron a los niños a dormir a sus tiendas. Entre ellos estaba Nicky. De madrugada, un compañero lo vio despierto alrededor de las 5:00 de la mañana. Tres horas después, había desaparecido del campamento.
Preocupados, los monitores salieron, sin éxito, en su búsqueda. Después recurrieron a la policía. Y pegaron centenares de carteles con su cara en la zona. Por la noche, la noticia ya se conocía en Heibloem, y decenas de personas, entre ellos los padres del pequeño, llegaron para ayudar en la búsqueda.
Hubo que esperar hasta el día siguiente para las peores noticias. Esa jornada, la búsqueda fue ya a gran escala, con la ayuda de la policía, soldados del ejército holandés, aviones y perros de rastreo. A las nueve de la noche, apareció el cuerpo de Nicky. Estaba tirado cerca de una parcela de árboles de Navidad, a unos 1.200 metros del campamento. La autopsia del cadáver determinó que había sido violado, y después asesinado.
Pronto la policía llegó a Brech como uno de los sospechosos, pero nunca pudieron demostrar nada y pasaron página. En 1998 vivía con su madre a 13 km del campamento en el que Nicky pasaba el verano. Fue interrogado tres veces durante la investigación. La primera vez dos días después del asesinato. La policía lo detuvo después de encontrarlo caminando a medianoche cerca de la escena del crimen. Las dos veces siguientes, admitió haber tratado de abusar de niños en años posteriores a 1998. Había sido absuelto en un caso previo por delitos sexuales en el año 1985. Por los crímenes posteriores al asesinato de Nicky, no fue investigado y siguió colaborando en distintos campamentos juveniles como si nada hubiera ocurrido.
Su detención, a las afueras de Barcelona, pone fin a 20 años de agonía para la familia, para el pueblo, y para la región de Heibloem.