La mañana del accidente, Omar López Macías sustituía a un compañero que estaba de vacaciones. Omar conducía su autobús siguiendo la ruta de la línea regular que atraviesa Asturias de Cudillero a Gijón. En ese momento, el vehículo traqueteaba casi repleto de gente. Estaba a punto de entrar en la autovía AI-81. En ese momento, Omar se desvaneció. Le dio, tal vez, una bajada de azúcar, o se encontró indispuesto, o le fallaron los nervios, o se desmayó. Son hipótesis que se barajan hasta el momento, junto con la posibilidad (también incierta) de que sufriese un infarto en aquel mismo momento. El caso es que el conductor perdió por completo el control del vehículo, que se fue a estampar, en un brutal impacto, contra un pilar de la autovía avilesina situado en una zona en construcción. En pocos minutos, un lugar en obras se convirtió en un auténtico infierno de cascotes, de trozos de hierro y de sangre.
Hasta el momento, cinco son las personas que han muerto en el fatal accidente, uno de los peores que se recuerdan en Asturias. Hay 15 heridos más, seis graves. Uno de ellos es el propio conductor. Omar tiene 40 años y jamás había sufrido un solo percance al volante de su autobús Alsa. Llevaba diez años en la empresa y había superado sucesivamente, en todas y cada una de las ocasiones, los controles que aseguran que los conductores se encuentran en plenas facultades.
Omar nació en el ayuntamiento de Candamo, a menos de media hora en coche de Avilés. Está casado y tiene dos hijos. Hasta el momento, residía en Pravia, muy cerca de la tierra que le vio nacer. Le gustaba el atletismo, en concreto las maratones. Había participado en alguna dentro del Principado con aceptables resultados.
Se trata de uno de los heridos de mayor gravedad. Hubo que rescatarle a duras penas de entre los herrajes del malogrado vehículo. Tenía la pierna parcialmente amputada, y está, de hecho, a punto de perderla. Fue trasladado en helicóptero por el Servicio de Emergencia del Principado de Asturias (SEPA) al Hospital Central de Asturias. Llegó con lesiones de extrema gravedad. A lo largo del lunes fue intervenido quirúrgicamente para tratar de salvarle la extremidad inferior. Su pronóstico, por el momento, es muy grave. Siguen velando por él.
Un conductor experto
Unos escucharon el impacto, el sonido de un roble cayendo a plomo desde doscientos metros de altura. Otros vieron el golpe, y advirtieron, impotentes, los instantes previos a la tragedia. El autobús comenzó a escorarse hacia el centro, hacia el lado izquierdo de la carretera. Iba, según fuentes de la Guardia Civil, a unos 85-90 kilómetros por hora. El golpe acabó con viajeros que salían despedidos, pasajeros cuyas piernas colgaban de las ventanillas y sangre en los trozos de hierro y cristal.
La primera hipótesis que manejan ahora los investigadores es la de la indisposición del hombre, un auténtico experto de la conducción a lo largo de su carrera. Nunca había tenido, hasta el momento, problema alguno. Al contrario. Sus compañeros le consideraban uno de los mejores conductores. Como prueba de ello, había tenido asignada durante un tiempo la ruta de los Lagos de Covadonga, una carretera enrevesada y que va serpenteando los valles y la orografía asturiana.
La cabina del camión quedó absolutamente destrozada hasta la tercera fila. Los heridos fueron trasladados a los distintos hospitales de la zo¡na: al San Agustín de Avilés y a Cabueñes, en Gijón y al HUCA, en Oviedo. El conductor fue llevado del autobús para ser intervenido de inmediato.
No solo Omar estaba sano, en forma y contaba con un buen expediente. También el vehículo, que acabó convertido en un amasijo amorfo de hierro.
El chófer no tenía ninguna sanción ni reclamación en su expediente y el autobús, por su parte, contaba con todos los papeles en regla. Había pasado todas las revisiones posibles. Nadie sabe todavía qué fue lo que desencadenó la tragedia.
Hay, eso sí, una teoría principal barajada por los investigadores que indagan en el accidente. Debido a la ausencia de frenada en el lugar, y a que el conductor perdió el control metros antes de la colisión, Omar podría haber sufrido un desvanecimiento momentos antes del impacto. Entonces ya fue imposible desviar la trayectoria del vehículo, que se dirigió inexorable hacia el pilar de la autopista y hacia la muerte.