Días antes a ser asesinada por su marido, varios vecinos pasaron por delante de la casa de Yésica Menéndez, 29 años, y escucharon comentarios vejatorios y machistas hacia ella. “Debimos haber reaccionado”, aseguran a EL ESPAÑOL, horas después de conocerse el asesinato de la mujer. Yésica vivía en una segunda planta de un edificio de la travesía Mohíces, parroquia de La Caridad, municipio de El Franco, Asturias. Allí residía junto a su pareja (y a la postre asesino) Abdenego de Souza, brasileño, 51 años, y sus dos hijos de 5 y 7 años. A altas horas de la noche, de aquellas ventanas solían surgir los gritos del hombre, que proferían toda clase de maldiciones hacia ella: “No se calla, no se calla”; “Vete a la mierda”. “Déjame, déjame”, exigía ella.
A los pocos días, en concreto la noche del domingo al lunes, el hombre llevó a cabo la amenaza que los vecinos habían escuchado en diversas ocasiones y después se quitó la vida colgándose de la fachada del edificio. Fue algo planificado. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, Abdenego fue visto la noche anterior por varios vecinos accediendo al interior del inmueble en plena madrugada portando las cuerdas con la que se colgaría horas después, tras degollar a su pareja. Los dos hijos estaban en ese momento en la casa.
El ambiente en la casa de la pareja se había vuelto cada vez más enrarecido y más complicado para los pequeños. Las frecuentes discusiones entre ambos no acababan ahí. El sonido del llanto de los dos niños pequeños se escapaba sin remedio desde dentro de la casa. La desgracia de los pequeño es haber tenido que presenciar las vejaciones y el trato que el padre dio a la madre hasta que, al final, la asesinó en casa con los niños dentro.
Es la tercera víctima de la violencia machista en Asturias en lo que va de año.
Un cadáver colgado en la fachada
Varios vecinos vieron entrar a Yésica en su casa a las once y media de la noche del domingo. Entró al portal con sus dos hijos. Minutos después, varios vecinos escucharon cómo empezaba una discusión. “Estábamos en la cama y sentimos discutir. No le dimos más importancia porque pasaba a menudo”, dice Jonathan, uno de los inquilinos del bloque. Al poco, un golpe fuerte atronó a los vecinos que empezaron a salir a la calle a ver qué había sucedido. Era la primera vez que uno de ellos llamaba a la Guardia Civil para contar lo que pasaba en esa casa, pero ya era demasiado tarde.
Uno de ellos se asomó por la ventana y vio, colgado delante de la fachada, el cuerpo sin vida de Abdenego. Minutos antes, el ruido y los gritos de la casa, que enmudecieron, se trasladaron al tejado. Uno de los habitantes del bloque escuchó un ruido fuerte en la parte alta del edificio. Era Abdenego, que se había subido a la parte alta del edificio. Para suicidarse había rodeado su cuello con una cuerda después de atarla en algún asidero de la cara principal del inmueble. Se dejó caer y se ahorcó.
Minutos antes, Yésica había sido degollada con un arma blanca, probablemente un cuchillo de cocina, dentro de la casa que ambos compartían hacía tiempo. Los agentes hallaron el cadáver de la mujer tirado en el interior del domicilio. Los niños no habían visto nada de lo ocurrido porque estaban en las habitaciones, El de cinco años dormía. El de siete dijo que allí “había mucho ruido”.
Tras someterles a una revisión, los dos pequeños fueron dados de alta y actualmente se encuentran a cargo de unos familiares. Su porvenir es la cara más dura del caso, una tragedia para los vecinos de la parroquia de la Caridad.
Tal y como ha dicho la alcaldesa de El Franco, Cecilia Pérez, Yésica no ha tenido una vida fácil. No tenía padres, ni tampoco hermana. “Por circunstancias de la vida, tuvo poca juventud y que ahora vivía un momento dulce”, explicó la regidora. "Era una familia normal de la que no se tenía conocimiento de malos tratos. Ella era una gran luchadora y una trabajadora incansable”.
Atención a los pequeños, un momento clave
Ahora había encontrado ya su trabajo idóneo y pasaba algunas temporadas fuera. Los niños se encuentran, pese a todo, en buen estado. Una familiar se ha hecho cargo de ellos. Margarita Barranco es psicóloga clínica, y se dedica, entre otros asuntos, a la atención de mujeres víctimas de violencia machista. Ahora mismo lleva varios casos abiertos de mujeres que han sido maltratadas.
Barranco explica a EL ESPAÑOL que el momento resulta clave para que los niños puedan salir adelante. “Se han quedado sin padre y sin madre. Han visto situaciones nocivas en los últimos meses. Han visto gritos en casa, insultos vejaciones. La atención que necesitan ahora es crucial, porque de algún modo o de otro esa información (la del crimen) les va a llegar, por los medios de comunicación o en el colegio, etc”.
¿Cómo atender un caso así? ¿Cómo ayudar a los pequeños a recorrer un camino tan difícil? “Depende de cada uno de ellos, pero desde luego ha de ser de forma muy suave. Se trata de un proceso de reparación, que puede ser largo, durar algunos años. En algún momento, alguien se lo tendrá que decir, y es mejor que lo sepan. Todos los niños acabarán preguntando por sus padres o sus madres”.
En principio, los pequeños no vieron nada de lo ocurrido, pero una de las vecinas del bloque que les atendió tras el macabro suceso aseguró al periódico El Comercio que había visto en el niki del mayor, el chiquillo de siete años, una manchada de sangre con la forma de la huella de su pequeña mano. “El pequeño sí que no se enteró de nada, salía muy dormido y solo quería volver a dormir. Los llevaron a Jarrio porque tenían miedo de que los hubieran sedado para que no se enterasen de nada”.
Yésica Menéndez, 29 años, es la trigésimo primera mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas Dolores Mínguez, de 68 años, Ivanka Petrova, de 60; Ana Belén Varela Ordóñez, de 50; Leyre González, de 21; María Isabel Alonso, de 62; María Judith Martins Alves, de 57; Paula Teresa Martín, de 40; Cristina Marín, de 24; Ati, de 48 ; María Isabel Fuente, de 84; Martha Arzamedia de Acuña, de 47; Raquel Díez Pérez, de 37; Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26; Pilar Cabrerizo López, de 57; María Adela Fortes Molina, de 44 años; Paz Fernández Borrego, de 43; Dolores Vargas Silva, de 41; María del Carmen Ortega Segura, de 48 años; Patricia Zurita Pérez, de 40; Doris Valenzuela, de 39; María José Bejarano, de 43; Florentina Jiménez, de 69; Silvia Plaza Martín, de 34,; María del Mar Contreras Chambó, de 21; Vanesa Santana Padilla, de 21; María Soledad Álvarez Rodríguez, de 49; Josefa Martínez Utrilla, de 43; Magdalena Moreira Alonso, de 47, y una mujer de 40 años que no ha podido ser identificada.
La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.