De pequeña a Celia Barquín Arozamena, cántabra, 23 años, le costaban las matemáticas. Para mejorarlas se inscribió en una academia escolar de apoyo en su Cantabria natal. Era una de las pocas dificultades que figuraban en su excelente currículum de estudiante. Como era habitual en ella, algo que extrapolaba al resto de ámbitos de su vida, logró superar aquel pequeño contratiempo con constancia y esfuerzo. Lo mismo sucedía en el golf. No importaban los defectos, tampoco los obstáculos. Celia lo paliaba todo con su capacidad de trabajo, esa misma que la llevó a Iowa para continuar escalando hasta el máximo nivel del mundo del golf. No dejó de avanzar de forma inexorable en el sueño de emular a sus ídolos, a Severiano Ballesteros, a Sergio García y a tantos otros.
El sueño se rompió el pasado lunes. El cadáver de Celia fue hallado sin vida en torno a las diez de la mañana en un lago del recorrido del campo de golf de Coldwater, en la localidad estadounidense de Ames, Iowa, Estados Unidos. La joven había salido sola a entrenar y, horas después, un grupo de golfistas que también se encontraban en la zona hallaron una bolsa de palos de golf sin nadie cerca. Era la de Celia.
Llamaron a la policía y se peinó inmediatamente la zona hasta que encontraron el cuerpo cubierto de sangre y con las marcadas de las puñaladas que acabaron con su vida. Horas después detuvieron a un hombre llamado Collin Daniel Richards, un delincuente local con numerosos antecedentes.
Celia llevaba cuatro años mejorando sus habilidades golfísticas en Estados Unidos, pero no descuidaba sus estudios. A los dieciocho, hizo las maletas y se marchó con una beca para Iowa. A la vez, se matriculó en la carrera de Ingeniería Civil. Estaba a punto de terminarla. Pablo Diestro, el alcalde de Puerto San Miguel (Reocín), su pueblo, fue profesor suyo durante la infancia. La conocía bien. “Estaba muy implicada en el golf, pero también en su carrera. Ella decía que quería tenerla por si lo del golf le salía mal. Para dedicarse, por si acaso, a otra cosa”, relata a EL ESPAÑOL. Este año habría finalizado sin problemas la carrera.
La joven promesa cántabra había tocado el cielo este curso al convertirse en la Campeona de Europa Amateur. Estaba a punto de conseguir la tarjeta que permite jugar en el Circuito Americano, al que concurren las mejores jugadoras del mundo. Fue también designada como la mejor atleta del año de toda su universidad. El sueño de convertirse en algo muy parecido a los ídolos que veía de pequeña en la televisión estaba muy cerca, mucho más de lo que ella pensaba. “Apuntaba maneras, tenía una calidad excepcional”, explica a este periódico Kiko Luna, uno de sus entrenadores de la adolescencia.
Toda una vida dedicada a la religión del golf
Más o menos cuando tenía cinco años, Celia cogió un palo de golf por primera vez y ya no lo volvió a soltar. Cantabria es una tierra donde el golf es algo más que un deporte. Se trata de una tradición arraigada a base de las victorias cosechadas por leyendas como Severiano Ballesteros o Ramón Sota, su tío y maestro, quien décadas antes que ‘Seve’ forjó el mito. Celia bebía de esas influencias al compartir un mismo origen.
A los once años, Barquín se inscribió en la Federación Asturiana de Golf. Jugaba y entrenaba en Llanes, un espléndido campo de golf asomado a los acantilados asturianos a cincuenta kilómetros de su casa. Allí la conoció muy bien Borja del Campo, gerente de la Federación de Golf del Principado de Asturias. Esta mañana, detalla a EL ESPAÑOL, conoció la noticia no bien se había despertado y al tratar de asumirla casi se cae de la cama. “Pensé que era una broma, todavía no acabo de hacerme a la idea. Como jugadora era un espectáculo. Estamos todos sin palabras. A Celia no se le ponía nada por delante. Iba siempre directa hacia sus objetivos. El golf era su vida. Si ya era muy grande como persona, como jugadora todavía más”.
Celia era la menor de dos hermanos. Hasta los doce, estudió en el IES Miguel Herrero de Torrelavega. Allí fue donde sus padres, Miriam Arozamena y Marcos Barquín, la trajeron al mundo. Años después se fueron a vivir a Puente San Miguel. Allí volvía siempre que podía, siempre que regresaba de Estados Unidos o de uno de esos campeonatos que la obligaban a recorrer el mundo para competir contra las mejores.
Cumplidos los doce años, Celia ya era una de las mejores jugadoras cántabras de su edad. Muchos supieron ver su potencial y por eso se fue a Madrid, a la residencia Blume. Allí mejoró su juego hasta que cumplió los 18 y se fue a Estados Unidos. En Madrid, mientras progresaba en su técnica, estudió en el IES Ortega y Gasset.
Mientras, los suyos siguieron viviendo en Cantabria y siendo el anclaje y los pilares de la carrera meteórica de Celia. Su padre, carnicero de profesión, no ha dejado nunca de atender en el mostrador de su carnicería en Torrelavega. Es uno de los negocios de la familia. Cuentan fuentes cercanas al entorno familiar a EL ESPAÑOL que, por este motivo, pocas fueron las veces que Marcos pudo ver jugar a su hija.
Cuando se marchó a Estados Unidos, con una beca de cinco años, su madre la acompañó. Ella ha sido su ancla muchos de estos últimos años, siempre a su lado en muchos torneos y en sus andanzas estadounidenses. Había otro apoyo reciente. Hacía meses que Celia había encontrado el amor en Iowa. Carlos Negrín Bolaños es canario, ingeniero profesional y asistente del laboratorio de Ingeniería de la universidad. Allí se conocieron.
Negrín Bolaños trabajaba para una empresa industrial a las afueras de la localidad de Ames y, en los últimos torneos, ejercía de caddy de Celia, portando su bolsa de palos golpe tras golpe.
Celia se encontraba en la cima de su carrera profesional hasta este momento. Era la 44ª clasificada en el ránking mundial de jugadores amateur. Todo parecía rodar a la perfección.
El asesino, un conocido delincuente de Ames
Collin Daniel Richards tiene 22 años, la cabeza rapada, y numerosos antecedentes policiales en el estado de Iowa. En julio de este mismo año, fue arrestado tras desvanecerse en plena calle. Ya en comisaría, los agentes constataron que aquel hombre iba enormemente borracho. Los niveles de alcohol en el cuerpo eran descomunales. En enero de 2015, según su ficha policial distribuida por los agentes de la investigación, fue acusado de intimidación con arma peligrosa. La denuncia está registrada en el condado de Guthrie.
En aquella ocasión Richards, el asesino de Celia Barquín, entró en una estación de servicio e intentó robar varias bebidas. Richard, al ser reducido por los empleados de la estación, les espetó que volvería y que dispararía aquel lugar.
En septiembre del año pasado, su padre llamó a la oficina del sheriff del condado de Carroll. Al volver a su propia casa a recoger a su hijo, el progenitor halló todas las puertas arañadas y una ventana rota.
Richards vivía en la calle. Según la policía, el ya detenido reveló a un conocido, hace tiempo, sus intenciones más oscuras, las turbias pulsiones que albergaba en su interior. “Le había comunicado que tenía necesidad de violar y matar a una mujer".
La golfista falleció debido a las puñaladas que recibió en diversas partes de su cuerpo. Los primeros análisis del cadáver detectaron heridas en la cabeza, en el torso y en el cuello. También se hallaron las marcas propias de un forcejeo. En el cuerpo de la joven cántabra había heridas y marcas, tanto en la cara como en el antebrazo izquierdo. Celia se defendió hasta la muerte del autor de su asesinato.
La policía investiga ahora si hubo o no intento de violación, tal y como sospecha por el testimonio de un testigo. No tardaron mucho en hallar al principal sospechoso. Localizaron una cabaña en la que se estaba quedando. Al hombre lo hallaron en la espesura de una arboleda cercana. Tenía varias heridas notables que les hicieron sospechar.
Según medios locales, Richards usó como coartada que había estado aseándose por la mañana en casa de unos conocidos. Después de matar a Celia, Richards se acercó hasta allí bañado en sangre y les pidió permiso para lavarse y quitarse de encima los rastros del crimen. La policía fue hasta esa vivienda, preguntaron a los dueños y estos les confirmaron que el asesino había estado en la casa. Más tarde hallaron la mochila del hombre, plagada de manchas de sangre. Dentro había un cuchillo. Luego le detuvieron.
Cuando era pequeña, Celia comenzó a recorrer España saltando de campo en campo de golf. En ellos pudo conocer a muchos de sus ídolos. Esa pulsión por un deporte tan complejo pero tan fascinante alumbró desde bien pronto. Hay una fotografía que ella misma colgó hace años en sus redes sociales que resulta un ejemplo muy claro de ello. La imagen fue tomada en diciembre del año 2002. Celia apenas tenía 6 años.
En ella, una tierna niña rubia de ojos azules besa en el rostro a un jovencísimo (inmaculado y sin arruga alguna) Sergio García, uno de los grandes nombres del golf español en los últimos años. Eran los primeros compases de un sueño. En aquel momento ella no lo sabía, pero iba a perseguir la estela de los grandes. Pertenecía a esa estirpe.