Asturias es famosa, entre otras razones, por lo bucólico de sus paisajes: vacas pastando a sus anchas en extensas praderas de vibrantes tonos verdes. El producto de estos animales también ha contribuido a la reputación de esta Comunidad: cuatro de las seis denominaciones de origen asturianas están vinculadas a sus quesos. Pero esta estampa “engaña”, según aseguran desde el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS): sus voluntarios han encontrado varios rebaños de vacunos pastando en terrenos contaminados de arsénico.
Las alarmas saltaron cuando algunos de los investigadores de la ONG se toparon con un terreno en el que habían llevado a cabo labores de reforestación durante una campaña para la preservación del oso pardo. “Alguien había talado todos los árboles”, cuenta el director de FAPAS, Roberto Hartasánchez, a EL ESPAÑOL. Cuando vieron a un gran grupo de ganado pastando en esta pradera supieron que tenían que hacer algo y denunciaron los hechos al Servicio para la Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.
El problema de este terreno, aparentemente inofensivo e invadido por la hierba, es que hace alrededor de 40 años era una de las muchas minas que existen en Asturias. Aunque ya poco queda del oro que cientos de trabajadores extraían de las profundidades de la tierra, el suelo continúa sufriendo estragos. Los voluntarios de FAPAS han encontrado 78 miligramos de arsénico por cada kilo de tierra analizado en esta escombrera de Boinas, un pueblo del municipio asturiano de Belmonte de Miranda y situado a 400 metros de altura.
Los Niveles Genéricos de Referencia para metales pesados en Suelos del Principado de Asturias fijan en 40 miligramos por kilo de tierra la concentración máxima de arsénico para que un territorio se considere apto para uso ganadero o agrícola. La pradera en la que pastaban estas vacas doblaba el límite permitido y, según apunta Hartasánchez, la organización llevaba “alrededor de dos años” sin haber revisado el terreno, cuya reforestación se llevó a cabo en 1995.
"El ganado se alimenta en suelos industriales"
A raíz de este desagradable descubrimiento, FAPAS comenzó a buscar antiguas minas -ahora escombreras- en las que el ganado bovino podía estar obteniendo un alimento ‘con sorpresa’. Así dieron con un antiguo yacimiento de mercurio en la localidad de Soterraña, en el valle de Muñón, plagado de vacas de carne. Según el análisis de la ONG, este terreno sobrepasa más de 140 veces el límite de arsénico permitido: 5.785 miligramos por kilo.
“En lugar de alimentarse con pastos naturales, estos ganados están consumiendo pastos de suelos industriales”, explica Roberto Hartasánchez. El director de FAPAS advierte de las posibles consecuencias que esto puede suponer para quien consuma la carne de estos mamíferos, basándose en “multitud de estudios científicos” que vinculan la ingestión de este tipo de producto con “un riesgo potencial alto para la salud humana”. La propia Asociación Española contra el Cáncer clasifica al arsénico como uno de los agentes “con actividad carcinogénica” más comunes.
Desde FAPAS se quejan también de la “desidia” y la “falta de control” por parte de la Administración Regional, ya que consideran que este tipo de terrenos deberían estar vallados para que el ganado no pueda acceder a ellos. Esta medida sería de especial relevancia en el caso de la mina de Soterraña, ya que el Principado de Asturias está en proceso de abrir un expediente para declararla suelo contaminado.
El Seprona de la Guardia Civil ha elevado la denuncia emitida por FAPAS a la Fiscalía de Medio Ambiente, junto con información acerca de los propietarios de las tierras y del ganado, además de varios datos sobre la empresa gestora.