Los ladridos eran la banda sonora habitual que manaba más allá de los muros de la mansión de Angela. Ella, una millonaria estadounidense afincada en las colinas de Torremolinos (Málaga), tenía una debilidad, un amor que le brotaba a borbotones, sin mesura: sus perros. No era uno, ni dos, ni tres. Llegó a tener 125 canes de manera simultánea. La mayoría de ellos, de raza cocker. Incluso montó una asociación en su defensa: La Pacaraima.
Así que, cuando vio que su días se agotaban, Angela tomó una decisión: toda su fortuna la legaría a sus mascotas. Quería que los animales disfrutaran de la plácida vida a la que ella les tenía acostumbrados. Colchones viscoelásticos para cada uno, televisiones en sus cuartos para distraer su canino cerebro, incluso “un millón de pesetas mensuales gastados en carne”, según apuntan fuentes municipales a EL ESPAÑOL.
Por eso, los nombró herederos. Detalló ante notario su testamento y cómo quería que se hicieran las cosas: los perros serían los sucesores del dinero y su antiguo servicio en la casa se dedicaría a gestionarlo. Pero todo lo que soñó Angela se ha convertido en un infierno: sus animales han acabado en los terrenos de la extinta protectora Parque Animal, conocida como la perrera de los horrores. Su antigua directora, Carmen Marín, es la primera persona en España que cumple condena en la cárcel por maltrato animal al haber ejecutado a más de dos mil perros y gatos.
Más de cien perros trotando por su mansión
Angela vivía en una gran finca junto a su centenar de perros. Ya había conseguido lo más difícil: que el ayuntamiento de la ciudad costasoleña le concediera el núcleo zoólogico. Es el permiso que se necesita para poseer más de un determinado número de animales de compañía. En el caso de la Junta de Andalucía, son más de 5 mascotas.
El plan era sencillo y así lo dejó por escrito. “Ella arregló todos los papeles y lo dejó todo muy bien atado”, apuntan las fuentes. Cuando la dueña falleció, los perros que continuaban vivos se mudaron a una parcela del refugio animal. Hoy en día, pese a ser de titularidad pública, tiene un concesionario que se dedica a subarrendar cheniles.
Así, buscaron espacios para todos los animales de Angela. Se suponía que contratarían con la herencia también un veterinario propio. Y que disfrutarían de un espacio ideal para el descanso de los animales.
Hacinados, sin veterinario
La realidad es otra. En la actualidad, la cincuentena de perros que quedan vive en condiciones pésimas. Lo denuncia la asociación animalista Resistencia Animal Málaga. “Son todo irregularidades. Han puesto una verja en mitad del patio de la perrera, una separación con una alambrada. Los perros están en jaulas abiertas durante todo el día, toda la semana, sin nada que pare el aire. Por la noche no hay siquiera luz eléctrica”, apunta una portavoz a este periódico.
“Veterinario tampoco hay. El concesionario del refugio es el veterinario, pero no viene aquí al refugio. Tiene otra empresa en un municipio cercano y allí se queda”, continúa la asociación animalista.
Sin embargo, las investigaciones no paran ahí. Se está estudiando la posible comisión de un fraude. Los animalistas apuntan que hay “perros de todo tipo, más mayores, más pequeños, algunos sin microchipar ni vacunar”, lo que chocaría con la camada que vivía con la millonaria.
Reponiendo perros para seguir viviendo del cuento
También, si todos los animales de Ángela siguieran vivos, tendrían algunos “más de 25 años”, relatan fuentes municipales. “Los trabajadores que tenía viven a costa de los perros. Y ahora viven con el patrimonio que los perros no utilizan, porque tienen su sueldo de mantenerlos. Están reponiendo los perros para seguir viviendo del cuento”.
Mientras, los animales continúan hacinados. Y no tiene pinta de que la situación vaya a cambiar, porque la ley no ampara esto como maltrato animal. “Es una cuestión de herencia normal, civil”.