Solamente los más allegados sabían que Pere Alberola no estaba bien. Al resto de la gente le daba la impresión de que estaba atravesando una segunda juventud; que estaba superando muy bien su ruptura matrimonial de 2014. Tenía un nuevo destino laboral lejos de su exmujer en el que aseguraba estar muy contento. Había rehecho su vida sentimental con otra persona. Parecía feliz.
Solamente los más próximos sabían que Pere jamás llegó a superarlo. Que tenía picos de estado anímico, arriba y abajo. Sólo su entorno más cercano conocía los problemas mentales de Pere había sido diagnosticado de trastorno bipolar. Además arrastraba depresión, aunque intentaba disimular públicamente. Y en su cabeza, un obsesión: su hijo Eloi de 6 años. Lo quería tanto… que nadie imaginaba que lo iba a acabar matando.
El niño, que padecía un trastorno del espectro autista, era el único elemento que le unía todavía a su exmujer Laura Ureta. Se separaron cuando Eloi todavía era muy pequeño; apenas tenía dos años. Pere dejó el piso del barrio de Can Llong donde residían en familia y se mudó a una casita de la zona de Sant Oleguer.
Pere no soportaba seguir viendo a Laura. De hecho, aunque su separación se firmó de forma amistosa y consensuada, entre ellos mantenían una relación tensa y distante; sólo se hablaban para entregarse al niño los días que les correspondía. Sin embargo siguieron coincidiendo a menudo porque compartieron espacio laboral durante un tiempo. También después de la ruptura. Ambos trabajaban en el CAP Creu Alta de Sabadell. Él acabó pidiendo un traslado que le fue concedido. Fue destinado al Hospital Sant Fèlix de la misma ciudad. Allí aseguraba estar contento.
Denuncias cruzadas
De puertas hacia fuera parecía que Pere se había rehecho sentimentalmente. Incluso llegó a casarse por segunda vez. Se separó de nuevo y ahora mantenía una relación con otra mujer. Pero lo cierto es que nunca llevó bien que Laura rehiciese su vida.
Pero, sobre todo, lo que peor llevaba Pere era no poder ver al niño a diario. Lo acabó convirtiendo en un arma arrojadiza contra su ex. Todo le parecía mal. Siempre estaba pidiendo explicaciones por problemas insignificantes. Por qué tiene el niño este arañazo. Qué le habéis hecho… Acusaba a la abuela del niño de maltratarlo, a Laura de permitirlo y las amenazaba con llevarlas ante la justicia. Una tensión que desembocó en una serie de denuncias cruzadas. Entretanto, Pere manifestaba su obsesión por el niño en redes sociales. “Ángel de todos y cada uno de mis días. Estima incondicional, corazón puro y noble que iluminas cada segundo de esta privilegiada… mi vida… nuestra vida”, escribía sobre su hijo.
Iba a perder la custodia
Y es que en el entorno de Pere aseguran que quería a Eloi con locura, y su hijo a él. “Los problemas los tenían entre ellos dos, no tenía nada que ver con el niño”, cuentan sus allegados. Eso era vox pópuli. Por eso, ni el pequeño Eloi ni su madre sospecharon nada de lo que pasaría aquel 12 de septiembre. Pere se llevó al niño como muchas otras veces. Como en verano, que estuvieron juntos en París o en un hotel en la playa.
Lo que muy pocos sabían es que días antes había recibido una sentencia judicial que le notificaba que iba a perder la custodia compartida que tenía desde 2014. El trastorno mental de Pere estaba afectando de forma severa a su propio hijo. Sus obsesiones, sus cambios de humor, sus amenazas… La justicia decidió que el niño tenía que estar con su madre. Y Pere no lo soportó. Interpretó que le estaban robando lo más preciado de su vida. Desde que lo supo se limitó a lamentarse en silencio en su casa, recreándose y llorando sobre un montón de fotos y recuerdos que guardaba del pequeño.
No contesta al teléfono
Pere se llevó al niño el día 12 de septiembre. La madre intentó ponerse en contacto con ellos el día 13, pero Pere ya no contestó. El 14 tenía que devolver al niño a Laura, pero estaba ilocalizable. El teléfono apagado, los whatsapp sin leer y ni una sola pista de su paradero. Laura llamó al Hospital de Sant Félix, donde le confirmaron que Pere no había ido a trabajar ese día. Luego llamó al colegio de Eloi, donde se encontró la misma respuesta.
Angustiada, avisó a los Mossos y les puso en antecedentes de los problemas del padre y la situación de la custodia. Un juez autorizó a la policía de la entrada en el domicilio de Pere, en la calle de Sarajevo. Lo que se encontraron los Mossos les heló la sangre: un montón de fotos y recuerdos de Eloi esparcidos por el suelo. Se empezaron a temer lo peor a partir de ese momento. Dieron de alta un requerimiento internacional con la matrícula del coche de Pere para que las policías de otros países estuviesen alerta.
Lo drogó antes de matarlo
Entretanto, ese coche avanzaba por la carretera de la costa rumbo a Francia, con un padre y un hijo a bordo. Eloi viajaba confiado, ajeno a todo, creyéndose protegido porque iba con su padre. Feliz porque iban a Francia, como aquella vez que fueron juntos a París a ver la Torre Eiffel. A bañarse en la playa, como el mes pasado. Por la carretera ya se veía el mar.
Tras cruzar la frontera, y al llegar a una zona de desfiladeros llamada Port-Vendrés, el padre detuvo el coche. Sacó la maleta y la dejó en la cuneta, con una nota en la que explicaba lo que iba a hacer. Eloi no se enteró. Iba sedado porque su padre le había hecho ingerir pastillas para que se quedase dormido. Su trabajo en un centro sanitario y su trastorno le facilitaron el acceso a los medicamentos. Con el niño dormido y la última nota en tierra, Pere puso en marcha el coche y se tiró por el barranco con ellos dos a bordo. El niño murió en el acto, el padre tardó algo más, pero ya había fallecido cuando encontraron sus cuerpos.
En torno a las seis y media de la tarde, la policía francesa localizaba una maleta en una cuneta de un acantilado del Rosellón francés, a 20 kilómetros de la frontera. Abajo, en el barranco, un coche despeñado. Dentro, los cuerpos sin vida de un adulto y un niño. Lo comunicaron a los Mossos, que informaron a Laura. Aunque la investigación se ha prolongado por espacio de medio mes, la madre de Eloi tenía bastante claro que aquello no había sido un accidente. Que su exmarido había matado a su hijo. Por venganza y por impotencia. Al saber Pere que le iban a quitar la custodia de su niño, entonó para sus adentros el ya trágicamente clásico: “Si no es para mí, no es para nadie”.
18 niños muertos violentamente en 2018
Eloi se convierte así en el 18º niño que fallece en circunstancias violentas en España en lo que está siendo un trágico año. También es el niño número 28 que muere desde 2013 víctima de la violencia machista ejercida por sus padres contra sus madres. Pero, sobre todo, se ha convertido en el suceso que más ha conmocionado este año a dos poblaciones, Sabadell y Castellar del Vallès (municipio de origen de Pere), que despedían a los fallecidos sin entender cómo un padre que quería tanto a su hijo le acabó quitando la vida.