Fernando Ruso Pepe Barahona
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    Macarena García, 49 años.

    Su marido le pegó por primera vez el día antes de su boda. “Le perdoné”, recuerda. Después sufrió los cinco tipos de maltrato: el psicológico, físico, sexual, económico y el social. No denunció por miedo a que le quitaran a sus hijos, hasta que su niño mayor la defendió en una pelea. Soportó la violencia durante los 23 años que duró su matrimonio. “Ellos son los que me han salvado”, confirma.

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    Yaiza Muñoz, 26 años.

    Vivió los malos tratos de su madre hasta que cumplió nueve años. “Se oían los gritos, pese a que él se escondía en un cuarto para pegarle a mi madre”, recuerda. Entre la niña que fue testigos de la violencia en casa a la mujer de ahora hay muchas terapias. “Pero sané”, afirma. Sostiene que no hay que ver a los hijos como meros espectadores, deben ser tratados como “víctimas que necesitan reconstruirse”.

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    Carmen Rodríguez, 24 años.

    A lo largo de su experiencia como trabajadora social de la fundación Ana Bella ha llegado a la conclusión de que hay muchas mujeres que no son conscientes de que son víctimas de violencia de género. “Ese es el gran problema, no le ponemos cara a esa violencia porque ni la propia mujer es consciente de que está siendo maltratada —defiende—; ese amor romántico no es real”.

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    María Ufano, 26 años.

    “Un ‘no’ al principio de una relación salva vidas”, defiende esta joven sevillana víctima de agresiones psicológicas y sexuales del que fue su primer novio. “Una relación tóxica te va consumiendo, anulando tu voluntad para decir que no”, lamenta. Su pareja la violó durante una retransmisión en vivo por Internet. “Sentí vergüenza de salir a la calle por si me reconocían”, recuerda. Solo fue consciente de los malos tratos cuando su novio le pegó. Cuando terminó la relación, él siguió con las amenazas y vigilándola gracias a programas espía que había instalado en su ordenador.

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    María de Gracia Prada, 53 años.

    “Él me recordaba permanentemente lo poco que yo era, me decía que estaba loca, que estaba enferma —recuerda—; yo empecé a juzgarme, a culparte, a justificarlo”. Cuenta que se percató que vivía en una relación de malos tratos cuando pasaron 18 años de convivencia, después de tener dos hijos con su ex marido. “La fundación fue mi vía de escape, mi salvación; ellos me dieron la fuerza para poder salir de la violencia”.

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    Solaeng Dos Santos, 48 años.

    Es brasileña y vive en España desde hace once años. Vivió sola los malos tratos de su pareja, que agredía a su propio hijo. “Llegó a pisarme la cabeza en el suelo, a romperme un brazo”, explica. Llora al recordar lo vivido. “Piensas que es lo normal, me escondía, creía que tenía la culpa, que no vales nada”, recuerda. Hace cinco años que dejó la relación, pero todavía sufre amenazas y ataques en la calle. “Me sentía como una niña asustada que no sabe a donde ir, pero estoy aquí —resuelve—; porque cuando pensamos que no hay salida, la hay”.

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    Montse Pérez, 49 años.

    Todo empezó sutilmente. “Que si la falda está muy corta, que si me pintaba mucho o que quedaba mucho con mis amigas”, narra. Las palizas empezaron en su primer embarazo. “Me pegaba patadas con los zapatos de la obra por no tener la comida hecha cuando él llegaba o por poner la misma comida que hace dos días, si no había cerveza o si el agua no estaba fría. Cualquier excusa era suficiente para que él usara su fuerza”. 

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    Vanesa Calmen, 47 años.

    Sufrió maltrato durante 17 años, desde el noviazgo y siempre en presencia de sus hijos. Dejó a su ex después de una pelea “como dos hombres de la calle” con su hijo mayor, que la defendía. Teme que sus hijos sigan el patrón aprendido de su padre. “Hemos trabajado mucho psicológicamente y creo que he quitado a dos maltratadores de la sociedad y espero no equivocarme —asegura—; me sentiría fracasada como madre y mucho más como mujer”. Ahora da charlas a otras mujeres para que otras abandonen su vida como maltratadas.