La funeraria de los horrores donde los muertos se guardaban en falsos techos en vez de enterrarlos
- El macabro fraude se ha descubierto al iniciar unas obras de reforma en el edificio de Detroit. El eslogan de la funeraria Cantrell Home de Detroit era 'Donde vive la belleza'.
- En Estados Unidos, donde la sanidad no está garantizada, las personas sin recursos no pueden pagar un sepelio.
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Cuando el pasado abril los técnicos del Departamento de Licencias del estado de Michigan levantaron la cubierta del ataúd, se toparon con un manto de moho blanco que cubría aquel cadáver, que empezaba a tornarse verduzco. Había permanecido cuatro meses allí olvidado, en la funeraria Cantrell Home de Detroit, donde vive la belleza, según rezaba su eslogan. Aquella inspección llevó a la clausura del negocio, después de encontrar una veintena de cuerpos, varios de ellos descompuestos, a la espera de ser enterrados o devueltos a sus parientes. Este hallazgo fue sólo el principio. Desde entonces, y hasta hace pocas horas, se han ido localizado restos de al menos 38 personas, entre ellas diez fetos y un bebé, además de 269 urnas con cenizas humanas. Todo oculto en esta casa de los horrores donde había que temer más a sus gestores que a los pobres -en todos los sentidos- muertos.
Como en todo macabro suceso de la crónica negra estadounidense, el origen de esta historia se remonta muchos años atrás. Siete décadas, nada menos. Todo arranca en 1952, cuando Raymond Cantrell, un afroamericano oriundo de Georgia, logra graduarse en Ciencias Mortuorias y decide establecer su propio negocio en Detroit. Según recoge su obituario, a principios de la década de 1950, este emprendedor detectó que la industria de las funerarias "presentaba nuevas necesidades", por lo que abrió su propio establecimiento para ofrecer "servicios funerarios compasivos y dignos" siendo fiel a su lema, la búsqueda de la belleza.
De hecho, afirmaba que "él y su personal perseguían en todo momento permitir que el difunto se viera lo más natural y tranquilo posible al tiempo que brindaba un servicio profesional integral que respetara la dignidad del finado". Y no le fue mal.
El negocio prosperó e incluso cambió de sede a un edificio mayor, hasta que este emprendedor, activista cristiano de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, falleció en 2016, a los 96 años. Antes de abandonar este mundo, dejó bien atado su testamento para que fuera su hijo Raymond Cantrell II quien heredara el emporio funerario. Un legado complicado, sobre todo teniendo en cuenta que la belleza mortuoria que prometía suele ser efímera, especialmente cuando fallan las cámaras frigoríficas o se dejan desatendidos los cadáveres a merced del moho.
El traspaso de la compañía se realizó en mayo de 2017. Raymond Cantrell II no sólo recibió la funeraria, también un sinfín de recibos por impuestos impagados, proveedores sin cobrar y un tanatorio en muy mal estado. Aunque los verdaderos problemas estaban por llegar. Tras casi un año funcionando, el pasado abril una comisión estatal se presentó para inspeccionar in situ el local.
El informe técnico de aquel 25 de abril acusaba de "incompetencia y negligencia grave" al tanatorio por el almacenamiento incorrecto de cuerpos, las malas condiciones de la sala de embalsamamiento, fallos en la contabilidad y posible fraude. Dos de los 20 cuerpos que halló, dos presentaban un avanzado estado de descomposición y estaban cubiertos de moho. Llevaban allí desde principio de año, depositados a modo de aval a la espera de recibir el pago por los servicios prestados. En algunos casos, estaban aguardando a que los parientes del fallecido cobraran el seguro. En otros, aguardaban a que la familia reuniera el dinero.
Sin dinero para enterrarse
El cuerpo de Leila Brewer fue uno de los descubiertos. Murió a causa del cáncer en diciembre. El funeral se celebró en enero, pero su hermana Yolanda no tenía dinero suficiente para afrontar los gastos del entierro, así que Raymond Cantrell II se ofreció a ayudarla guardando el cadáver en su sótano hasta que lo reuniera.
"Puse todo lo que tengo a la venta, incluso mis muebles, pero no tengo compradores y estoy haciendo todo lo posible para enterrarla", explicó Yolanda a la prensa tras saltar el caso a los medios. "No tengo el dinero para enterrarla. Ni siquiera sé dónde la lleva ahora el estado, así que, ¿qué hago?", lloró desesperada.
La realidad que desvela este caso es casi tan espeluznante como el propio suceso. En los EEUU, donde ni la sanidad está garantizada, las personas sin recursos no pueden ni siquiera pagar un sepelio. Según la Asociación Nacional de Directores de Funerarias, el coste medio de un funeral en este país en 2017 fue de 8.755 dólares, sin tener en cuenta las tasas de cementerios, las lápidas o monumentos funerarios, las flores ni los obituarios. Esta cifra incluye un ataúd promedio de 2.400 dólares, pero hay que tener en cuenta que se llegan a pagar hasta 10.000 por los féretros. Si se elige la incineración, hay algo de ahorro, pero el precio sigue siendo de 6.260 dólares.
En EEUU, cuando alguien fallece, la familia lleva el cuerpo a una 'casa funeraria' donde se hacen cargo de embalsamar el cuerpo -proceso químico que sustituye los fluidos corporales-, embellecerlo y conservarlo durante los días que se tarda en celebrar el funeral. Aquí, a diferencia de lo que pasa en España, los entierros tardan varios días desde la muerte, para poder reunir a la familia, que generalmente está dispersa por toda la geografía estadounidense. El resultado, un negocio que puede llegar a ser muy suculento y una factura que no todo el mundo puede afrontar.
Aparentemente, Cantrell II trataba de ayudar a aquellos que no podían hacer frente a estos gastos. En abril, admitió que conservaba los cuerpos en la funeraria, pero "embalsamados y arreglados, colocados en el garaje", dijo a los medios. "Si no fuera así, mi funeraria no olería a fresco". "Aquellos que me han pedido que guarde los restos de sus familiares saben que les estaba haciendo un favor para complacerlos", añadió.
Sin embargo, el argumento de que supuestamente mantenía los cadáveres en la funeraria para echar una mano a la comunidad no justifica lo que los inspectores se encontraron: diez cuerpos tendidos sobre mesas, varios cadáveres putrefactos y 52 de los 269 contenedores con cenizas, sin identificar.
Además, no era la primera investigación que se realizaba a esta funeraria. Desde noviembre de 2017 las autoridades de Michigan habían estado realizando controles en este negocio, aunque sólo habían reportado falta de higiene, manchas en las paredes y defectos de fontanería. Pocos podían imaginar lo que estaba por venir.
Carta alertando de los 11 bebés
La inspección de abril supuso el final de la Funeraria Cantrell, que nunca volvería a abrir. El condado ejecutó una hipoteca que pesaba sobre el edificio y un nuevo propietario, Naveed Syed, se hizo con el inmueble para abrir un centro comunitario en el barrio.
Con las reformas del edificio ya comenzadas, el pasado fin de semana las autoridades de Michigan acudieron al lugar tras el aviso de una carta anónima advirtiendo que en el antiguo tanatorio había cadáveres ocultos. El escrito lo recibieron hace 45 días, pero no había trascendido.
La misiva era muy explícita e indicaba exactamente cómo llegar hasta un falso techo donde se localizaron los restos mortales de 11 bebés, uno de ellos ubicados en una caja de cartón, otro en un ataúd, y los nueve restantes envueltos en bolsas plástico apiladas dentro de uno de los féretros. Diez de ellos eran fetos, y otro un niño. La policía sigue investigando, pero cree que uno de los cuerpos lleva allí desde 2009, y otro desde 2017.
"Estaban escondidos", dijo a la prensa el detective de la policía de Detroit, el teniente Brian Bowser Bowser, tras el hallazgo. "Necesitamos hablar con el anterior dueño para averiguar qué pasó y por qué".
Jameca LaJoyce Boone, gerente de la funeraria durante el úlñtimo año que tuvo actividad, se mostró atónita ante la noticia de los bebés. "No sabía nada de eso. No sé cómo pudo haber pasado. No sé cuánto tiempo ha estado pasando allí… es tremendo".
La oficina forense del condado está tratando de encontrar a las familias de los bebés, algunos de los cuales estaban identificados. La Policía tendrá que esclarecer ahora si esos niños nacieron muertos, si debían de haber sido enterrados o qué circunstancia rodean al caso. Dependiendo de las características de estos restos, se sabrá a qué delito se enfrentan los responsables, puesto que en Michigan la ley obliga a dar sepultura en 60 días a los fetos que alcancen las 20 semanas o los 400 gramos.
Estafas previas
Las sospechas se ciernen sobre Raymond Cantrell, del que ha comenzado a desenterrarse un pasado con antecedentes criminales. Según publicaba en 2002 de un periódico local, el empresario fue acusado de persuadir a los clientes para que lo designaran como administrador de las propiedades de las personas cuyos funerales organizaba, para luego saquearles cifras que llegan a los 100.000 dólares.
Hay más irregularidades. La familia de Marcia Jordan pagó más de 7.000 dólares por los servicios funerarios de su madre. Cantrell se encargó de llevar al cementerio el féretro en una carroza, tal y como habían estipulado, pero nunca lo enterró. Lo volvió a llevar al tanatorio, almacenándola en el sótano, donde fue encontrada en abril.
Ahora las demandas llegan en cascada, incluso entre antiguos clientes del tanatorio a los que en su día Cantrell II les denegó ver el cuerpo de sus familiares. Katherleen Bonner es una de ellas. Le impidieron durante semanas visitar los restos de su difunto esposo alegando que "no era apto para un funeral con ataúd abierto". Al terminar la ceremonia le entregaron una urna con unas cenizas que ahora duda que sean de su marido.
En cualquier caso, Cantrel II trata de poner distancia con el hallazgo de los bebés. Tras mostrarse "horrorizado" por el descubrimiento, atribuyó lo ocurrido a los tiempos de su padre. Y más le vale no estar involucrado, puesto que en esta ocasión, el castigo será mayor que una clausura administrativa. La Policía ha abierto una investigación criminal. El responsable de la ocultación de cadáveres se enfrenta a elevadas multas e incluso penas de cárcel de hasta cinco años, aunque esto podría cambiar en función de lo que arroje la investigación.
Por su parte, el nuevo propietario del edificio ha anunciado en las últimas horas que han localizado nuevos restos y cenizas mientras llevaban a cabo tareas de limpieza y demolición. Y eso que los perros policía ya dieron por limpio el lugar. Con todo, se espera que sigan apareciendo nuevos hallazgos.
Mientras las pesquisas siguen su curso sobre los vivos que gestionaron este tanatorio en su último año, las miradas también están puestas ahora en su difunto fundador, Raymond Cantrell padre. Su obituario ensalzaba de él que fue un "pionero con un deseo, una determinación y una pasión permanentes por servir a los vivos". Hoy muchos pondrían en duda que, como rezaba su lema, la belleza siga viviendo en su funeraria. Como mucho, lo que vive allí ahora es el moho.
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