La primera vez fue con cinco euros al salir del instituto. Alejandro tenía 16 años. Camino de vuelta a casa, paró en un salón de juegos y probó suerte en una de tantas máquinas de ruleta electrónica que había allí.
Aquel día sacó unos cuantos euros de ganancias. Luego vinieron las cartas y el casino. A los 18, siendo ya ludópata, el chico se abrió una cuenta en una casa de apuestas deportivas por internet.
“Yo he sido un hijo de puta por mi adicción. He dejado de acompañar a mi madre a una sesión de quimioterapia por apostar. Ha muerto el padre de un amigo y no me he presentado a darle el pésame. Ha llegado el cumpleaños de mi novia y no me he acordado siquiera de felicitarle. El juego te quita la libertad. Mi vida era una mentira para poder seguir jugando”.
Con 21 años, los que tiene ahora, Alejandro era un ‘yonqui’ del juego: salvo durmiendo, nunca le quitaba un ojo a los resultados que le saltaban en la pantalla de su teléfono móvil.
Salía a la discoteca con los amigos y no paraba de sacar el teléfono del bolsillo de su pantalón. Iba al cine con su chica y se salía de la sala para meter cientos de euros en alguna combinación que creía provechosa.
Alejandro llegó a estar apostando 18 horas seguidas sin parar. Se marchó a vivir solo para “pudrirse en soledad”. El chico tenía tanta dependencia al juego que dejó de comer para gastarse el dinero en apuestas. A lo sumo compraba paquetes de varios kilos de macarrones y una botella de aceite de girasol. Bajó de 97 a 76 kilos de peso.
El chaval -alto, robusto, con cara de niño pese a esa barba de varios días con la que trata de ocultar su juventud- robó miles de euros a su madre enferma y a sus abuelos, mintió hasta inventarse una vida paralela, abandonó durante un tiempo la universidad y traficó con drogas para poder apostar. También lo hizo para saldar sus deudas con varios prestamistas.
“O pagas o te revientan la cabeza, así de sencilla es la ecuación”, dice el chico. “Yo siempre fui buen pagador. Moví hachís, coca, robé... Lo que hiciera falta para pagar”. Alejandro llegó a tener un agujero acumulado de 10.000 euros. Ahora no quiere pararse a pensar en lo que gastó y pagó a usureros en total.
"Ya no sorprende un ludópata de 17 años"
Los especialistas han alzado la voz para lanzar una alarma. “Cada vez vienen más jóvenes. Está cambiando el perfil del nuevo ludópata. Muchos ni siquiera tienen 25 años cuando vienen, y eso contando que llevan años enganchados. Ya no nos sorprende que un chico de 17 tenga dependencia al juego, cuando antes eso era una rareza”, dice Raquel Castro, psicóloga de la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar En Rehabilitación (Amalajer).
“De cada diez personas que vienen a consulta, cuatro son adictos a las apuestas deportivas y cuatro a máquinas de ruleta virtual que encontramos en esos salones de juegos que crecen como setas en España. Algunos empezaron siendo menores, con 16 o 17 años. Y lo peor aún está por llegar… Estamos ante un problema gravísimo: ahora todos los chicos tienen un móvil en la mano y nos avasallan con publicidad en la televisión, en eventos deportivos… Que caigan es mucho más sencillo. Pero parece que se trata de una cuestión que se intenta ocultar por los intereses económicos”.
Proliferan las casas de apuestas y los salones de juegos
El juego online se legalizó en España en mayo de 2011. Tres años más tarde, en 2014, se modificó la ley para incluir miles de juegos de casino en Internet, como la ruleta, el blackjack o el bingo.
Desde entonces, las casas de apuestas deportivas y las empresas del juego han hecho su agosto: tanto a través del juego online como presencial. La relación es provechosa para ambas partes, que se benefician yendo de la mano: ahora casi todos los salones de juego tienen una zona de apuestas y hay casas de apuestas que están abriendo salones de juego. Reciprocidad absoluta.
Empresas como Codere o Luckia no dejan de abrir salones de juegos en Madrid, Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga... Pero también en pueblos. En la capital de España, sólo en los distritos de Aluche, Usera y Puente de Vallecas se han abierto más de 40 establecimientos de este tipo desde 2014.
En barrios humildes: alquileres más baratos
Las empresas suelen instalarse en barrios de la periferia de las ciudades, donde los alquileres de locales son más baratos y disponen de un público objetivo con un grado mayor de desempleo y tiempo de ocio que en el centro de las grandes urbes, mucho más dinámicas y caras. Buscan atrapar a quienes necesitan dinero rápido. Y los pobres abundan.
Si el nuevo mercado ya está generando nuevos adictos, la lectura de las cifras augura un incremento continuado del número de ludópatas durante los próximos años.
La Dirección General de Ordenación del Juego, organismo dependiente del Ministerio de Hacienda, realiza balances trimestrales y anuales del sector en España desde 2013.
Al final del segundo trimestre de 2018, en España había 859.695 usuarios activos, según dicho organismo. Son 55.583 más que a fecha de 31 de marzo del mismo año.
Si se miran las estadísticas con mayor distancia en el tiempo, se observa que la curva de crecimiento de los jugadores online es progresiva. A 31 de diciembre de 2013 había 295.550 usuarios. En menos de cinco años la cifra casi se ha multiplicado por tres. La conclusión es sencilla: la ludopatía habrá crecido de forma paralela.
Hasta septiembre de 2017, los operadores gastaron más de 140 millones de euros en promocionarse. De ahí la lluvia de anuncios en televisión, radio, internet… En España hay más de medio centenar de empresas con licencia en el negocio online y presencial. Nombres que ya son familiares: 888, Pokerstars, Bwin, Betfair…
La mayoría no tributan en España y sí en territorios de fiscalidad baja, como Gibraltar. La Memoria Anual del Juego señaló que en 2016 el volumen de negocio del gremio online alcanzó los 10.000 millones de euros.
Pero detrás de este provechoso sector están las personas. Y muchas de ellas caen en la ludopatía a una celeridad nunca vista. En el caso del juego online, la adicción que antaño tardaba unos diez años en despertarse en un jugador de tragaperras, ahora se observa en meses, explica Bayta Díaz, psicóloga de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (Apal).
“Se están generando problemas paralelos que no queremos ver. Nos llegan menores derivados de la Fiscalía a los que sus propias familias han denunciado por robos o por violencia. Hay que tener en cuenta que se convierten en personas muy irascibles que necesitan dinero ya”, explica Francisco Abad, presidente de la Federación de Jugadores de Azar Rehabilitados.
Un estudio elaborado en 2017 por la Unidad de Juego Patológico del Consorcio Sanitario del Maresme (CSdM), en Cataluña, señalaba que un 21% de los pacientes que llegaban al centro tenía problemas con la justicia, frente al 8% de los adictos a las tragaperras.
Terapia de grupo
Un periodista y un fotógrafo de EL ESPAÑOL acceden a los primeros minutos de una sesión de terapia en grupo de adictos al juego. La Asociación Malagueña de Jugadores de Azar En Rehabilitación (Amalajer), con sede en Málaga, abre las puertas a este periódico.
Antonio Villatorre, ludópata rehabilitado, realiza terapias con un grupo que este lunes, a las ocho de la tarde, lo nutren 16 personas. De ellas, nueve son menores de 30 años. De esas nueve, cuatro son menores de 25. Casi todas se iniciaron en el juego siendo menores de edad.
Al inicio de la sesión, Villatorre pasa lista. De un grupo de más de una treintena de personas sólo se han presentado la mitad. “Bueno, buenas tardes. Como sabéis, soy un ludópata rehabilitado. Como desde hace ya muchos años, hoy he vuelto a conseguir pasar 24 horas sin jugar. Espero conseguirlo de nuevo mañana…” dice a modo de presentación.
“Es esencial que los chicos sepan que esto es una enfermedad con la que van a tener que convivir toda la vida. Por eso la meta es ir día a día, de 24 en 24 horas”, ha explicado el terapeuta minutos antes del inicio de la sesión en grupo.
"Similar a una epidemia"
Villatorre se muestra “apesadumbrado” por la llegada en masa de tantos jóvenes. “Antes, lo normal era que un adicto fuera un hombre de mediana edad que juega a las tragaperras. Ahora no, cada vez son más jóvenes. Da miedo pensar qué va a pasar en los próximos años si esto no se ataja. Es similar a una epidemia que no estamos sabiendo ver”.
En la sesión de grupo están Marina, de 27 años, e Iván, de 28. Ambos son adictos al juego. Hasta hace unos meses frecuentaban casinos y casas de apuestas. A ella le gustaba -”me gusta, pero me reprimo”, puntualiza- la ruleta. A él, también, aunque no le hacían ascos a otros juegos.
A Marina, un prestamista chino le ofreció todo el dinero que quisiera a cambio de sexo. Fue tras entregarle unos cuantos billetes cuando ella se quedó a cero. Al irse del salón de juego, el usurero le tocó el culo. Luego, le escribió al teléfono.
“Me negué. Pero conozco a chicas que se prostituyen para poder jugar”, explica. “Si no pagas, te pueden dar una paliza de muerte, arrancarte una oreja… Es un mundo muy turbio, pero no dejan de llegarles clientes”.
Iván ha perdido trabajos, la novia y media vida por el juego. Cayó en la ludopatía a los 18. Ahora tiene diez más. Llegó a robarles a sus suegros 20.000 euros de una caja fuerte. Cuando viajaba con su expareja trataba de ir a ciudades españolas y del extranjero que tuvieran grandes casinos. Cuando era camarero cada noche le robaba al dueño 200 y 300 euros de la caja para jugárselo de madrugada, antes de volver a casa.
- El juego te destruye. Es silencioso, oculto, pero las consecuencias que trae son casi tan duras como algunas de las peores drogas. Pero claro, a quién le importa lo que a mí me haya pasado si hay tantos intereses detrás...
Un par de años en rehabilitación
Alejandro, Marina e Iván están en fase de rehabilitación. Como mínimo, les llevará un par de años salir del agujero del juego. Ahora nunca llevan dinero encima, evitan pasar por las puertas de salones de juegos y dan de lado a aquella gente que se mueve en ellos. Sólo así podrán convivir con su enfermedad.
“No somos conscientes del daño que está haciendo la publicidad de las casas de apuestas", dice Alejandro. "Que un niño de cinco o seis años que esté viendo la televisión se pueda llegar a preguntar qué es esa apuesta con la que puede ganar dos euros viendo ganar al Madrid es una tragedia… A mí me da miedo”.